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ATLÉTICO

Correa entierra la maldición del dorsal número '10' en el Atlético

Desde que Arda Turan se fuera del equipo, en 2015, Óliver y Carrasco en su primera etapa llevaron ese dorsal sin lograr consolidarse en el equipo.

Madrid
Koke besa a Ángel Correa después de que el argentino le asistiera para el 2-1 del Atlético frente al Villarreal.
GABRIEL BOUYSAFP

El fichaje es. Durante una temporada son muchas las veces en las que esa frase se cuelga de algún jugador. Uno que destaque, que brille, que se eche el equipo a la espalda. Muchas son pero a ningún futbolista le encaja mejor en el Atlético 2019-20 que a Ángel Correa (Rosario, Argentina 1995). Porque seis meses después de que la temporada comenzara el fichaje es él, con mayúsculas, negrita, subrayado. Ese Ángel Correa que había llegado al Atlético en 2015 y que antes de si quiera jugar pasó por un quirófano en Nueva York para extirparle un tumor benigno en el corazón y pasó un año en blanco, entrenando pero no jugando (más allá del Sudamericano 2016, del que se proclamó campeón y MVP). Y que después de aquello debutó con muchos adjetivos alrededor, sobre todo uno, el próximo Kun, o un diamante. Adjetivos que se fueron apagando en las boca a medida que la efervescencia de sus actuaciones menguaba, sólo de treinta minutos, segundas partes, revulsivo.

El verano pasado hizo la maleta a Milán en varias ocasiones, o la tenía hecha directamente, por si acaso en cualquier momento debía volar. El argentino era la carta de cambio que tenía el Atlético para poder fichar a Rodrigo Moreno. Simeone pedía insistente otro delantero pero el límite salarial apretaba. O salía uno o no podía llegar nadie. Ese 'uno' elegido era Correa. Pero el Milán jamás llegó a los 50 millones que el club rojiblanco pedía. Correa se quedó. Lo escrito: el fichaje de este Atlético es su permanencia. Ha logrado incluso terminar con una maldición que el equipo arrastraba desde hace cinco años prendida al '10'. Desde Arda Turan ningún rojiblanco había conseguido consolidarse con éste a la espalda

No lo hizo Óliver Torres, que regresó al Atlético justo en el verano que el turco se fue al Barça, para dejar de ser Arda, por cierto, la temporada 2015-16. Lo hacía después de brillar en su año de cesión en el Oporto, elegido jugador revelación, 40 partidos, 7 goles, el futuro a los pies del canterano. El '10' que llevaron Pantic, Agüero, Juninho, Futre. Ese '10'. Pero no terminó de adaptarse, se apagó en la banda derecha, al verano siguiente regresaría a Oporto después de 33 partidos y un sólo gol. El '10' pasaba a otra espalda: la de Yannick Carrasco. Pero tampoco. Temporada y media, la 2016-17 completa y hasta febrero de la 2017-18, la primera parecía, la segunda hizo la maleta a China. Tampoco se adaptó a la banda derecha. El '10' pasaba a Correa. Un Correa que sí que parecía, pero no, no terminaba de dar ese paso al frente que le pedía el Cholo. Su tiempo en el Atlético parecía haberse agotado. Pero no. Quedaba lo mejor. Y lo mejor es ahora

Porque sí. El fichaje es Correa. Un Correa determinante. El séptimo futbolista de campo más utilizado por Simeone (1.984'), el segundo en el gol (7, a tres de los 10 de Morata), el primero en las asistencias (8, cuatro más que Koke y Trippier, los siguientes). El rojiblanco decisivo ante el Espanyol, Betis, Levante, Granada, Villarreal, Cultural Leonesa en Copa, Barça en Supercopa de España. Suma y sigue. El futbolista diferente del Cholo. Ese que, como escribe en Twitter Los Tipos Duros No Escriben del Atleti (@BishopAndGittes): "Hay jugadores que si tienen un segundo te regatean en una baldosa. Correa ahí te monta una rave, un casino ilegal, se arruina, te conquista y aún le sobra tiempo para tomar un mate". No se puede decir más en menos caracteres, 180. Correa ha cogido el testigo de Arda. En el dorsal y la clase, lo imprevisible. El fichaje.