La personalidad en el fútbol se tiene con el balón
El Real Zaragoza no igualó el 0-2 contra el Mallorca por orgullo o casta; lo hizo por fútbol: Benito, James Igbekeme y Marc Gual hicieron al equipo mucho mejor.
En el fútbol, como en la vida misma, las situaciones desesperadas provocan reacciones desesperadas. Pero el Real Zaragoza no igualó el 0-2 frente al Mallorca por orgullo o por casta. Lo igualó y hasta lo pudo remontar por fútbol, por juego, porque la presencia tras el descanso de Benito, James Igbekeme y Marc Gual, tres titulares indiscutibles se ponga como se ponga cualquier entrenador, hizo mucho mejor al equipo. Salieron Benito, James y Gual y cambiaron al Zaragoza. Los tres ofrecieron dinamismo, intención y personalidad, y contribuyeron a que el Zaragoza demostrara un potencial que no refleja su clasificación. Porque el Zaragoza tiene mucho más potencial que el que refleja su clasificación.
En su lectura del partido y del resultado, Lucas Alcaraz señaló que la principal diferencia entre un periodo y otro fue que el Zaragoza jugó la segunda parte con determinación, sin entrar, lógicamente, en pormenores para no señalar a nadie. Pero a la vista de todos quedaron los motivos de esa determinación. Y es que ningún sistema de juego garantiza una mayor determinación o personalidad en el fútbol. Eso lo dan los futbolistas. Si un equipo alinea mayoritariamente jugadores con personalidad es un equipo con personalidad, en las duras y en las maduras. Y lo mismo en sentido contrario. Son los futbolistas los que otorgan personalidad. Su personalidad.
No son pocas las ocasiones en las que se intenta asemejar la personalidad al esfuerzo, cuando lo esencial en un juego con una pelota es qué se hace con la pelota. Por tanto, un futbolista con personalidad es aquél que, hasta en los peores momentos, es decir, con un 0-2 en contra y con el run-run de La Romareda, quiere siempre el balón, se ofrece y es valiente en la toma de decisiones. Y Benito, James y Marc Gual lo son, más allá de su acierto posterior. Como lo son Pombo, Álvaro Vázquez o Eguaras, que también participaron activamente en la reacción.
El Zaragoza de la primera parte, con siete futbolistas por detrás del balón y sin ninguna intención creativa, algo pocas veces visto antes en La Romareda, resultó un desastre. Ni defendió, porque encajó dos goles, ni atacó, porque sólo Pombo disparó una vez a puerta. Al equipo, para no perder la costumbre, se le puso otra vez el partido cuesta arriba desde casi el inicio y no supo cómo meterle mano al Mallorca hasta que aparecieron de golpe jugadores atrevidos y, como dice Alcaraz, con determinación.
En ese empeño por explicar todos los males del equipo desde el rombo se santificó al 5-3-2 como la solución a todos los remedios, cuando los sistemas, todos válidos, los tienen que interpretar los jugadores. Y de su calidad depende una interpretación u otra. Con tres centrales, el Zaragoza ha encajado tres goles en dos partidos, dos de ellos en los cinco primeros minutos. Y eso ha sucedido porque Verdasca y Perone, como antes Grippo, cometen errores sin tasa ni medida.
Al menos Alcaraz, un entrenador de largo recorrido y que las ha visto de todos los colores, no ha entrado en ese falso debate del dibujo táctico. “Para mí —señaló— lo importante son los conceptos, no el sistema”.
El Zaragoza sigue sin ganar en casa y está muy lejos de su objetivo inicial, pero el partido del sábado demostró que tiene jugadores para pelear de tú a tú con la inmensa mayoría de los equipos de la categoría. Eso sí, necesita como el comer un buen central para no empezar todos los días perdiendo. El límite salarial está prácticamente agotado, pero es de esperar que el director deportivo Lalo Arantegui dé salida en enero a Buff y Medina y que con ese ahorro pueda venir un defensa central. Bueno, eso y que los mejores jugadores estén siempre en el campo.