REAL ZARAGOZA / HISTORIAS DE SEGUNDA (XXIX)
El quinto ascenso del Real Zaragoza (II)
José Ángel Zalba, entonces el presidente más joven del fútbol español, se hizo cargo en 1971 de un equipo en Segunda y endeudado, pero no perdió nunca la sonrisa, frenó los traspasos de Ocampos y Planas para intentar regresar en un año a Primera División y puso en marcha la ‘Operación 25.000 socios’.
El Real Zaragoza sufrió en la temporada 1970-71 una sucesión de arbitrajes desdichados que tuvieron que ver, y no poco, con su descenso a Segunda División y que propiciaron que Usón tuviera recusados hasta 14 de los 27 colegiados de Primera División. Pero desde su llegada a la presidencia, José Ángel Zalba quiso hacer tabla rasa y empezar de cero con el colectivo arbitral y por primera vez en muchos años el equipo aragonés inició una temporada sin vetos y con la única obsesión del ascenso.
En lo que también se empeñó de forma singular el nuevo presidente fue en doblar la masa social y puso en marcha la ‘Operación 25.000 socios’. “Inscribe otro socio en el club. Tú eres nuestra fuerza. ¡Duplícala!”. Con este lema, el Real Zaragoza inició una ambiciosa campaña de captación de socios, en la que se involucraron las principales autoridades de la ciudad, además de personalidades del mundo del espectáculo y de la cultura como Paco Martínez Soria, Perico Chicote y algunas folclóricas que intervinieron en diferentes anuncios publicitarios. En dos meses, el club logró pasar de los 13.212 socios con los que empezó la temporada a los 15.112, una cifra que, con una cuota de entrada de 3.000 pesetas, se incrementaría año a año hasta alcanzar los 25.338 de la campaña 1976-77.
Pese al descenso y a su deuda, el Zaragoza no había traspasado a ninguno de sus titulares y con Violeta, Santos, Planas, Ocampos, García Castany, Manolo González, Rico o Luis Costa en sus filas era el gran favorito al ascenso en un único grupo de Segunda División con 20 equipos y en el que subían directamente los tres primeros.
Pero todo se empezó a complicar desde la primera jornada en Elche cuando Rosendo Hernández alineó a Violeta de interior izquierda, ubicó al debutante Bustamante como defensa libre, la demarcación en la que ‘el León de Torrero’ había llegado a internacional, e inopinadamente dejó en el banquillo a Planas. El Zaragoza perdió 1-0 en Altabix y sólo tiró una vez a puerta, por lo que en el viaje de vuelta hubo caras muy largas en el autobús.
Una semana después, el equipo aragonés, de nuevo con Planas fuera del once titular, se deshizo sin brillantez del Santander en La Romareda con dos goles de Galdós y otro de Violeta, esta vez alineado como medio centro. Pero en la tercera jornada, tras encajar el Zaragoza una fuerte goleada frente al Castellón de Planelles y Clares (5-1), se hizo ya insostenible el enfrentamiento entre el entrenador y Violeta que se venía cociendo a fuego lento desde la concentración de pretemporada en Broto. Rosendo Hernández desconfiaba del juego anárquico y a veces individualista de Violeta y de sus famosas salidas de zona conduciendo la pelota y optó por ubicarlo en Castalia en el centro del campo, con una misión clara de marcaje, lo que generó una tirantez entre ambos que terminó de explotar cuando Violeta fue sustituido por Planas a media hora del final y cuando el marcador sólo reflejaba una victoria local por la mínima.
La goleada de Castellón se juzgó como un ridículo estrepitoso y dos días después el Zaragoza anunció en una nota oficial que la junta directiva había decidido aceptar la sanción de 175.000 pesetas por cabeza que se habían autoimpuesto los jugadores, que era la misma cifra que hubieran obtenido como prima por ganar en Castalia. Pero, sorprendentemente, la directiva incluyó también entre los sancionados al entrenador, lo que le igualó en el alcance de la responsabilidad y le restó de paso no poca autoridad ante la plantilla, por más que Zalba reiterara acto seguido todo su respaldo a Rosendo Hernández. Y es más, cuando se le preguntó al presidente por si algún jugador se le había quejado del técnico dijo lo siguiente: “Extraoficialmente sabemos que alguno se ha mostrado disconforme con algunos rasgos de su carácter, aunque esto nos parece a todos una cuestión tan pequeña que ni siquiera merece la pena hablar de ella”.
Pero Rosendo Hernández, un técnico con un pronto de mil demonios, no estaba dispuesto a ceder lo más mínimo en su pugna con Violeta y una semana después, en la apurada victoria frente al Pontevedra en La Romareda (4-3), volvió a sustituir al capitán también a media hora del final. “No sujetaba a su interior derecha, que armaba todo el juego y nos traía de cabeza", sentenció el entrenador cuando en su rueda de prensa se le preguntó por el cambio. Y ahí ya se abrió un abismo entre ambos, porque Violeta, pese a jugar en Segunda, acababa de ser convocado por el seleccionador nacional Ladislao Kubala.
Un viaje de Zalba a Madrid para despachar un asunto en la Federación Española aplazó hasta el jueves una reunión de la directiva para abordar la crisis. Y tras la junta el presidente filtró a la prensa que toda la plantilla se había reunido a comer y que después los jugadores le habían pedido el cambio de entrenador, cuando la realidad era que Zalba sólo había conversado a solas con Violeta. Los periódicos señalaron al día siguiente que la mayoría de los futbolistas se habían mostrado muy apáticos en el entrenamiento matinal de ese jueves, aunque todo se resolvió, en principio, dándole un voto de confianza a Rosendo Hernández, pero reconociendo que se estaba buscando un posible recambio por si la situación no se arreglaba.
Rosendo Hernández vio ya lo que se le venía encima y empezó a defenderse. “Lo que he pretendido ha sido mantener la disciplina entre los jugadores. Es absurdo que ellos hagan o deshagan”, dijo en clara alusión a Violeta, que ya había sido multado por el técnico durante la concentración de pretemporada en Broto.
Y aún echó más leña al fuego: “Todos los que están quejosos no tienen sitio en el equipo. Deberían dejarme apartar a los que sobran, aunque no ascendiéramos este año. Algún jugador ya le puso el veto a José Luis (García Traid) y ahora me lo ponen a mí”.
Un día después, el viernes 1 de octubre de 1971, y tras una tensa reunión, Zalba despidió al entrenador al comprobar que en la lista de expedicionarios a Tenerife faltaban varios titulares (Violeta, Santos, Irusquieta y Duñabeitia): unos, por extrañas lesiones de última hora y otros, porque parecían renunciar al desplazamiento. Hubo reproches mutuos y el entrenador canario llegó a decirle al presidente: “Usted no me levanta a mí la voz. Si usted es presidente, yo soy un profesional titulado del fútbol”.
Por su parte, Manolo González, un modelo de deportista y caballero, envió un comunicado a la prensa aclarando que él no se había reunido a comer con ningún jugador y que nunca había cuestionado al entrenador ni pedido su despido. Y recalcó que Zalba sólo había hablado con el capitán Violeta y que ya tenía decidido el recambio de Rosendo Hernández la noche después del partido frente al Pontevedra.
El técnico auxiliar Juan Jugo se hizo cargo del equipo de forma provisional y en la convocatoria para Tenerife entraron finalmente Violeta, Irusquieta, Duñabeitia y Santos y se cayó Luis Costa, al que sí había convocado Rosendo Hernández. Éste, lejos de morderse la lengua, no dejó pasar ocasión para atacar a Zalba incluso varios meses después de su despido: “Yo nunca admití interferencias en mi trabajo, ni siquiera del presidente. Es por ello que me destituyeron en vísperas de un desplazamiento a Tenerife. Zalba llegó al extremo de querer hacerme las convocatorias a su capricho y me amargó tanto que, de no tener yo la vida resuelta, le habría partido la cara. Pero es mejor no hablar de este señorito”.
La destitución de Rosendo Hernández arrastró a la dimisión al vicepresidente primero y principal avalista, el constructor Antonio Gracia, el popular ‘Millonetis’, escandalizado por el coste que para un economía como la del Real Zaragoza suponía pagar a dos entrenadores en una misma temporada. Una semana antes también había dejado el cargo el interventor-contador Ángel Mallo por discrepancias con Zalba sobre el sistema de contabilidad del club. Pero el relevo en el banquillo del Zaragoza tuvo un efecto inmediato y el equipo aragonés venció en el Heliodoro Rodríguez de Tenerife, con un gol del extremo brasileño Totó de penalti. Jugo ejerció oficialmente de entrenador, pero ese día la alineación y la táctica la hicieron entre Violeta, Manolo González y Villanova. Fue la tarde en la que reapareció el paraguayo Felipe Ocampos, tras cumplir una sanción de cinco encuentros por pegarse a puñetazo limpio con seis jugadores de la Real Sociedad en una eliminatoria de Copa de la temporada anterior. Sin embargo, el hombre del partido fue Violeta, que, devuelto a su posición de hombre libre, tuvo una actuación colosal.
El jueves 8 de octubre, Zalba cerró en Logroño la contratación de Rafa Iriondo, de 53 años, una vieja gloria del Atlético de Bilbao, extremo derecho de una de las delanteras más famosas de su historia, y que había logrado ascender al Español a Primera División la campaña anterior. Iriondo, que se pasaba los partidos rezando en el foso, tuvo la mano izquierda que le faltó en ese momento a Rosendo Hernández y el equipo empalmó una racha de siete jornadas sin perder, que le llevó colocarse cuarto en la decimotercera jornada, a un punto del ascenso, tras ganar al Logroñés en La Romareda con dos goles de Ocampos en los dos últimos minutos.
Cinco días antes de derrotar al Logroñés, el martes 7 de diciembre de 1971, al Zaragoza le tocó vivir una verdadera odisea en El Madrigal, en un partido aplazado el domingo por la lluvia. El Villarreal, que lo había declarado ‘medio día del club’, pretendía jugar el miércoles, festividad de la Inmaculada Concepción, porque el temporal de agua seguía y apenas se habían vendido entradas, pero el Zaragoza se negó y la Federación Española aplicó el reglamento y lo fijó para el martes a las cuatro menos cuarto de la tarde. El Villarreal calentó a su afición y el encuentro se disputó en medio de un clima de máxima hostilidad para el Zaragoza. Un aficionado local ya agredió a Zalba con un puñetazo en el hígado a la entrada del campo y el presidente fue después recibido con una lluvia de insultos a su llegada al palco. Pero hubo más, mucho más: a los 15 minutos Violeta fue derribado de un paraguazo en los riñones cuando se disponía a sacar de banda, y, tras señalar el árbitro gijonés Balsa Ron el final de la primera parte y cuando los jugadores se dirigían al vestuario, un seguidor golpeó con un ladrillo en la cara a Santos, abriéndole una brecha en la frente de cuatro puntos. Además, en el descanso, un grupo de exaltados lanzaron de punta una viga de hormigón por una de las ventanas del vestuario del Zaragoza, que estuvo a punto de alcanzar a varios jugadores. Y en en el minuto 76, una pedrada impactó en la cabeza de Violeta, que sufrió una fuerte brecha en el parietal izquierdo y tuvo que ser sustituido por Irusquieta.
Al término del partido y con el público de Villarreal agolpado en la puerta de vestuarios de El Madrigal esperando la salida de la expedición del Zaragoza, Zalba, objetivo número uno de los más violentos, tuvo que cambiar su gabardina por la trenca de Ocampos para pasar desapercibido y poder subir sin problemas al autobús, donde se montaron tres números de la Guardia Civil y se recibió escolta de la policía municipal hasta las afueras de la localidad castellonense. A pesar de todo, el Zaragoza se impuso por 0-3 en un verdadero barrizal.
En las últimas jornadas de la primera vuelta el Zaragoza fue capaz de arrancar un valioso empate en León frente al tercer clasificado, la Cultural de Marianín, el ‘jabalí del Bierzo’, después de ponerse 0-3 en los doce primeros minutos y de que el árbitro tuviera que suspender momentáneamente el partido al impactar una bola de nieve endurecida en un ojo del portero Villanova. Y después derrotó de forma consecutiva al Mallorca (3-0) y al Rayo Vallecano (0-1), pero cuando la ilusión empezaba a dispararse entre el zaragocismo, el Oviedo, segundo clasificado, se llevó la victoria de La Romareda en una tarde de agua, barro y desgracia, al resbalar el central Manolo González en un despeje y servirle al balón en bandeja al delantero centro oviedista Galán, que acabaría conquistando esa temporada el ‘pichichi’ de Segunda con 22 dianas.
El Zaragoza despidió la primera vuelta en la quinta plaza, a cinco puntos del líder Castellón, a tres del Oviedo y a uno de la Cultural Leonesa. El Elche, cuarto, estaba empatado a 23 puntos con el equipo aragonés.
“No se ha podido hacer más. Ha habido ocasiones para marcar cuatro o cinco goles, pero el balón no ha querido entrar. Estos dos puntos tienen trascendencia, pero no se ha perdido todo”, señaló un resignado Rafa Iriondo.
Quizá para levantarle el ánimo, Eduardo Toba, el entrenador del Oviedo, tuvo unas palabras proféticas: “Sé que el Zaragoza ascenderá a Primera”.
(El relato de esta temporada continuará mañana en el capítulo XXXI de esta serie de Historias de Segunda).