Empecemos por el principio
Da gusto otear el horizonte del levantinismo. Un club con visos de asentarse en Primera División. Saneado. Habiendo dicho adiós a una deuda que presagiaba más la extrema unción que la resurrección que se ha vivido en Orriols. Con un megaproyecto casi faraónico en infraestructuras, con la nueva Ciudad Deportiva de Nazaret en ciernes y un Ciutat de València que no lo va a reconocer ni la madre que lo parió. Me perdonen la expresión. Todo eso está muy bien. Siempre que la pelotita entre, acuérdense. Que si no el morrazo puede ser... Puerta grande o enfermería, que diría aquel.
Pero vámonos a lo deportivo. Porque, insisto, que aquí manda lo que pase en el campo. Tampoco estoy descubriendo nada. Y ahí ahora mismo me falta algo. Se me escapa la razón por la cuál no se ha renovado ya al director deportivo. Si confías en él, digo. Si no pues está claro. Bon vent y barca nova. Pero ahora mismo creo que hay motivos de sobra para que Tito y su modelo se perpetúen en el Ciutat. Con sus lagunas, sí. Con sus fallos, por supuesto. No demasiados. Y, con él, de su mano, el entrenador, al que el 30 de junio se le acaba el contrato. Oficialmente al menos. Si hay permanencia, Paco renueva. Pero con lo que está demostrando quizá valdría ya para confiarle un proyecto a futuro. Quiero creer que, salvo giro inesperado, así será. Pero no sé porqué no ya. Mí no entender.
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