Mucho Vinicius y poco VAR
El Madrid ganó a un Levante mejor con dos penaltis, el segundo inexistente. El equipo de Solari quedo reducido a Vinicius. Bale no quiso celebrar su gol.
Si el Madrid pretendía un chute de autoestima en Valencia, pudo ahorrarse el viaje. Si el VAR está entre el dolor de corazón y el propósito de enmienda, conviene que insista. El Madrid ganó en un mal partido con un penalti imaginado. El contacto de Doukouré con Casemiro fue aún más leve que ese roce de dedos de Rulli al balón antes de atropellar a Vinicius que llevó a Florentino a turbar la paz de Rubiales. Errores así desvirtúan el invento. En limpio sólo sacó el Madrid la persistencia de Vinicius, increíblemente su mejor activo. Y el Levante se marchó encendido ante la doble injusticia: la arbitral y la del marcador.
Pese a que no tiene venta la moto de la Liga, Solari sacó el once anunciado para el Clásico de Copa. Eso también lo tiene el Madrid: su palmarés le obliga a guardar las apariencias, a columpiarse en el clavo ardiendo. Pero la solemnidad se quedó en la alineación, sálvese Vinicius y el que pueda, porque el Madrid bajó claramente el volumen desde el comienzo. Como en la primera hora ante el Ajax. Como en la última media ante el Girona. Como en tantos partidos que le han hecho rodar de mala manera por la tabla.
El equipo de Solari actúa frecuentemente como un perfecto desconocedor del campeonato, donde, afortunadamente, ya no hay marías. Se lo recordó un Levante trabajador, pegajoso, presionante y afilado. Un equipo con una misión, que se alargó mucho por la banda de Simon, lateral atrevidísimo; que se agrupó bien en torno a Campaña y que arriba tuvo a Morales como jefe de pista. Un jugador con velocidad y hambre, pero también con oficio para caldear la función.
Ante aquel derroche de entusiasmo firmó el Madrid un partido sin gracia. Se diría que miró por detrás de él con la excepción de Vinicius, un estrépito inesperado que va para piedra angular de la temporada. En verano era una anécdota; en otoño, un fuego de artificio; en invierno, el remolque del Madrid. En Valencia tocó todos los instrumentos: gambeteó, desbordó, robó, echó una mano a Reguilón. Se ha hecho imprescindible, ayudado por Bale, cuyos últimos partidos han estado a la altura de su castellano.
De VAR en VAR
El Madrid se puso por delante de casualidad, en un centro sin más de Modric que interceptó torpemente con la mano Bardhi. Iglesias Villanueva necesitó la ayuda del VAR para verlo y Benzema transformó el penalti. Pero antes y después fue mejor el Levante, que metió más la pierna y menos la pata, que se estrelló dos veces en los palos (Roger probó el derecho y el izquierdo) y que se dejó un gol claro en un remate franco de Róber antes del descanso. Siempre dio la impresión de que en la Liga el Madrid está loco por cambiar de conversación.
El empate, en el tercer intento de Roger, tras arrancada y asistencia de Morales, que con otro márketing andaría en un equipo de aspiraciones europeas, le quitó al Madrid esa ventaja irreal sobre la que sesteaba. Un gol de justicia que tuvo continuidad, aunque el Levante ya no gozara de tanta presencia en el área de Courtois. Tampoco se esmeró el Madrid, aunque una galopada de Vinicius acabó en remate cruzado que le adivinó Aitor Fernández. Y estando en esas llegó el exceso de vista del asistente del árbitro, que vio un patadón al aire de Doukouré en el gemelo de Casemiro, abatido por un golpe de viento. Aceptable el error de Iglesias e incomprensible el del VAR por no corregirle. Lo transformó sin ganas el golfista Bale, que huyó de la celebración maleducadamente. Un feo a sus compañeros y a la afición. Entre lesión y lesión, se le ha indigestado Vinicius.