'El jardín de Eden': aquí empezó a jugar al fútbol Hazard
Ahí, justo al lado de la casa de la familia, está un campo así rebautizado en honor al fichaje del Madrid. Su localización, el discreto Braine-le-Comte
A sólo 16 kilómetros del Belgian Football Centre en el que está concentrado con su selección Eden Hazard se encuentra Braine-le-Comte, su cuna personal y futbolística. En ese recogido municipio de poco más de 21.000 habitantes y 84,64 kilómetros cuadrados dio sus primeros pasos y patadas a un balón el fichaje más caro de la historia del Madrid. Y lo hizo prácticamente a la vez, al punto de que su infancia no puede entenderse sin el Stade du Sans Fond, el campo aledaño a la casa de los Hazard. Tan cercano está que abandonar la vivienda y caminar a mano izquierda unos diez segundos te mete en un césped que el paso del tiempo rebautizó como El jardín de Eden y que desde hace unos años es propiedad de la compañía Hazard Boys Team, dirigida por papá Hazard.
Ahí, ya con sus tres hijos mayores como profesionales y el más pequeño siguiéndoles, se puede ver a Thierry Hazard cuidando con suma dedicación del terreno. En ello se afana para que esté perfecto, lo que le ha valido el cariñoso apodo de El Jardinero, según cuentan a As algunos vecinos. Thierry es el guardián de ese primer estadio de Eden, en el que pasaba horas y horas de pequeño con la pelota, divirtiéndose en un marco idílico de naturaleza, como ideado para tiburones de Wall Street que buscan desconectar.
El campo es el escenario de los partidos del primer equipo del club local Royal Stade Brainois, en cuya web Thierry figura como director deportivo. Lo primero que llama la atención tras comprobar que, efectivamente, está casi incrustado en la casa familiar, es el césped, que da ganas de jugar. Eso contrasta, sin embargo, con la conservación del resto de las instalaciones: una oficina con ventanas rotas; puertas y ventanas tapiadas o cubiertas con cartones; mobiliario acumulado dentro de lo que se intuye que fue un bar; cuatro vasos junto a botellas de alcohol vacías en la grada cubierta, las huellas de una noche divertida; un cobertizo con desperdicios o una bolsa de deporte con ropa…
Sólo rompen el silencio del lugar los ruidos de ganado, procedentes de la misma casa Hazard, la cercanía de una vía por la que apenas pasará un tren a la hora y el goteo más o menos constante de coches. A él se accede por una estrecha carretera de doble sentido que conecta dos zonas residenciales, con un caminito no muy transitado a uno de los lados. "Sí, este es su campo, justo al lado de donde viven. No los conozco, pero suelo verlos como a cualquier vecino", explica Sissoko a As. "Se sabe quiénes son, pero hacen vida normal", dice Sylvine. "No estoy seguro de si viven aquí, pero seguramente los chicos jugasen aquí", sorprende por su desconocimiento Adam. Cosas de la cotidianidad, que lo normaliza todo.