Tonono, la muerte del mito que encandiló a Beckenbauer
Este 9 de junio se cumplen 45 años de la marcha de uno de los grandes referentes del fútbol canario. "De los mejores del mundo en su puesto", como lo calificó el genio alemán.
Inesperado, trágico y doloroso fue el fallecimiento de Antonio Afonso Moreno, “Tonono”, con tan solo 31 años, debido a una complicación hepática fulminante, después de disputar su último partido con la camiseta amarilla en el Estadio Insular un 25 de mayo de 1975, contra el Celta de Vigo, ganando la UD por tres goles a uno, portando él, además, el brazalete de capitán. Aquella es recordaba por los aficionados amarillos, ya que el equipo, entrenado por aquel entonces por Sinibaldi, firmaba con esa victoria su permanencia en Primera División una temporada más. Fue, sin saberlo, el último gran servicio a la causa amarillo de una de sus más rutilantes leyendas, acaso miembro impoluto de una Santísima Trinidad junto a Juanito Guedes, desaparecido cuatro años antes, y Germán Dévora, el 'Maestro'.
“Estaban jugándose el descenso y él era fundamental desde el centro de la defensa. No podía dejar a su equipo tirado en ese momento aunque tuviese unos dolores bestiales”, nos recordó hace unos días su hijo al Diario AS. "Era un portento físico. Siempre se cuidó mucho, y en ese sentido era un adelantado a su tiempo. Por eso, ni en el club, ni la familia, ni nadie, pensaban que lo que tenía era tan grave", insistía Toni.
De hecho, volvería a jugar, el que sería su último partido, el 31 de mayo, donde los insulares se enfrentaron al Málaga en Copa del Rey, con un empate a uno (2-1 en la ida), que daba el pase de ronda a Las Palmas. “Mi padre siempre fue titular, nunca jugó de suplente. Nunca se sentó en el banquillo a ver un partido oficial. 436 partidos, siempre titular”, rememora su hijo sobre este último servicio de su padre al club de sus amores.
Nombrado como mejor líbero de la temporada 1971/1972, con 22 encuentros disputados con la selección española, todos ellos siendo jugador de la UD, el futbolista de Arucas (siempre se consideró de allí pese a que nació en San Felipe en la cueva de la finca que cuidaba su padre) se ha convertido en toda una leyenda, que formó parte de la época dorada del club junto a Germán, Guedes, León y Castellano, entre otros.
Como su propio hijo confesaba en AS, nunca fue consciente de la gravedad de su enfermedad. Tal es así que, tras volver de Málaga, iría directamente a la Clínica del Pino presa de de "unos dolores terribles" para saber el alcance de sus dolencias y los médicos le dijeron “usted llega muy tarde”. “A la clínica llegó muy tarde. Duró una semana, lo que pudieron mantenerlo”, explica Antonio, su hijo.
De esta forma, toda una isla se teñiría de luto, miles de personas a la calle en señal de duelo, tras la marcha de “uno de los mejores jugadores en su puesto”, en palabras de otro mito del fútbol mundial como es Franz Beckenbauer. Un mito que rechazó, en ningún caso por falta de opciones, dar el salto a los grandes del fútbol español. "Era feliz con lo que tenía. Estaba jugando al fútbol con sus amigos". Uno amigos que, cuando se unían, hacían del fútbol un arte de museo, imborrables en la memoria de toda la sociedad grancanaria, que casi medio siglo después recuerdo con todos los honores a una de sus mayores leyendas deportivas