Nikolaidis: "La voz de Simeone ya impresionaba, nos ponía a correr"
El delantero griego, campeón de Europa, dejó una imagen de compromiso en una época difícil del Atlético. En su país, trascendió más allá del fútbol. Analiza con AS su carrera.
Demis Nikolaidis (Giessen, Alemania, 17-9-1973) es hoy un próspero hombre de negocios en Grecia, dirige junto a su mujer Despina Vandi una empresa de organización de eventos llamada Eleven, habiendo aparcado, por el momento, su presencia en los medios deportivos helenos. Sin embargo, su nombre está grabado en la mitología del fútbol griego y, en España, dejó un buen recuerdo pese a jugar únicamente un año en el Atlético. Llegó en el verano de 2003, obligado, después de su enfrentamiento con Chrisostomos Psomiadis, presidente del AEK en aquel momento. Nikolaidis, una estrella dentro y fuera del campo en Grecia, se había rebelado y, según él mismo fue incluso amenazado Psomiadis había llevado al club a una situación delicada y Nikolaidis no se lo perdonaba. Pero se vio obligado a emigrar y el Atlético apareció en su vida.
De la mano del agente Ernesto Bronzetti, llegó para convertirse en el escudero de un joven Fernando Torres en un Atlético que intentaba remontar el vuelo, en su segunda temporada en Primera después de pasar por el infierno. As ha contactado con él para recordar su carrera y comprobar que unos meses en Madrid sirvieron para ganar a otro atlético para la causa de por vida. “Me sigue sorprendiendo. Recibí mucho cariño de los aficionados del Atlético desde el primer momento. Era espectacular. Solamente llevaba unos meses, pero gritaban mi nombre”, recuerda emocionado mientras se le explica que el Calderón será en breve historia.
Nikolaidis era una estrella en su país por sus goles en el campo y por la atención que le prestaban los medios fuera por su matrimonio con Despina Vandi, la popstar griega del momento. Pero Demis se había ganado su fama con una entrega en el campo que no tenía límites. Era un emblema del AEK y de su selección, pero al Atlético vino para despejarle el camino a Fernando Torres. No le importaba en absoluto. “Fernando tenía solamente entonces 19 años, era el chico más amado en todo el vestuario. Era un jugador tímido, pero genial. Yo lo veía como mi hermanito pequeño, trataba de encontrarlo siempre en el campo y hacer lo necesario para ayudarle a marcar”, explica sin tapujos. En aquella plantilla, la de la temporada 2003-04 coincidió también con los actuales conductores del Atlético. Germán Burgos era el portero y el Cholo seguía dando guerra en el centro del campo. Nikolaidis ya presagiaba lo que después ocurriría. “Veo al Cholo hoy y veo ese mismo carácter, el que tenía entonces. Es un ganador y cuando jugábamos su voz ya impresionaba, gritaba y nos ponía a todos a correr. Nos contagiaba. Era un buen tipo”, señala el ariete que no pudo dar todo lo que hubiera deseado en el Atlético. Las lesiones, una constante en su vida y que propiciaron su pronto retiro, le persiguieron. También su obsesión por salvar al AEK.
“Hasta febrero todo era mágico. Pero me involucré mucho en la compra del AEK, muchas horas al teléfono para algo que era un sueño para mí. Creo que eso afectó a mi rendimiento y provocó mi lesión. Lamentablemente fue algo que me costó mi puesto como titular en la Selección griega, que después nos trajo el regalo de ganar la Eurocopa de 2004”, se sincera el ariete. Nikolaidis lleva al AEK en el corazón y en Grecia se le respeta también por su romanticismo. Llegó a rechazar ofertas millonarias del Olympiacos, por ejemplo, para no traicionar a su sentimiento. El privilegio de verle encaramarse a la valla del fondo tras cada gol fue solamente para los hinchas amarillos.
En el Atlético encontró tranquilidad junto a su esposa, lejos del agobio heleno. “En España era todo más tranquilo, amamos a su gente y fue especial porque allí nació nuestra hija”, explica mientras se refiere al momento actual del Atlético y a las rachas de los delanteros. Costa se ha lesionado, pero antes no estaba pasando precisamente por su mejor momento y un ariete experimentado como Nilolaidis lo entiende perfectamente. “Las rachas son normales, pero es más una cuestión psicológica. El gran problema es cuando afecta a tu confianza, ese puede hacer que te plantes ante el portero y, por un momento puedas pensar que hay una opción de fallar, entonces al 90% no vas poder marcar. Si eres capaz de invertir mentalmente esa percepción es cuando las cosas van a volver a funcionar”, explica. “Mi estilo era diferente al de Costa, creo, pero puedo decir que aunque yo era mucho más corto de estatura (1,74m), de cabeza iba muy bien porque tenía un timing de salto muy bueno”, argumenta sobre sus propias capacidades.
Nikolaidis se empleó con ardor en el Atlético. Le costó entrar, pero logró hacerse un hueco y con él el equipo mejoró. Empezó a despegar, pero entonces las lesiones liquidaron su crecimiento y coincidió, además, con un bajón del Atlético aquella temporada. El equipo jugaba mejor con él. Primero una hernia y luego una lesión muscular, terminaron por cercenar sus aspiraciones y el equipo se dejó sus posibilidades de Europa. Pese a sus problemas físicos, Otto Rehhagel, seleccionador griego en aquel mágico 2004 incluyó a Nikolaidis en la lista. Serían sus últimos momentos como futbolista. Había sido el referente, pero en la cita Vryzas y Charisteas fueron los titulares y el combinado heleno consiguió un triunfo histórico. Nikolaidis salía desde el banquillo y fue titular únicamente en el partido de cuartos de final contra Francia. Hoy, 15 años después tiene clara la receta de aquella gesta griega. “La colectividad, la disciplina y el resistirse a perder fueron los valores que nos llevaron a aquel éxito”, señala. Hoy el fútbol griego vive apartado de los grandes torneos, mirando con nostalgia a aquellos héroes de 2004. “Lo único que no le falta al fútbol griego ahora mismo es talento, eso sí, nos falta todo lo demás”, reconoce con tristeza encontrando paralelismos entre el fútbol y la situación que vive el país. Nikolaidis dejó el fútbol con apenas 30 años, agobiado por las lesiones, para embarcarse en salvar al AEK. Lo hizo. Lo saneó como presidente. Fue pionero llevando a Serra Ferrer, el primer técnico español en el fútbol heleno, y se le reconoce su intentona de apartar a los ultras. Además, consiguió convencer a Rivaldo de vestirse con la camiseta amarilla.
La temporada pasada concluyó, de momento, su exitosa inclusión en los medios. Ha tenido presencia importante tanto en la radio como en la televisión analizando el fútbol y el deporte en general. Disfruta con cada griego que se abre paso, como lo hace ahora con Tsitsipas. Pero no pierde de vista al Atlético. “Siempre sigo los partidos del equipo, tanto yo como mi hijo”, exclama orgulloso.