La historia de David y Goliat es una de las más antiguas en el mundo del fútbol y en esta ida, durante gran parte del encuentro, se volvió a vivir en Gelsenkirchen. El City partía como claro favorito en la ida de los octavos de final de la Champions League frente al Schalke 04, situado decimocuarto en la Bundesiga, pero tuvo que esperar hasta los compases finales para imponerse por 2-3. A pesar de que el resultado favorece a los citizens, el cuadro dirigido por Domenico Tedesco viajará a Inglaterra en tres semanas a sabiendas de que no tiene por qué esconderse ante nadie y puede plantarle cara a un grande de Europa como lo es el City de Guardiola.
El duelo en el oeste de Alemania empezó como era de esperar. El City moviendo el cuero de lado a lado y el Schalke evitando males mayores. No tardaron los pupilos de Pep Guardiola en adelantarse por medio del Kun Agüero en una escena que dejó en evidencia al guardameta local Ralf Fährmann, pero el Schalke no se rindió y fue a por el partido. El conjunto blanquiazul logró que el City no desplegara su temido juego de posición y le remontó el partido en cuestión de siete minutos. Dos penaltis (el primero tras consultar con el VAR) le sirvieron al histórico de la Bundesliga para adelantarse en el marcador y dejar boquiabierto al segundo clasificado de la Premier, que no supo reaccionar y se quedó con diez tras la expulsión de Otamendi en la segunda pena máxima. Los británicos intentaron intimidar al cuadro local y finalmente lo consiguieron. Sané, ex perla del Schalke, y Sterling terminaron aguándole una noche al Schalke que rozó el milagro durante gran parte del encuentro.