Muere Michael Robinson
El exjugador y comentarista de televisión ha fallecido este martes a los 61 años tras una larga lucha contra el melanoma con metástasis que padecía.
Michael Robinson, fallecido ayer en Madrid, fue un entrañable y admirado mutante universal. Nació en Leicester por equivocación, porque siempre se vio a sí mismo como gaditano del barrio de La Viña y hasta buscó explicación genealógica que lo justificase. Fue hincha del Liverpool antes de ponerse su camiseta. Anfield le despertó tanta admiración como pánico por sobrecarga de responsabilidad. Creyó que Osasuna era una ciudad y su técnico, Zabalza, un director de hotel cuando le llamaron para salvar a un equipo que andaba con tantos problemas como sus rodillas y en el que se rezaba antes de los partidos. Y cuando su físico no dio para más, inició un segundo despegue en el mundo de la comunicación, que acabaría dándole aún más que el fútbol: dos Ondas acabaron pesando más que una Copa de Europa. Fue un hombre de dos vidas y dos países. Desde el nuestro combatió el Brexit en primera línea.
Robinson murió a los 61 años tras una larga lucha contra el melanoma con metástasis que padecía desde octubre de 2018. A pesar de que la enfermedad se reveló como incurable desde el inicio, siguió trabajando como comentarista en Movistar+ y en la Cadena SER casi hasta el último minuto del último partido. Y ese último partido fue, caprichosamente, en Anfield, el pasado 11 de marzo, en duelo de Champions ante el Atlético de Madrid. Los reds, sus reds, cayeron eliminados en un partido inolvidable. Un gol de Morata fue el último que vio desde la cabina. La peor noticia en el mejor escenario.
La muerte de Robinson se anunció en su propio perfil de Twitter: “Con tremenda tristeza os comunicamos el fallecimiento de Michael. Nos deja un gran vacío, pero también innumerables recuerdos, llenos del mismo amor que le habéis demostrado. Os estaremos eternamente agradecidos por haber hecho a este hombre tan feliz, nunca caminó solo. Gracias”. Un mensaje agradecido para un hombre con dos carreras, la de futbolista y la de comunicador, brillantísimas.
Muere Michael Robinson
A partir de ahí, una catarata de condolencias que probaron que nunca caminó solo: UEFA (que recordó la Copa de Europa que ganó en 1984), Federación, Liga, AFE, CSD, COE, ACB… Y tras las siglas, los nombres: Gasol, Nadal, Casillas, Dalglish, Carolina Marín, la totalidad de equipos profesionalesa, propios y ajenos...
Robinson, nacido en Leicester, estuvo siempre vinculado a la historia del Liverpool, aunque debutó en 1975 en las filas del Preston North End. De ahí pasó al Manchester City, que le convirtió en el Sub-21 más caro de la Liga, y después al Brighton antes de recalar, en 1983, en los reds, definitivamente el equipo de su vida pese a que sólo jugó dos temporadas. Aun así le dio tiempo a conquistar una Liga, una Copa de la Liga y la Copa de Europa de 1984, en la tanda de penaltis ante la Roma y en Roma. “Siempre celebré no tener que lanzar uno aquel día. Era el encargado del sexto. Muchos temíamos cagarla”. A él le encomendaron llevar la Copa hasta el avión, pero la olvidó en la duty free del aeropuerto. “Al volver a por ella hice el sprint más rápido de mi carrera”.
“Ir a ver al Liverpool en Anfield era como si Papa Noel viniera cada quince días. Jugar allí era hacerlo para una causa, tener un valor añadido. Intentabas que la gente se sintiera orgullosa. Aquellos eran gladiadores de la sociedad que perdieron su trabajo con Margaret Thatcher”, recordó en una entrevista a Esquire.
De ahí saltó al Queens Park Rangers, en el que jugaría tres temporadas, hasta su llegada a Osasuna, en 1986, ya con 28 años y demasiadas lesiones en la rodilla a cuestas. “Vine por el fútbol y me enamoré de España”, ha declarado en varias ocasiones. En el equipo navarro jugaría tres años más, en los que marcaría doce goles en 59 partidos. “Al principio no sabía ni donde estaba, creí que la ciudad se llamaba Osasuna. Al ver al equipo penúltimo le dije a mi mujer que yo no podía salvarlo, que deberían haber fichado a Spiderman o David Copperfield. Tenía otras ofertas, pero fichar por Osasuna me pareció muy romántico. Antes del primer partido vi que se recitaba una oración antes de saltar al campo. Le dije a mi padre que se confirmaban mis sospechas, que éramos tan malos que debíamos rezar antes de jugar “.
Inglés de nacimiento, disputaría 24 partidos con la selección irlandesa debido a la ascendencia de su familia materna.
Nada más retirarse comenzó a trabajar en Eurosport (“Mi primer jefe quiso enseñarme en un año todas las facetas de la televisión comercial, viajando pero sin trabajar, y me pagaba casi lo mismo que ganaba en Osasuna sólo por aprender”) y a colaborar con Televisión Española como comentarista de los partidos de la Liga inglesa y, posteriormente, del Mundial de fútbol de 1990. Su peculiar estilo, su sentido del humor y su acento llamaron la atención de Alfredo Relaño, entonces responsable de deportes de Canal+. A partir de ahí inició una larga carrera periodística que le llevó a presentar espacios como ‘El Día Después’, de la misma cadena y que recibió el Premio Ondas en 1992, y a comentar el partido más interesante de cada jornada junto a su inseparable Carlos Martínez. “El Día Después es lo que siempre quise ver y nunca había visto. Es la obra de mi vida. Me siento más orgulloso de ese programa que de la Copa de Europa”.
En 2007 estrenó el programa Informe Robinson, con reportajes de fondo sobre el mundo del deporte: “El programa no va de ganadores y perdedores. Tiene que dejar una moraleja. El deporte es el pretexto para contar historias”. En 2009 recibiría su segundo Ondas por ese trabajo. Posteriormente extendería la fórmula a la radio, con el programa ‘Acento Robinson’, de la Cadena SER, donde ponía especial énfasis en la cara humana del deporte. En su carrera como comunicador ha colaborado en diversos espacios de la SER y también, durante un tiempo, en el diario AS. En 2017 recibió el Premio Internacional Vázquez Montalbán, en la categoría de periodismo deportivo.
Robinson resultó siempre un personaje polifacético. Fue la imagen de un videojuego muy popular en los noventa, PC Fútbol, y ejerció de actor de doblaje en las películas de animación Shrek y Shrek 2. Devoto del rugby, impulsó el proyecto Super Ibérica, una liga profesional en España que no cuajó. También fue consejero del Cádiz, el otro equipo de su vida: “Soy gaditano y probablemente del barrio de la Viña. Hace años busqué a mis antepasados y llegué hasta 1735, allá en el condado de Cork. Todo el que nace allí es pelirrojo, blanco y con pecas, excepto un dos por ciento, que es moreno. Yo pertenezco a ese grupo, que sin duda desciende de la Armada Invencible, de los españoles que naufragaron y sobrevivieron”. Cádiz le hizo hijo adoptivo de la ciudad y su Ayuntamiento decretó ayer un día de luto por su muerte.
También fue un declarado defensor de la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea: “Siento vergüenza del país donde nací. Mi padre estuvo seis años luchando por Europa en la II Guerra Mundial y ahora el mundo va a recordar al Reino Unido como el país que le dio la espalda a Europa. Nuestros mayores acaban de fastidiar la vida y el futuro de mis hijos. Ha sido una abdicación de responsabilidad”.
“Yo tengo el privilegio de invadir los hogares de la gente, de llegar hasta sus salas de estar, y si un día les llego a mentir no serviré ya para nada”, resumió una vez. Descanse en paz.