El tridente hace novillos
Simeone alineó a Morata, Diego Costa y João Félix en Zorrilla pero no aparecieron. El Valladolid desperdició un penalti en la primera parte. Correa remató al palo en el 81'.
El Valladolid espejó al Atlético desde la primera pelota. Salieron los dos equipos muy intensos, con las líneas muy juntas y repartiéndose los acercamientos al área. Uno tú, uno yo. Si Sandro testaba a Oblak con un disparo lejano que el portero blocó, Morata le sacaba una amarilla a Nacho en el minuto 2 y João Félix dejaba un pase de caño de primeras le gritaba algo a LaLiga: el tridente del Cholo aquí también ha llegado.
Trataba de mover la pelota muy rápido el equipo de Sergio, con Olivas, que al final llegó, y Joaquín por San Emeterio en su once. Una intensidad asfixiante, cerradísimo el partido, y que casi se lleva por delante la pierna de Morata. Porque Toni Villa entró con los tacos al tobillo: si la tiene apoyada le lesiona. Vio amarilla en lo que era una roja. No recibió llamada del VAR el árbitro para revisar. El Valladolid fue tomando el control del partido, con juego por fuera, movimientos de Santos y ayuda rojiblanca: no le presionaba la salida.
Sobrevolaban en Zorrilla los Valladolid-Atlético de la temporada pasada, y sus polémicas, aquella mano de Arias, como ese balón de córner de Sandro que se paseó por la línea de gol sin rematador. Amenazaba el Valladolid, ante un Atleti que a Masip cada vez lo veía desde más lejos. Si de Costa no había noticias y de la circulación rápida rojiblancaa tampoco, cada vez que Morata arrancaba con el balón, zas, entradón y al suelo. O lo lesionaban o lo cabreaban. Lo estaban friendo. El partido acumulaba más amarillas que ocasiones (Morata también la vio, por un codazo fuerte a Plano) cuando Thomas le dio un punterazo en la suela a Sandro en el área. Contacto hubo, pero penalti quizá sea una palabra demasiado fuerte para denominarlo. Pero aquí sí hubo llamada de VAR. Y seis minutos después, y una visita a la pantalla, Sánchez Martínez señalaba el punto de penalti. Sandro colocó con mimo la pelota, él lo lanzaría. Pero al golpearla, la pelota se le levantó levemente al pisar con el pie de apoyo y se le fue a las nubes como balón de Nivea. Dos años lleva sin gol. Se le podían leer en la cara justo después, día a día, arruga a arruga, como una condena.
Tragar tornillos rascaba menos que el partido cuando llegó el descanso. El Atleti sin haber inquietado ni un mínimo al Valladolid. Flojos Koke y Saúl, desconectado el tridente, sin laterales. Pero eso cambió nada más comenzar la segunda parte. Los laterales descubrían que había un mundo más allá de la línea del centro y en tres minutos Lodi llegaba dos veces ante Masip. Había un mundo sí y sólo allí estaba el gol. Saúl afeitaba la madera de la portería con un derechazo lejano mientras las arrancadas de Morata seguían sacándole al Valladolid amarillas. Le encontró Koke una vez en el área con un taconazo pero su disparo lo detuvo Masip con la cara. El remate de Costa en el rechace fue un chiste. Pero no hace gracia.
Tampoco esa maldición que siguió persiguiendo a Sandro ayer. La portería tiene el tamaño de un hormiguero, de puerta de Alicia, porque antes de irse al banquillo con todos los días sin gol en la cara. Tras todo su esfuerzo, después de haber sido la principal amenaza de Sergio, diez minutos más tarde de haber enviado fuera dos centímetros una volea.
A la hora Simeone de pronto parecía tener claro qué debía cambiar para tratar de ganar: juego entre líneas. Dentro Correa y Lemar. En ocho minutos los tres cambios. El último era Herrera por Morata. Costa seguiría en la hierba aunque todo, hasta el momento, lo hubiera hecho Morata. La ocasión, las arrancadas y el provocar amarillas. Pero Costa necesita más el gol. Como Sandro. Antes de que se haga maldición.
Se aceleró el partido, al ritmo que marcaban las botas de Correa. Iba, venía, atolondraba, descolocaba, pero una vez estrelló la pelota en el palo y el resto de veces el Atleti se estrelló en Salisu, omnipresente. Pedía Simeone calma, pensar, mientras Waldo perseguía a Trippier en una carrera y derribaban a Sergio, el entrenador. Vio él la amarilla. Es un milagro que el partido lo acabaran 22 futbolistas. Mañana tendrá más agujetas en la mano el árbitro de tanto sacar tarjetas que João Félix en las piernas. Once fueron. El partido acabó en empate aunque a los puntos el ganador era el Valladolid. Pero Guardiola cerró los ojos al cabecear esa pelota y remató horrible. Eso salvó al Atleti de regresar con más herida que el empate en una de sus tardes más difíciles de ver.