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Campeones por Sorpresa (XIII)

Prosinecki maravilla a Europa.

Un serial que repasa a las grandes sorpresas de la historia del fútbol, desde el Nottingham Forest campeón de Europa al Leicester que conquistó la Premier.

Actualizado a
Prosinecki con la Copa de Europa.

Hace unos años la compañía automovilística Renault realizó un anuncio en el que un exjugador de origen croata se caricaturizaba a sí mismo junto a un muñeco. Prosikito era una especie de Chucky que representaba a Robert Prosinecki, ex del Real Madrid, Barça y Sevilla, entre otros, al que las lesiones y la mala fama, especialmente la de fumador empedernido, le hicieron pasar con más pena que gloria por el fútbol español. Nunca el término "juguete roto" estuvo tan bien representado en un futbolista, que además tuvo su propio muñeco.

Y sí, Prosinecki antes de ser un juguete roto fue una gran promesa del fútbol mundial. Cuando el Real Madrid lo fichó en verano de 1991 el croata, entonces yugoslavo, era un futbolista brillante, el jugador bandera del vigente y sorprendente campeón de Europa, el Estrella Roja. Toda el continente estaba rendido al talento de un centrocampista de 22 años que unos años antes había sido el motor y la estrella de Yugoslavia Sub-20, una generación dorada a la que pertenecían también Mijatovic, Suker, Mihajlovic y Boban, entre otros, y que se proclamó campeona del mundo en su categoría en 1987.


Muñeco de Prosikito de la campaña de Renault.
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Muñeco de Prosikito de la campaña de Renault.

La verdad es que era un jugador que llamaba la atención. Su pelo rubio y rizado parecía la peluca de Harpo Marx y su manera de correr era extraña. Parecía que siempre cojeara. Era lento de velocidad pero rápido con la cabeza. Con esas hechuras lideró al Estrella Roja a la conquista de la primera y única Copa de Europa que ha logrado un equipo balcánico. ¡Y en qué tiempos! Eran los años de la implosión de la antigua Yugoslavia, que pocos años después quedaría dividida en varios países (Serbia, Montenegro Bosnia, Croacia, Kosovo, Macedonia y Eslovenia). El entrenador del equipo era Ljubomir Petrovic y construyó alrededor de aquel genio incomprendido de melena rubia un equipazo con algunos de los mejores jugadores yugoslavos del momento como Savicevic, Mihalovic, Jugovic y Pancev, entre otros.


Tras eliminar a Grasshopper, Dinamo Dresde y Rangers, el Estrella Roja dio su verdadero golpe en la mesa en las semifinales ante el Bayern Múnich. Los bávaros, con Augenthaler, Effenberg y Brian Laudrup a la cabeza eran claramente favoritos y nadie esperaba el recital que dio el Estrella Roja en el Olímpico de Múnich. Los alemanes se adelantaron 1-0 con un gol de Wohlfarth y lejos de arrugarse en aquel escenario, Prosinecki dio un paso adelante y empezó a hacer jugar a su equipo maravillosamente. Savicevic y Pancev remontaron el partido y dejaron encarrilada la semifinal, pero todas las miradas se centraban en aquel chico de rasgos extraños y peluca rubia que había dado un auténtico recital de cómo liderar a un equipo. El Bayern consiguió empatar la eliminatoria en el pequeño Maracaná de Belgrado, pero otra vez ante la adversidad, el Estrella Roja no perdió la compostura y fue a buscar a su rival al campo contrario. Cuando el partido parecía destinado a la prórroga, un gol en el propia puerta en el minuto 90 de Augenthaler metió al conjunto de Petrovic en la final de la Copa de Europa.

En la final esperaba otro equipo de leyenda, el Olympique Marsella que dirigía Raymond Goethals. El equipo francés fue un auténtico martillo pilón a principio de los años 90, con jugadores como Barthez, Papin, Deschamps, Boli y Desailly, entre otros. Venía de eliminar al Milán de Sacchi y los holandeses desplegando un fútbol basado en la potencia y la velocidad de sus jugadores. Al igual que para el Estrella Roja, aquella era su primera final de Copa de Europa. Puede que aquello provocara que ambos equipos, que habían demostrado tener un magnífico potencial, estuvieran toda la final más pendiente de no cometer errores que de desplegar su fútbol. Con 0-0 se llegó a la prórroga y más tarde a los penaltis. Amorós falló su lanzamiento y Pancev transformó el de la victoria.

La alegría en Yugoslavia duraría poco más de un mes. 27 días después de la final, Eslovenia anunció su independencia y comenzó la guerra en los Balcanes. Todo ello provocó una desbandada de los grandes jugadores del país a las grandes ligas europeas, incluyendo a Prosinecki, por el que peleaban todos los grandes clubes. Acabó en el Madrid y nunca cuajó. El Barça intentó recuperarle y tampoco pudo. A pesar de ello, pasará a la historia por aquella Copa de Europa del Estrella Roja de 1991 y por ser el único jugador hasta la fecha que ha disputado dos mundiales con dos selecciones distintas (Yugoslavia y Croacia). Y por Prosikito, claro.