“Ahora ya sólo pueden ganar LaLiga Madrid, Barça o Atleti”
1.076 partidos de Liga, entre Primera y Segunda como jugador y entrenador. Jabo Irureta (1948) es una institución de nuestro fútbol.
Pues le diré que Iruretagoyena significa ‘de los tres el de más arriba, ‘o el más alto’. ‘Iru’ es ‘tres’, ‘goyena’ se traduciría como ‘el de arriba, el que más’.
¿Cómo era el barrio de Irún en el que creció?
Viví mi infancia en un caserío, se llamaba Portu. Después nos bajamos al centro de Irún...
¿Vivió en el campo?
No exactamente. Era una casa solitaria que estaba muy cerca de una empresa, La Palmera, que entonces patrocinaba la Vuelta a España y que hacía cuchillas de afeitar, alicates, martillos… Mi padre era obrero de esa empresa. Ahora todo eso se ha convertido en una urbanización de casas. Yo le pedí a un pintor de Irún, Montes Iturrioz, que me pintara ese caserío para colgarlo en casa.
¿Tuvo una infancia difícil?
Yo soy del 48 así que no eran buenos años, no. Mi padre trabajaba muchísimo, como mi madre, que trabajó en la fosforera y luego seguía con la labor de la casa. Recuerdo que desde Irún había mucha gente que cruzaba la frontera para ir a trabajar al pescado, a las tiendas… Y se ganaba mucho más que en España. Y luego mi padre tuvo una gran idea…
Cuente, por favor.
La de comprar un terreno muy cerquita del caserío. Tendría 1.500 metros cuadrados. Y después de salir de La Palmera iba a la huerta y estaba igual hasta las diez de la noche. Los siete hermanos comimos mucho de lo que mi padre plantaba allí, tomates, vainas, patatas… de todo.
¿Dónde empezó a jugar?
En la calle Ermita fue donde viví después hasta los 19 y ahí tengo mis primeros recuerdos. Y luego, en Fuenterrabía había siempre los torneos playeros. Para jugarlos había que tener 12 y yo ya los jugaba con 11. Me metieron en un equipo, el Atlas. Y fuimos campeones de la playa. Luego, un tal Madejón, me daba 25 pesetas de entonces por jugar con ellos. ¡Para mí era ser el rey del mambo!
Su primer sueldo…
Jugué todo aquel invierno con ellos. Ya tendría yo 12 o 13 años, y era muy duro, que los de Fuenterrabía eran tíos rudos, hijos de pescadores que estaban muy acostumbrados a jugar ahí. Yo jugaba hasta con calcetín y playeras y eran partidos duros, duros… Y estuve así hasta que a los 15 me metieron en el Real Unión de Irún.
¿Quién le llevó allí?
Ignacio Rojo, que luego fue seleccionador guipuzcoano. Tuvo mucha influencia en mí. Jugué tres años en el juvenil y luego empecé en el de Tercera, con el que estuvimos a punto de ascender a Segunda.
¿Cuáles son sus primeros recuerdos del Real Unión?
Hombre, todavía soy socio… Pues mire, íbamos al campo la cuadrilla. Tengo muy grabado aquella vez que jugamos contra el Plus Ultra, filial del Madrid, y ascendimos. Hubo un desempate en terreno neutral, en Zaragoza. Y tras ganar llegaron por el paseo de Colón al Ayuntamiento… Eso me hubiera gustado vivirlo a mí y no pude. ¡Jo, que recuerdo tengo de eso…! Y mire que he estado luego en ayuntamientos celebrando cosas… Pero en el de Irún, el mío, no.
¿Qué jugadores había?
En mis años estaba Vallejo, Amantegui, que le quiso el Madrid y luego se fue al Badajoz, Solaegui, que jugó en el Castellón y llegó a Primera en la época de Del Bosque… Mucha gente.
¿Cómo terminó en el Atleti?
Se escucharon cosas del Madrid, y del Barça fue Samitier a verme. En aquella época él era el ojeador. Aquel día el campo estaba bastante embarrado y yo no era excesivamente fuerte, así que Samitier se fue como vino.
¿Y el Atlético?
Pues vino un hermano mío a decirme que había venido un tal De la Concha a por mí. Había preguntado él qué jugadores había por mi zona y nos llevó a tres guipuzcoanos, tres que habíamos jugado en la selección: Lamata, que había estado en el Eibar y había sido primero de su categoría, Arguiñano, también del Eibar, y a mí.
¿Qué se encontró en Madrid?
Hombre, yo ya había estado seis o siete veces con la selección. Incluso habíamos estado viendo en el Metropolitano un Atlético-Las Palmas en el que le echaban sombreros a Ufarte por cómo regateaba.
¿Le tiraban sombreros?
Había venido de Brasil. Era de Pontevedra pero fue la familia a trabajar a Brasil y había jugado en el Flamengo, y con 22 volvió a España y lo firmó el Atlético. Y para él Garrincha había sido su espejo. Volvía loca a la gente.
¿Y su llegada a Madrid?
Me fui a vivir a una pensión donde antes estuvieron Griffa, Calleja, Alvarito, Hernández… Estaba en Argüelles, la pensión de doña Sofi. Era 1967. Al principio estuve un tiempo con Lamata y con Gárate, que se quedaba allí a pesar de que su padre tenía un piso cerca de la Estación del Norte. Luego se casó y se fue al piso con Marisa, su mujer.
¿Cómo era la vida allí?
Convivía con jugadores de balonmano, que el Atlético también tenía un equipazo. Miguel Ángel Zubiarrain, que ahora sigue a Nadal en la SER, estaba allí, Javier García Cuesta, que luego fue seleccionador, y muchos otros… No había más de diez personas viviendo en aquella pensión pero no se podía comer y nos íbamos a un sitio cerca que se llamaba La Zamorana.
¿Le costó entrar en el equipo?
Mucho. Porque se tenía que pasar un reconocimiento médico y me paralizaron la ficha. Y fue porque el Atlético estaba muy sensible porque tuvo dos casos muy duros cuando vinieron del Betis Colo, un lateral derecho, Luis Aragonés y Martínez. En una gira de verano a Martínez le dio un ataque y después de estar ocho años en coma falleció. Y después le pasó a un tal Ramón, del Hércules, también le quitaron la ficha y no le dejaron jugar habiendo sido internacional Sub-23.
¿Y a usted qué le vieron?
Que era hipertenso. Me hicieron todo tipo de pruebas y al final, en diciembre, me dicen que era de tipo emocional (risas).
¿Recuerda su debut?
Y tanto, en un Atlético-Las Palmas. Íbamos primeros pero ellos tenían a Guedes, Germán, Gilberto I, Castellano, Aparicio, Tonono, José Luis… Eran la leche. Nos ganaron 1-2 y a mí, su delantero centro, me dio un codazo y me rompió la nariz.
¿Con quién se entendía mejor del Atlético?
Adelardo jugaba de interior y luego se adaptó al eje en el medio campo. Como un Busquets. Yo me ponía a la izquierda y a la derecha Ufarte. Estaba Cardona, un hondureño, Luis... Pero al año siguiente llegó Marcel Domingo y puso de falso extremo a Alberto, que era un mediocampista que jugó en el Sporting y Valladolid, y fue un acierto, porque ayudó mucho a dar equilibrio a la media y permitía a Luis quedarse más cercano a Gárate. Y de ese movimiento salió el sistema 4-4-2, con ese falso extremo.
¿Era muy diferente el fútbol?
Para empezar, cada uno comía lo que quería. No es como ahora que tienen hasta que desayunar en la ciudad deportiva. Y ya sobre los métodos de entrenamiento ni hablamos…
¿Por qué?
No había más que primer y segundo entrenador. Y el segundo tenía que entrenar hasta a los porteros. Ahora tienen grupos de 15 o 20 personas en el staff. Y si jugabas con un equipo fuera de España ibas totalmente a ciegas.
¿Quién empezó a cambiar los métodos de entrenamiento?
Pues en España gente como Max Merkel en el Atlético. Antes nos limitábamos a correr… Y Merkel era un tío que venía de haber estado en la Segunda Guerra Mundial, un tipo durísimo que había estado en el frente.
¿Qué cosas hacían?
Yo no había visto un balón medicinal en mi vida. Pues tenías que ir corriendo con él dándole la vuelta al campo, subir las escaleras del Calderón hasta arriba no sé cuántas veces. Yo hubo una vez que me mareé y vomité (risas). Todo era muy físico. Y le gustaba mucho la presión, que la trabajaba muy bien. Pues oye, llegó a mitad de temporada, que íbamos mal, acabamos cuartos y ganamos la Copa. Y al año siguiente la Liga. ¡Y le dieron pasaporte! Igual a alguno no le gustaba entrenar tan fuerte.
¿Qué más cambió?
¡Los campos! Ya no le hablo de Segunda y Tercera, que había tres hojitas de hierba. Le hablo de los campos de Primera del norte, que eran a veces auténticos barrizales. Parecía otro deporte cuando ibas a los campos del sur, donde la pelota botaba mucho y estaba viva… Ahora todos los campos están uniformes, espectaculares, y eso ha sido una gran diferencia. Ha hecho que el fútbol sea mucho más vistoso.
¿Cómo se adaptaban?
El jugador del norte era de una manera y el del sur o Canarias era de otra, de tener mucho el balón. En el norte se desplazaba el balón muy largo, se iba bien de cabeza...
¿Recuerda algún campo que estuviera especialmente mal?
Imagínese en Irún, el viejo Atocha, el viejo San Mamés… En Oviedo también a veces estaba muy mal. Es que había gente que le metía agua cuando llegaba algún gran equipo. Nosotros mismos, en Irún, jugamos para ascender ante el Ceuta. Y fueron hasta los bomberos a meter agua por orden del entrenador. Y se esforzaron tanto que nos perjudicó. Empatamos. Luego fuimos a Ceuta y el balón parecía tener vida propia. Y nos ganaron 2-0.
¿Cómo recuerda su fichaje por el Athletic?
Hubo una especie de operación retorno para que volvieran jugadores vascos que estaban fuera. Y después de estar en el Carranza, el Atlético se fijó en Leivinha y Pereira, que estaban en el Palmeiras. Noté que Vicente Calderón me quería traspasar para pagar sus fichajes. Siempre que los veo bromeo: “Yo pagué vuestros fichajes”. El Athletic dio unos 25 millones de pesetas por mí, el fichaje más caro hasta entonces.
¿Puede sobrevivir el Athletic en el fútbol de ahora?
Cada vez le cuesta más. El cambio significativo fue la Ley Bosman. Eso le hizo daño.
¿Cuál ha sido el gran cambio en LaLiga en estos 90 años?
Creo que lo que le digo, la Ley Bosman… Pero es todo, los métodos de trabajo, los campos, la pelota, las botas… Otro mundo.
¿Y los sistemas?
Pues imagínese, yo debuté en un banquillo de Primera en el 88 con el Logroñés, precisamente ante el Atlético. Era el primer partido de Futre. Y ganamos con gol de Sánchez Lorenzo. Yo he visto de todo, cuando jugaban dos defensas solo, el 2-3-5, luego fueron tres, la WM, y luego el 4-2-4 que implantó Brasil. Más tarde el 4-2-3-1, el 4-3-3. Como cuando en Italia empezaron a jugar con tres centrales y dos carrileros largos...
¿A qué se juega ahora?
El gran cambio es que todo sucede mucho más rápido. A la velocidad del rayo: primer toque, pared… Los jugadores se mueven rápido, la pelota va rápida...
El Ajax de Rinus Michels, el Milán de Sacchi, el Barça de Cruyff… ¿Cuál ha sido la última gran revolución?
La moda de sacar el balón tan desde atrás, desde el portero, con los centrales abiertos. Yo he tenido porteros que manejaban muy bien los pies como Molina, pero salir con el balón desde atrás era más arriesgado. Los propios defensas no tenían esa mentalidad. Y eso ha sido un gran cambio. Y cada vez se ve más. Equipos que quieren tener esa paciencia, pá-pá-pá… Ya sabe, mientras tienes el balón el contrario no te crea peligro. A eso está yendo el fútbol.
Dígame, ¿cuál era el secreto de su Depor?
Éramos sobrios atrás, teníamos laterales que subían, como Manuel Pablo, Romero… Y la media era espectacular. Si a eso le unes que había jugadores con gol, Tristán, Pauleta, Makaay… Era una forma de jugar muy combinativa. Teníamos a Mauro Silva, Donato, al propio Fran, Djalminha, Víctor, Valerón…
¿Veremos ganar ya el campeonato a un equipo que no sea Madrid, Barça o Atlético?
Sinceramente, creo que no. Antes te ganaba una Liga el Sevilla, la Real, el Depor, el Valencia, el Athletic… Ahora no podría ganarla más los que usted dice. Los presupuestos son los presupuestos, pero veo también una tendencia peligrosa, que es la capacidad de segar de los grandes de todo lo que sale bueno y que va a la Sub-21 y así. Hablo de los Asensio, Ceballos y otros en el Barça y el Atlético. Eso también es una tendencia.
¿Cómo será LaLiga dentro de otro 90 años?
(Risas). Los estadios serán todos cerrados, los jugadores serán más rápidos y técnicos aún. Puede que los partidos sean más intensos y que haya más cambios, cinco o seis, porque yo empecé con uno… Fíjese si cambian rápido las cosas, quién nos iba a decir que hubiera VAR.