REAL ZARAGOZA / HISTORIAS DE SEGUNDA (V)
Lorente Laventana, el presidente del primer ascenso
No le entusiasmaba el fútbol, sino la política, pero le cupo el gran honor de presidir al célebre equipo de los ‘Alifantes’, que el 19 de abril de 1936 logró el primer ascenso del Zaragoza a Primera División.
Felipe Lorente Laventana nació en el número 121 de la zaragozana calle de San Pablo el 9 de agosto de 1890, aunque sus padres, Felipe y Adela, eran naturales de Gea de Albarracín (Teruel). Desde muy joven sintió una gran atracción por la política, probablemente contagiada por su tío Manuel Lorente Atienza, figura destacada del republicanismo local antes incluso de la renuncia de Alfonso XIII y que fue el primero de los cinco gobernadores civiles que tuvo Zaragoza desde que el 14 de abril se proclamó la II República hasta el final de ese 1931, y posteriormente diputado en Cortes Generales en Madrid. Felipe Lorente fue elegido concejal del Ayuntamiento de Zaragoza por el Partido Republicano Radical -partido fundado por Alejandro Lerroux en 1908 de bases ideológicas muy volátiles: sus planteamientos oscilaron entre el radicalismo anticlerical y violento, que le llevó a participar muy activamente en los hechos de la Semana Trágica de Barcelona (1909), el republicanismo moderado y el conservadurismo y la colaboración con la derecha monárquica y confesional, durante la II República- en las elecciones municipales del 12 abril de 1931, y nombrado primer teniente de alcalde de la ciudad por su gran amigo y correligionario el alcalde Sebastián Banzo Urrea, más tarde también diputado en Cortes. El 13 de diciembre de 1933 pasó a ocupar de forma accidental la alcaldía de Zaragoza, al suspender el Gobernador Civil Elviro Ordiales al nuevo alcalde Federico Martínez Andrés “por la apatía y pasividad mostradas en la represión del movimiento anarquista”, que durante cinco días provocó gravísimos disturbios y varios atentados en la ciudad, con un balance de diez muertos, numerosos heridos y 220 detenidos.
Lorente Laventana, al que no le entusiasmaba el fútbol, seguía como concejal en el Ayuntamiento de Zaragoza cuando el 17 de agosto de 1934 sucedió a José María Gayarre en la presidencia del Zaragoza. Éstas fueron sus primeras palabras en el cargo: “Sin merecimientos de ningún género, unos buenos amigos me han llevado a la presidencia del Zaragoza Fútbol Club. El cargo en sí encierra dificultades que mi entusiasmo habrá de salvar, pero la encomienda es más difícil al verme precisado a sustituir a José María Gayarre, quien, primero como vicepresidente y después como titular del cargo, ha guiado la nave zaragocista al puerto de salvación donde me es entregada. Conservarla en él dentro de las modestísimas posibilidades en que nos vemos precisados a desenvolvernos, ha de ser nuestro principal objetivo y por conseguirlo la Junta Directiva del Zaragoza no ha de omitir esfuerzo ni sacrificio alguno”.
Así recordaba Gayarre en sus formidables e inéditas memorias este relevo: “Cuando llegaron momentos de cansancio y vacilación, la voz sincera de Lorente se dejó oír y para dar ejemplo y ánimos a todos no tuvo inconveniente en cargar con la presidencia del Zaragoza. De su paso por la directiva del club quedó como fundamental, aparte de la materialidad del ascenso a Primera División y de la nivelación de la situación económica, su incansable labor por aunarnos y mantenernos en tensión a quienes ya comenzábamos a dar señales de disentimientos producidos por el agotamiento inherente a muchos años de incesantes batallar”.
Su padre tenía un almacén de papelería y material de oficina, primero en la calle del Temple y después en la calle Don Jaime esquina a San Jorge, pero al morir y debido a algunas discusiones familiares, Felipe Lorente fue apartado del negocio. Logró quedarse, sin embargo, con el arrendamiento y explotación del Teatro Principal, pero no tuvo el éxito empresarial esperado. Llamado expresamente por José María Gayarre, se incorporó entonces al equipo directivo de la Sociedad Aragonesa de Cementos Portland, donde le tocó vivir una durísima lucha sindical entre la UGT y la CNT, que provocó un sinfín de huelgas y conflictos en la fábrica que la empresa tenía en el barrio de Miraflores.
El 18 de julio 1936 seguía en el Ayuntamiento como concejal por el Partido Radical, cargo del que fue depuesto, junto a toda la corporación municipal, el 21 de julio de 1936.
“Cuando estalló el Alzamiento Nacional, no quedaba ya en Lorente Laventana, como en tantos desilusionados españoles, más que el afán de que pronto viniera algo, lo que fuera, que barriera aquel malhadado Frente Popular, prisionero de sus propios errores y desbordado en su propio sectarismo por las fuerzas incontrolables que él mismo había fomentado para su sostenimiento”, recordaba Gayarre en sus memorias.
El caso es que, ya fuera por su citado desengaño político o por pura supervivencia, Lorente prestó indudables servicios a la sublevación militar desde el primer momento. En septiembre de 1936 se instaló en Irún, junto a su compañero de la directiva del Zaragoza Julián Troncoso Sagredo, coronel de Caballería y recién nombrado comandante militar y jefe de fronteras de Irún. Y allí montó un negocio de transportes, y desde allí prestó a la Comandancia Militar importantes favores. Felipe Lorente Laventana tenía buenos amigos en Francia y, en un continuo pasar y traspasar la frontera, logró organizar una red de información eficiente para el Cuartel General de Franco y el V Cuerpo de Ejército, además de localizar a muchos ciudadanos de derechas huidos en los primeros días de la guerra a Francia para que se incorporaran con normalidad a la España Nacional.
Presentó su dimisión oficial de la presidencia del Zaragoza el 3 de febrero de 1937 y su último servicio al fútbol fue representar al club y a la Federación Aragonesa en San Sebastián, en la primera asamblea de la Federación Española de la Zona Nacional, el 15 de mayo de 1937, donde Lorente apoyó decididamente la elección de su amigo Julián Troncoso.
Al acabar la Guerra Civil se trasladó a Madrid con su familia y montó varios negocios sin fortuna. En 1953 emigró a la República Argentina y en Rosario fundó una empresa de transporte que dirigió hasta su fallecimiento el 7 de diciembre de 1960, con 70 años.
A Felipe Lorente Laventana le cupo el gran honor de presidir al célebre equipo de los ‘Alifantes’, que el 19 de abril de 1936 logró el primer ascenso del Zaragoza a Primera División.