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JUVENTUS

El resurgimiento de Dybala

El argentino dejó ante el Udinese otras dos perlas y, tras tener pie y medio fuera de la Juve, vive con Sarri un estado de euforia renovado. Del Piero lo celebra.

Dybala celebra el golazo que le marcó al Udinese.
ISABELLA BONOTTOAFP

Del Piero saltaba de su asiento y no podía reprimirse en las redes al observar la familiar obra de arte con que Dybala había vuelto a obsequiar a la afición juventina. Un gol a la Del Piero, como se bautizó en Italia hace tiempo ese quiebro hacia dentro para golpear con el interior, alojando la pelota en la escuadra.

Dybala lo hizo ante el Udinese en una nueva exhibición de La Joya, que vuelve a brillar. Pinturicchio intercambió elogios con el argentino en las redes. “Los poderes del 10 y del brazalete…”, respondió Dybala para regocijo del pueblo bianconero, contemplando la imagen del golpeo con el 10 serigrafiado y la cinta de capitán.

La Joya está protagonizando uno de esos guiones de revancha en el fútbol. Un 'risorgimento' en toda regla. Y sorprende, cuando este verano tenía pie y medio fuera de la Vecchia Signora, que pretendía cuadrar cuentas con su venta. Primero ya pareció tomarse las medidas de la camiseta del United en un intercambio con Lukaku y, posteriormente, estuvo a un paso de enfundarse la del Tottenham. Era la manera de terminar con una incómoda última temporada en la que su tensa relación con Allegri le puso en el disparadero.

Precisamente, en febrero pasado las hostilidades entre el técnico y el jugador estaban en plena efervescencia, después de un desplante del 10. Se apuntaba a costumbres disolutas del argentino fuera del campo como trasfondo. Al final solamente se marchó Allegri y ahora Dybala es otro. En parte, por Sarri y en parte, también, por Allegri. Debe decirse.

Es cierto que el peso y la decisión que está teniendo el talento argentino bajo la batuta del preparador napolitano es diferente. Lo primero que se evidencia es su área de influencia. Con Allegri vivió un paulatino alejamiento del área para hacer sitio al tridente, sobre todo a Mandzukic. El croata daba “equilibrio”, entre otras cosas. Mucho que digerir para el cordobés que, además, tuvo que hacerle espacio a Cristiano. Casi apartarse, porque todo pasaba a orbitar alrededor de otro. Su distanciamiento de la portería se tradujo en su temporada con menor producción como bianconero. Únicamente diez goles en 42 partidos. Ahora ya lleva once en 25 encuentros.

Algunos señalan directamente al estilo alegre y vertical de Sarri como base para descorchar de nuevo la versión más desenfadada de Dybala. Otros en Italia lo observan como el último tramo del proceso evolutivo que obsesionó y ocupó a Allegri, para convertirle en un jugador total. No hay duda de que su fútbol se endureció a las órdenes del técnico de Livorno. Quizá prueba de ello fue el penalti que fabricó en el Olímpico, mezcla de la presión alta de Sarri y la responsabilidad que trató de inculcarle Allegri. Lo pagaron Veretout y la Roma.

El ‘risorgimento’ de Dybala tiene también algo de unión. Y es que el 10 aparece eufórico dentro de la química que se ha generado entre las tres estrellas. Más tranquilo, con la confianza sin ambages del técnico y con la complicidad de Cristiano y de Higuaín bajo el brazo, Dybala se gusta y comparte responsabilidades. Frente al Udinese dejó dos obras de arte. La de su gol y la del tuya mía sin fin que terminó con el tanto de Higuaín. Por el camino han quedado otras, como el latigazo sin ángulo que quebró la rodilla del Atlético en la Champions. La Joya ha vuelto.