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REAL MADRID

Alegría infinita del recogepelotas

Isco descubrió a Brahim de su época en el Málaga. El pasado es el ahora y Brahim e Isco son recogepelotas el uno del otro.

A la izquierda, Brahim, como recogepelotas del Málaga, observa la celebración de Isco y Cazorla.
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El recogepelotas es la sonrisa del fútbol. La esperanza de recibir un despeje descolocado de sus héroes para devolverles el esférico que se les ha ido de las manos.

Una jugada después ya están solos, aficionados sin otra cosa que hacer que seguir esperando. Si el héroe que está jugando sobre el césped es capaz de recuperar balones y conseguir éxito en la portería contraria, esa esperanza de triunfar por medio de otro se convierte en una alegría que se parece a la que, unos años antes, vivió el recogepelotas cuando le regalaron el primer balón de reglamento.

Ayer le regalaron un balón a mi nieto, a punto de tener ocho años, cuando se empieza a pensar ya en recoger pelotas de los grandes, y me contó la noticia como si estuviera cerca de la gloria, que él cifra en jugar un día como blanco y además, quizá, con el número de Isco.

En esta fotografía he visto esa biografía en la sonrisa del pequeño Brahim, que lleva en las manos la pelota que ha dejado atrás su ídolo mientras éste celebra un triunfo que parece el primero y el último de una carrera que va a ser señalada, después, con el triunfo en ligas mayores.

El triunfador es Isco, Brahim lo mira con alegría; a esas edades nadie tiene envidia, ni el que abraza a Isco. El fútbol allana el campo de las envidias, y la alegría es total. También la recibe el recogepelotas como un regalo infinito que, se ve en los ojos, jamás va a ser regateado.

Después vendrá la historia, que en este caso ha juntado a Isco y a Brahim. Ese abrazo se producirá más tarde, e Isco, inteligente y sentimental como los personajes de Antonio Soler, sentirá que es tiempo de compartir la alegría con el recogepelotas. Ahora los dos son, en su alma, recogepelotas del otro, y parece que se auguran entre ellos recorridos felices.