Cuando el Real Madrid le cambió la vida a Pichu Cuéllar
El portero del Leganés desvela cómo fichó por los blancos con 12 años. Poco después Del Bosque le recomendó volverse a casa. Pensó en dejarlo, pero acabó rebelándose.
El Real Madrid le cambió la vida a Iván, el Pichu, Cuéllar. No muchos saben que hubo un tiempo en el que el guardameta actual del Leganés (35 años) lució el escudo merengue. Fue hace bastante tiempo, cuando su DNI mostraba que tenía apenas 12 primaveras y en su mirada la ambición por comerse el mundo, incluyendo en él al propio conjunto blanco. La cosa no salió como esperaba. Y pese a ello, aquel desenlace amargo le impulsó en su carrera.
La historia la ha revelado él mismo en una entrevista a través de Instagram en el perfil @eeafporteros, una escuela de porteros asentada en Córdoba (Argentina) y que dirige Andrés Coronado, ex entrenador de guardametas del San Sebastián de los Reyes. Durante casi una hora Cuéllar reveló en la charla algunos aspectos personales y ocultos. La historia del Real Madrid fue de las más llamativas.
La llegada de Cuéllar al Real Madrid
"Fue un punto de inflexión con el que aprendí y maduré muchísimo", comienza a contar un Cuéllar que sonríe al revelar aquella historia. Aunque en su momento, le hizo sentir de todo, menos alegría. Puede que incluso lágrimas. "Tuve la suerte de que el Real Madrid se fijó en mí con 12 años", empieza a relatar. "Vine para jugar en las inferiores. Fue duro, porque me separé de mi entorno a esa edad temprana. Sí, fue complicado y duro. Pero seguía mi sueño", cuenta Pichu.
En aquellos años el arquero no era más que un crío de Mérida, "ni siquiera un proyecto de futuro, sólo un chaval en el que ponen esperanzas", se describe ahora a sí mismo desde el salón de su casa, con una llamativa gorra de su marca deportiva tapándole la cabeza.
"Del Bosque dirigía entonces la escuela", prosigue un Cuéllar que vio como apenas se mantuvo una temporada en la antigua Ciudad Deportiva del Paseo de la Castellana. "Hablaron con mis padres y luego conmigo cuando ya estaba en mi segundo año y vieron cómo mi proyección se había estancado. Entonces pensaron que lo mejor, que lo más oportuno era que volviera a mi entorno para seguir creciendo", relata.
"Me entraron ganas de no jugar más"
El varapalo, afirma, fue grande. Demasiado gordo. Tanto que incluso estuvo a punto de hacerle dejar el fútbol cuando aún si quiera había comenzado. "Hay que ser delicados cuando pasa algo así y tienes sólo 12 años... a mí me marcó", no duda en confesar Cuéllar. "No fue fácil volver a casa. Todo iba a tu contra. Te sentías fracasado o avergonzado de no seguir esa proyección", define.
En Extremadura su padre consiguió que lo readmitieran en las inferiores del Mérida, pero el reencuentro con sus excompañeros también se antojó amargo. "Te miraban como si algo hubiera ido mal. Te sentías culpable de fallar también a esos compañeros. Me entraron ganas de no jugar más", confiesa sin rubor alguno. Porque lo que vino después jamás pudo haber llegado sin haber tocado fondo.
"Entonces decidí darle la vuelta", se envalentona en el relato. "No podía consentir eso. Que me dijeran que me había estancado", acelera en sus palabras y pone en las de aquel niño una promesa de futuro: "Voy a hacer todo lo posible para que este proceso siga". Y siguió.
"Empecé a trabajar para salir de nuevo de ahí, de Mérida. Y tuve la suerte de que luego en juveniles se fijara en mí el Atlético, aunque también tuve una oferta del Valencia, pero mi familia creía que sería mejor experiencia seguir en la capital", cuenta. Una ciudad, Madrid, en la que se convirtió en canterano rojiblanco para debutar en el primer equipo (empate a dos contra el Getafe en el Calderón) y fraguar una carrera longeva que hoy sigue en la élite. Quizá sin aquel trago amargo del Real Madrid, nada de lo que consiguió después hubiera sido posible.