Orsic y Dani Olmo amargan el debut del Atalanta en Champions
El Dinamo de Zagreb bailó al son del español, pletórico. Orsic marcó un hat-trick y Leovac hizo estragos por la izquierda. Partido para olvidar de los italianos.
20:50. Túnel de vestuarios. Runrún. Nervios. Pequeños pasos. Escaleras. Ambiente. Himno. Más nervios. Una historia. Once jugadores. Un entrenador: Gasperini. 90 minutos por delante. Un homenaje a 111 años en el DNI. El 18 de septiembre, quiera o no, ya forma parte del libro de oro del Atalanta. Por suerte. O no. Porque enfrente hubo alguien dispuesto a impedir, con una exhibición, que fuera una fiesta por todo lo alto. Llámenlo Dani Olmo, si quieren, aunque cualquiera de los protagonistas del cuadro croata sirven para la exposición de lo narrado.
Algo más el internacional Sub-21. No es para menos: también debutaba en la Champions. El partido es parte de su historia y tampoco lo olvidará. Y es que el destino es caprichoso, ya saben: expuso públicamente y sin miramiento alguno que se quería marchar y hoy brilla en la máxima competición continental. Si alguien había olvidado su nombre tras la conclusión del Europeo del pasado verano, su exhibición bajo el césped del Estadio Maksimir le ha vuelto a poner en primer plano. PSG-Madrid, Atlético-Juventus, City, Bayern… No todos los focos apuntaban a Croacia, pero aquellos que lo hicieron disfrutaron de una exhibición coral.
Bajemos al césped. Primeros balones para Olmo y el público entonaba sus primeros "ohhhh". Sin embargo, no fue protagonista en el gol de Leovac. Sí lo fue Stojanovic, un dolor de muelas para la defensa del Atalanta. El lateral puso el balón al área y el otro carrilero fue el encargado de empujar el balón a placer. La pesadilla visitante se acrecentaba con las amarillas a Djimsiti, central, y a De Roon, medio centro, sin llegar a cumplirse la media hora de juego. El holandés llegó tarde a un balón. A uno, o a todos. Tanto él como Freuler estuvieron desbordados en la primera mitad y movieron la pelota lejos de la pólvora, que estuvo mojada a excepción de los destellos técnicos del Papu Gómez.
El segundo llegó a la media hora de partido. Lo marcó Orsic, también brillante. Pero lo fabricó Dani Olmo, que bailó un tango con dos contrarios arrítmicos y filtró un espectacular pase entre líneas a Leovac. El autor del primer gol puso el balón atrás y el ‘99’ se encargó de conectar el balón con la red. También marcaría el tercer tanto, gracias a otro envío sobresaliente de Stojanovic. Hubo un intermediario, Ademi, que remató en semifallo para favorecer el impacto de cabeza de Orsic. 3-0. El sueño ya era una pesadilla. La historia estaba escrita, pero algo emborronada.
El Atalanta clamaba por marcharse al vestuario. Cada balón era un castigo. El Dinamo de Zagreb hacía trenzas al contragolpe de primero de manual. Olmo se movía entre líneas, de mediapunta a la izquierda, a pequeños golpes por la derecha. Orsic era una amenaza constante e incluso Petkovic, el más desaparecido de un tridente a tener en cuenta, fijaba a los centrales y favorecía el paseo triunfal de sus compañeros. A los italianos, mientras tanto, les podía la clásica de marcar el segundo antes que el primero, pero su ansiedad no ayudaba a ganar al menos un balón aéreo o una jugada dividida.
Gasperini tenía trabajo al descanso. Su primera medida no se hizo esperar: retiró a un impreciso Freuler para dar entrada a Pasalic. Pero el guion ya estaba escrito y el director era Nenad Bjelica. Ni dos minutos tardó Dani Olmo en ser protagonista de una nueva escena: dejó pasar un balón que sorprendió hasta a sus hombres y dio un taconazo que no pudo aprovechar Petkovic. En toda historia, no obstante, hay fallos de racord. De ahí que Pasalic tuviera la primera ocasión del Atalanta 55 minutos después. Remató de volea un gran envío de Gosens, entre luces y sombras, y se le marchó desviado.
Pero nada había cambiado. Al Dinamo de Zagreb le salía todo. El Atalanta creó un circo y le crecieron los enanos. El cuarto gol es una buena muestra de ello: Theophile-Catherine ganó un balón dividido, que despejó para ahorrarse problemas. Ese envío se convirtió en un proyectil teledirigido a Orsic, que no fallaba en el mano a mano. Los gestos hablaban por sí solos. Abatidos, los jugadores del Atalanta suplicaban que sonase la campana del recreo. Parecieron niños o, al menos, la competición les quedó grande.
Con todavía minutos por delante, se vio por primera vez a Duvan Zapata. Esta vez estuvo fantástico: ganó la posición con el cuerpo, se revolvió y soltó un zarpazo para tratar de recortar diferencias. Livakovic, el hasta ahora único inédito en el gran partido del Dinamo de Zagreb, respondió con una mano prodigiosa. En Bérgamo, lo verían atónicos. Todo lo que podía salir mal, salía mal. Tiempo le dio a los locales de gustarse. Primero, con la ovación a Orsic en el cambio. Después con contragolpes mal finalizados y concediendo ocasiones que tampoco aprovechó su rival. Se lo habían ganado. En lo que iba a ser la gran fiesta del Atalanta, Orsic y Olmo fueron los reyes del baile.