Messi, también el mejor revulsivo: sus 26’ mágicos
Salió enchufado, se puso al mando de las operaciones, fabricó dos goles y dio más pases buenos en 26 minutos (más el descuento) que Suárez en todo el partido.
Por si le quedaba alguna lección que dar en su trayectoria como futbolista, Messi impartió una clase magistral de qué es ser un buen revulsivo. El argentino salió a calentar en medio de la ovación de la grada justo después del descanso. En principio, iba a tener una media hora rutinaria porque el partido parecía resuelto con el 1-0 y la poca amenaza del Leganés. Sin embargo, desde la banda observó con preocupación el gol de Braithwaite. Supo entonces que habría que remangarse y decidió que el calentamiento se había acabado. Casi sin que nadie del banquillo le llamase, se dispuso para salir. Mientras era sustituido, Aleñá le pidió el brazalete a Busquets y se lo llevó al argentino. Y en eso estuvo Messi, en capitán.
Algo más perezoso en otras ocasiones para meterse en el partido, Messi cumplió la lección número uno del revulsivo y conectó con el ritmo de inmediato. El asunto se enredó más aún. Con la lesión de Dembélé, que era el jugador del Barça más inspirado, tendría que hacer un esfuerzo extra. Y llegó. Messi fabricó la jugada del 2-1 y marcó el 3-1. Pero fue mucho más que eso. Decidió desde el minuto que salió cuál iba a ser el ritmo, lo gobernó con una naturalidad brutal. Sus datos lo dicen todo. Tres tiros a puerta, un gol y 28 pases buenos, cinco más de los que dio Suárez en todo el partido. Hizo lo que quiso.
Valverde, además, dio en el clavo con la posición del argentino. En vez de retrasar la posición de Coutinho y mandar a la izquierda Valverde para que Messi partiese de la posición de delantero centro, puso al argentino en la misma posición que ocupaba Aleñá, de interior derecho. Desde ahí, Messi interpretó a la perfección la defensa del Leganés y la desarmó. Su 50 por ciento de acierto en regates, cifra baja para lo que es normal en el argentino, tiene mucho que ver con su determinación para arriesgar en el intento de romper líneas cuando el partido todavía estaba 1-1. Messi, suplente por octava vez con Valverde, aceleró y frenó cuando quiso. Fue el amo del partido y, por momentos, su sensación de superioridad resultó casi excesiva.
Messi continúa como un reloj: en 24 partidos oficiales ha metido 25 goles, uno cada 77 minutos. La cascada de elogios después del partido se multiplicó. Busquets lo resumió así: “Messi cambió el partido”. Otro capitán, Sergi Roberto, también simplificó: “Esto pasa cuando tienes al mejor jugador del mundo”. Contra el Leganés, Messi demostró que, si quiere, también puede ser el mejor revulsivo del planeta fútbol.