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BARCELONA

Dembélé perdió un balón cada 3,6 minutos en Praga

En 22 minutos extravió seis balones. Fue el segundo jugador del Barça junto a Semedo que más balones perdió. Suárez perdió ocho, pero en 90 minutos. Messi acabó desesperado con él.

Actualizado a
El extremo francés del Barcelona, Ousmane Dembélé, durante un partido.
David W CernyReuters

El regreso de Dembélé después de su tan discutida como absurda expulsión contra el Sevilla resultó un desastre. Convencido de que no podría haber escenario mejor para darle minutos, con el Slavia volcado y todo el espacio del mundo por delante, donde resulta devastador, Valverde le dio 22 minutos para que le pusiese el lazo al partido en alguna larga carrera. Quitó a Griezmann, algo apagado en ataque pero solidario y jugador de equipo, y metió a su compatriota, un satélite. En 22 minutos, Dembélé intervino doce veces en el partido. En seis de ellas, un 50 por ciento, perdió la pelota. En total, seis balones extraviados en 22 minutos, uno cada 216 segundos. Para hacerse una idea de hasta qué punto Dembélé fue una máquina de perder balones, la comparación le destroza. Suárez, en la posición de nueve, perdió ocho balones en 90 minutos. Semedo, apretado los 90 minutos por Olayinka, perdió seis en todo el partido, lo mismo que Dembélé en un ratito.

El francés terminó sacando de quicio a Messi, que no se sabe si por propia frustración o por desesperación con el francés, se terminó arrancando el brazalete de capitán en una acción en la que habilitó al ex jugador del Borussia Dortmund en la izquierda. Suárez, Vidal y el argentino corrieron al área esperando el centro del francés, que se hizo un lío con un regate y mandó la oportunidad al limbo. Valverde intentó exculparlo. "No ha tenido mucha fortuna en el último tercio. Lo que esperamos de él es que nos resuelva situaciones problemáticas como las que ha tenido hoy", dijo el técnico en la sala de prensa del Sinobo Stadium. Noches así hacen que se pierde la fe y la paciencia en Dembélé, un jugador que costó 140 millones de euros y que no pasa de ser una gran promesa. Nadie discute sus enormes condiciones, pero su precio y su teórico prestigio le obliga, al menos, a ser decisivo en escenarios inmejorables para él. Ya no se le exige que decida partidos cerrados en los que tiene más problemas para tomar buenas decisiones. Es que al menos ayude al equipo a matar partidos en los que puede aprovechar sus tremendas condiciones físicas. Muchos lo consideran un caso perdido. Es difícil, sin embargo, sentenciar en fútbol. Menos cuando se tienen, al menos al vacío, unas condiciones tan impresionantes. Noches como las de Praga hacen recordar aquella expresión de Héctor Cúper sobre el rumano Adrien Ilie. "Despilfarro de talento". Dembélé hace honor muchas noches a esa locución.

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