Cracks del Siglo XXI: Sanz, clase y equilibrio en La Masia
Mediocentro defensivo, muy poderoso físicamente y técnico con el balón en los pies. Llegó en 2015 procedente de la cantera del Real Zaragoza.
Álvaro Sanz, de 19 años, es una de las perlas que tiene el Barcelona en su cantera para ocupar una demarcación que tiene especial importancia en el sistema del primer equipo: mediocentro defensivo. En la última década los focos y las portadas fueron habitualmente para otros (Messi, Iniesta…) pero el equilibrio que aporta Sergio Busquets es fundamental.
En ese rol, pocos saben sacrificarse tanto para el equipo como Álvaro Sanz. Es un mediocentro con gran potencia física. De hecho, en el vestuario le conocen como ‘el tanque’ porque tiene un tren inferior muy poderoso con el que ‘arrolla’ a los rivales cuando le toca ir al choque. Esas características mezclan a la perfección en el estilo del Barça, que necesita alguien en ese perfil. Además, Sanz cuenta con técnica y visión de juego a la hora de asociarse y sacar el balón jugado. Es polivalente, porque se ha adaptado a la posición de central cuando ha sido necesario.
Sus características se vieron a la perfección en las semifinales que disputó España Sub-19 contra Francia en la Eurocopa del pasado verano. Los franceses basaban sus opciones en el físico. Álvaro acudió al campeonato siendo un año menor (era para nacidos en el 2000 y él nació en 2001). Salió desde el banquillo en el 59’ y su aportación fue decisiva para aguantar el empuje francés en el tramo final del tiempo reglamentario y en la prórroga (La Rojita ganó en los penaltis). Con el derroche físico que realizó, nadie hubiera pensado que era un año menor sin acudir a la ficha técnica.
Sanz comenzó a dar sus primeros toques al balón en Caspe, el municipio aragonés de 9.500 habitantes donde se crió. Su primer equipo fue la Escuela del Caspe, donde llamó la atención de los ojeadores del Real Zaragoza, que le ficharon en segundo año de Benjamín. Eso supuso un sacrificio para los padres de Álvaro, que tenían que recorrer al menos tres veces a la semana los 100 kilómetros que separan Caspe de Zaragoza. Él, mientras, aprovechaba los trayectos para hacer los deberes y estudiar. Un sacrificio común que tuvo recompensa: en 2015 fichó por el Barcelona y se marchó a vivir a La Masia.
Este año ha sido una de las piezas claves en el Juvenil A del Barcelona y ahora, tras el parón por el Covid-19, ha sido llamado para entrenarse con el filial, equipo al que pertenecerá el curso que viene. La idea es que la temporada que viene sea un jugador muy importante en el Barça B y que tenga ya algunos minutos con el primer equipo. Además, este año también jugará por segundo año consecutivo la Eurocopa Sub-19 (aún sin fecha), esta vez con los jugadores de su edad. El reto es mayúsculo: defender el título conseguido y conseguir el billete para el Mundial Sub-20 que se jugará en 2021.