La madre coraje del Leganés, en primera línea contra el covid-19
Blanca Poza, hincha del Leganés, se hizo conocida por superar un cáncer inspirada en las gestas pepineras. Ahora usa su valentía para ayudar contra el Covid-19 en el Hospital de La Paz.
La armadura de Blanca Poza se esconde tras su sonrisa. Ella cree que la hace invencible. Pero no lo es. Blanca es vulnerable. Más en estos tiempos de pesadillas con microscópico nombre. Covid-19 se llama nuestro enemigo común. Algunos ni lo mientan. Bicho, le rebautizan. Como si disfrazado fuera menos peligroso. Así, bicho, llamaba nuestra heroína al cáncer de mama que amenazó con llevársela hace dos años. No lo logró. Con su armadura reluciente siempre en la cara, tumbó al enemigo invisible usando como motivación el ejemplo de su Leganés en el Bernabéu. El pepinazo copero de 2018 la inspiró. “Si ellos han podido, yo también”. Palabra de Blanca. Palabras mayores. Pero tras su victoria, la realidad. No, Blanca no es invencible.
Haber pasado por el cáncer la convierte en integrante de los grupos de riesgo con los que el Covid-19 se está cebando. La enfermedad la convirtió en una mujer inmunodeprimida, esto es, con las defensas más bajas que una persona sana. Y aunque Blanca lo está, aunque ya superó la enfermedad (tiene revisiones periódicas, hasta ahora todas cargadas de buenas noticias) en su caso el riesgo de complicaciones es enorme si se contagia del coronavirus.
Debería importarle. Pero ella no hace caso. Por eso está combatiendo contra el ‘bicho’ (el nuevo, el covid-19) desde primera línea de batalla. Con su armadura sonriente como única defensa. Con su enorme generosidad como única motivación.
Su trabajo diario en La Paz
Blanca es administrativa en el Hospital de La Paz, en pleno centro de Madrid, a unos 20 kilómetros de su casa en Leganés. Pertenecer al grupo de riesgo y trabajar en la zona de cero de la pandemia, en uno de los hospitales más saturados de la capital, no le ha hecho parar su actividad. Al contrario. La ha redoblado ofreciéndose para atender cualquier necesidad. Para cubrir cualquier ausencia provocada por el coronavirus.
Tres de sus compañeras ya han caído. Otras se han hecho el test ante la aparición de síntomas que, casi siempre, no indican nada más que miedo. Mucho miedo. Blanca, sin embargo, no nota nada. Ni síntomas. Ni miedo. Solo la presión de los suyos para parar o, al menos, para hacerse unas pruebas que los especialistas han desaconsejado precisamente porque no muestra ningún signo de verse afectada.
Entre tanto, ella, a lo suyo. A despertarse todos los días a las 6 de la mañana, coger el metro, llegar al trabajo y currar a tope sin temor alguno a verse afectada. “¿Sabes qué? Yo creo que el coronavirus, el 'viruchito' éste, asomó un día la cabeza por la puerta, me vio y dijo: ‘Si ésta ha vencido al cáncer, no tengo nada que hacer con ella’. Se dio la vuelta y se fue”, bromea al otro lado del teléfono poco antes de que en el reloj sean las ocho de la tarde.
La hora de los aplausos a los que, como ella, se dejan la piel por los demás. “Te dejo que toca ver el próximo partido”, dice. “¿Qué partido?”, le preguntamos. “El Levante – Las Palmas”, se carcajea antes de colgar, luciendo como siempre esa armadura que es su sonrisa. La que la hace creer invencible, aunque ella, como todos, no lo sea.
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