El 9 de marzo de 2018 el Girona era un equipo feliz. No sólo disputaba por primera vez en su historia una temporada en Primera, sino que aquel viernes, tras el partido, el equipo durmió en la séptima plaza. Un puesto que, salvo contadas excepciones, garantiza en España la clasificación para la Europa League. Un sueño que se evaporó en el tramo final de campeonato pero que estuvo al alcance de la mano gracias a que el equipo sumó tres victorias consecutivas: Celta de Vigo, Villarreal y Deportivo de la Coruña fueron las víctimas.
Casi dos años después, o para ser exactos un año y ocho meses, el Girona está en disposición de volver a ganar tres partidos seguidos. Una situación que se dio con Eusebio y Unzué, pero que nunca llegó a materializarse. En la temporada de Eusebio el Girona ganó solo una vez dos partidos seguidos (curiosamente también ante Celta y Depor) pero el Barça frustró el tercero. En esta temporada, con Unzué al mando, el equipo estuvo en dos ocasiones al borde de lograr la tercera victoria.
Sucedió en la jornada cinco y en la once, pero en ambos casos el tercer partido concluyó con una dolorosa derrota. Ante el Cádiz primero y contra el Elche después, el Girona fue ampliamente superado por dos goles.
Pero la situación que se presenta ahora, en gran medida, es diferente. Primero porque el equipo ha cambiado la cara, pero también porque el rival, la Ponferradina, no es tan potente como Cádiz o Elche. Sin embargo, en ningún caso el Girona se encontrará con un partido sencillo en El Toralín y deberá corregir los numerosos errores del partido ante el Tenerife si quiere llevarse al fin la victoria.
El Girona, pese a que no esté aún en puestos de playoff, ya está con los mismos puntos que el sexto clasificado. Pero lo que para muchos equipos de la categoría sería un éxito, para el Girona solo es un premio de consolación: el gran objetivo del equipo es el ascenso directo. Con El Cádiz desmarcado (está a 12 puntos) el objetivo es el segundo clasificado: está tan solo a tres.
