Jordi Alba abre un nuevo conflicto en el Barcelona
Su gesto llevándose las manos a los oídos para reprochar a los socios por sus pitos podría alimentar un enfrentamiento jugadores-afición que incendiaría el final de curso en el Camp Nou.
Quien más, quien menos, se acuerda, cada vez que ve a un jugador llevarse las manos a las orejas, del gesto del Topo Gigio de Juan Román Riquelme a Mauricio Macri en 2001 que tan famoso se hizo en Argentina. Pero en Barcelona, ese gesto de Jordi Alba a la grada cuando hizo el ficticio 2-0 a la Real, que ni siquiera fue el 2-0 porque fue anulado, recordó al que Philippe Coutinho realizó después de hacerle el 3-0 al Manchester United la temporada pasada. Coutinho no tiene nada que ver con Alba, que es un canterano y un jugador con carrera en el Barça y querido por la afición. Pero Alba ha arriesgado y ha abierto, tal vez, el último melón que quedaba por destrozar en Can Barça. El conflicto jugadores-afición podría incendiar el final de temporada en el Barcelona. Un hilo vital en la salud de un equipo.
El caso es que, después de una victoria sufridísima de la que no había mucho que presumir, Alba empujó un centro de Ansu Fati y, dolido por los pitos del Camp Nou, se puso las manos en las orejas y dejó un desplante, enojado por lo que consideraba una crítica injusta que acabó por hacer pública hace los medios: "Los jugadores se lo dejan todo. A ningún jugador nos gusta no jugar bien, pero que nos piten en el minuto quince con empate a cero no me gusta. Igual que yo respeto a todo el mundo, me tienen que respetar a mí. Y no me gusta que nos piten".
Como resumió con acierto el periodista Ricard Torquemada en Catalunya Ràdio, "los jugadores del Barça y la afición empiezan a mirarse a la cara". Durante mucho tiempo, y con los malos resultados, siempre ha existido alguna capa que evitase el conflicto directo entre la plantilla y el socio. La última víctima fue Ernesto Valverde, a quien el tiempo, poco incluso, ha terminado por dar la razón. La afición que pensó que el fútbol post-Valverde emocionaría ya ha entendido que, tal vez, la vaca ya no echa más leche y que no era un asunto de entrenador, sino de jugadores, que el Barça no pueda alcanzar la perfección. En estos días, el Barça llega hasta donde llega.
Y como los primeros que lo saben son los profesionales, tal vez eso es lo que más les duela y por ahí vayan los lamentos de Jordi Alba. El Barça lo puso todo en el campo contra la Real, con Messi a la cabeza. Los jugadores se dejaron el alma y el equipo ganó. Pero una afición que ha estado acostumbrada a la excelencia durante más de una década no termina de asumir que este equipo de leyenda pueda dejar de jugar de manera brillante. El conflicto tiene incluso un emotivo punto cruel. Apoyar hasta el final a jugadores que han ganado más de 30 títulos o contestarles.
Esas palabras de Alba pueden ser un reproche. Pero también un SOS. Admitir que, ahora que ya no pueden ganar como máquinas, necesitan el aliento de la gente para poder seguir optando a ganar títulos. De lo que parece que nadie saldría beneficiado, ni el socio culé ni jugadores, es de consolidar una grieta. Al aficionado lo que le gusta es que su equipo gane partidos y al futbolista, como cualquiera, que la gente no le señale. Habrá que estar atento al desarrollo de esta nueva polémica que se abre en el Barça de los líos, con Bartomeu abroncado ya como norma general por lo que parece y con una auditoría interna que resolver por el asunto de I3 Ventures. Pero, desde fuera, el Barça ya anda metido en otro tipo de carrera, la electoral. Y ahí, todas las familias del barcelonismo mueven hilos y marionetas. Y todo vale, hasta que se rompan los lazos futbolistas-afición.