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REAL MADRID

Odegaard: los métodos que le moldearon para ser una estella

Hans Erik Odegaard ha sido el hombre que ha hecho del jugador una figura. Su carácter le ha influido. La cesión de Odegaard al Vitesse y a la Real, claves en su explosión.


 PUBLICADA 14/02/20 NA MA01 1COL
 PUBLICADA 14/02/20 NA MA06 3COL
PUBLICADA 14/02/20 NA MA01 1COL PUBLICADA 14/02/20 NA MA06 3COL Juan HerreroEFE

Odegaard es casi como un robot; está preparado para jugar en el Real Madrid”, proclamó este viernes Leonid Slutski, su extécnico en el Vitesse holandés. El noruego se ha confirmado esta temporada, en su cesión en la Real Sociedad, como una de las grandes sensaciones de LaLiga y ese estallido ha convencido al club blanco de que tiene un hueco en la plantilla de la 2020-21. Eso sí, como informó AS el pasado 4 de abril, el jugador tendrá la última palabra. Seguir cedido (la Real firmó un préstamo de un año pero pretende tenerle otro más) o formar parte del próximo proyecto madridista. De lo que no hay duda es de que Odegaard ya se ha instalado en la elite y está ‘al dente’ después de un proceso de modelaje, cocción y maduración que comenzó en su infancia.

Fue su padre, el exfutbolista Hans Erik Odegaard, el alfarero que comenzó a moldear a Martin desde muy niño. Consciente de que en casa tenía una joya (su zurda ya dejaba bocas abiertas), el cabeza de familia le educó en el stajanovismo, en la ética del trabajo. "Hay tres factores clave: entrenar mucho, entrenar bien y entrenar por el camino correcto. Y Martin ha hecho todo esto”, explicó Hans Erik en una entrevista el día que Odegaard debutó con la selección absoluta de Noruega, con sólo 15 años. Él fue su entrenador personal en los inicios de su carrera y su libreto era muy sencillo: trabajo y balón. Construyó un campo de hierba artificial junto a su casa para que su hijo entrenara cuanto quisiera (le llamaron Kjappen) y allí no ahorraba ni esfuerzos ni toques. “Nunca entrenábamos sin balón. Pasamos muchísimo tiempo trabajando en su toque, en cómo salir de la presión, practicando lo que nosotros llamamos 'pases rápidos' para escapar de la presión", confesó.

Desde los ocho años, Han Erik comenzó a incidir en la orientación y la visión de juego, de la que hoy Martin imparte magisterio. Para desarrollar esa visión, el progenitor de los Odegaard utilizaba a sus dos hijos. Él se ponía delante del hoy jugador de la Real y el hermano mayor detrás. “Su hermano mayor estaba a su derecha o izquierda y le pasaba el balón; y él tenía que cambiar de dirección y salir hacia el lado opuesto. Así se aprende a percibir el campo, porque una cosa es verlo y otra reaccionar a lo que tú ves", reveló. Odegaard tampoco se libró de esa estampa que muchos hemos protagonizado pero que muy pocos han sacado rédito de ella: durante horas se pasaba disparando a una pared.

Aunque su relación con el fútbol le venía en el ADN, su primer vínculo personal ajeno a la familia lo tuvo con el Drammen Strong, un equipo local. Con 11 años, en 2009, se unió a las categorías inferiores del modesto Strømsgodset, donde su excelsa zurda comenzó a maravillar y a llamar la atención de media Europa. Hans Erik Odegaard tuvo al chaval de ronda por el Viejo Continente, haciendo pruebas en las canteras del Bayern, Arsenal, Manchester United y Liverpool, visitó también La Masia pero se quedó en Valdebebas después de que el Madrid pagara 3,4 millones incluyendo variables por él. Era la sensación de Europa, había debutado ya con la absoluta de Noruega, pero sólo tenía 16 años…

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ANDREA COMASREUTERS

El Madrid le presentó en enero de 2015 ante los medios de comunicación, escoltado por Emilio Butragueño, como la gran promesa del fútbol europeo, aunque su salario era galáctico: para eliminar al Bayern de la carrera por su fichaje, el Madrid le prometió 3,5 millones brutos por temporada (dos millones netos), algo que causó fricciones con sus nuevos compañeros del Castilla y le cargó de presión. No cayó de pie. Jugaba con el Castilla, pero se entrenaba con el primer equipo, con el que debutó el 23 de mayo de 2015 ante el Getafe, sustituyendo nada menos que a Cristiano. Jugó media hora. Fue el último partido de Ancelotti, que un año y medio después le puso voz a lo que pensaba en aquel momento: “Cuando Florentino compra a un futbolista noruego simplemente hay que aceptarlo. Además, el presidente decidió que jugaría tres partidos con el primer equipo como un golpe de relaciones públicas”. Dos meses después Benítez le hizo jugar en la gira de pretemporada, más por compromiso que por convicción. Le dio 45 minutos ante el Roma, en el primer bolo en el que además tenía aún jugadores de vacaciones, únicamente para cumplir a ojos de Florentino. No volvió a utilizarlo más salvo en el amistoso en Oslo contra el Valerenga, organizado por la entidad madridista para hacer caja con el efecto Odegaard en Noruega. En aquella 2015-16 volvió a mostrarse tibio, jugó 34 partidos con el Castilla, marcó un gol y dio siete asistencias. Pero Zidane, ya en el Madrid, se lo llevó a la gira de pretemporada de 2016 donde no pasó de ser un meritorio más. En enero de 2017, club, jugador y padre acordaron que lo mejor para evitar un estancamiento sería cederle y se marchó al Heerenveen holandés, donde estuvo 18 meses en una montaña rusa (tres goles y cinco asistencias en 43 partidos). Pasó de las dudas (llegó a ser suplente) a meter algunos destellos en los resúmenes televisivos.

Cesiones clave

Pero fue en su segunda cesión, al Vitesse, donde se comenzó a vislumbrar lo que puede dar Odegaard. El noruego exprimió este préstamo hasta la última gota. 11 goles, 12 asistencias en 39 partidos fue su hoja de servicios, pero más allá de estadísticas allí adquirió una mayor madurez física y futbolística, sumando a su capacidad asociativa una mayor velocidad y capacidad de regate. Aquel niño que fichó el Madrid había pegado el estirón, pero en Chamartín eran conscientes de que no tenía hueco en una plantilla en la que está Isco, Asensio, Modric, Kroos, Valverde… Por eso, se tomó tal vez la decisión que será clave en la carrera de Martin: cederle a la Real Sociedad, un club que le ha venido como un guante. Imanol le ha dado continuidad y el jugador ha encontrado la regularidad y, por primera vez, la condición de ídolo. En su primera temporada en España ha asombrado (siete goles, ocho asistencias en 28 encuentros) y ha convencido en el Bernabéu no sólo por su fútbol sino también por su carácter. Desde muy joven soportó una presión tremenda y eso le hizo madurar muy pronto. "Su capacidad de manejar los contratiempos es enorme. Mientras otros futbolistas requieren una semana entera o necesitan un nuevo partido para mejorar su autoestima, él se recupera rápidamente", declaró su psicólogo Klaus Pettersen. Además, es un ‘enfermo’ del fútbol. Lo ve todo. Lo consume todo. Vive por y para el fútbol. Una filosofía que le grabó a fuego su padre, el hombre que comenzó a construir a este ‘robot’.