Germán Burgos, el padre del balón parado en el Atlético
El segundo del Cholo era quien estaba al mando de esa parcela en la que el club rojiblanco resultó voraz en la Liga 2013-14, de la que se proclamó campeón.
Cuando aquella mañana de diciembre Jorge Sanz vio cruzar la puerta de su librería a ese hombre enseguida lo reconoció. Es 2011, la puerta del Sol, la librería Esteban Sanz, un santuario dedicado al libro deportivo. Lo que uno busque, siempre está allí. Lo sabe Valdano, lo sabe Bilardo, hasta Maradona una vez estuvo allí. Lo sabe el Mono Burgos. Cuando meses después Jorge veía a un Atlético de Madrid letal e incontestable en la pelota parada se le venía a la cabeza una y otra vez aquella mañana de diciembre. Porque había sido él, Germán Adrián Ramón Burgos el hombre que había cruzado su puerta buscando algo muy específico: todos los libros que tuviera publicados sobre el balón parado. En total se llevaría 14.
Siempre con sus papeles, siempre corrigiendo, midiendo los pasos de las barreras en los entrenamientos, inventando apodos divertidos en los rondos de los entrenamientos, siempre cercano, siempre respetuoso, siempre humilde, campechano, de verdad, siempre dirigiendo su carpeta a los aficionados cuando llegaba a los partidos, antes de sentarse en el banquillo. En el Calderón había dos maneras de llegar al del Atlético: el que todos conocían, por el césped, y después a través de unas escalerillas de hierro forjado que subían directamente desde el túnel. Por esas siempre emergía Germán en los partidos, como en aquel anuncio icónico de Sr. Rushmore, cuando salía de una alcantarilla para gritarle al mundo: "Ya estamos aquí...". De vuelta, entonces, a Primera. De regreso, desde entonces, 2011, los dientes al Atlético en la pelota parada. Un secreto que siempre irá en su carpeta. Y en su pecho, como una medalla. Le pertenece. Y se echará de menos en el Cerro. Cuánto.