Minuto 90, tiempo para el talento. Ahí donde las piernas se encogen y la presión atenaza. En ese contexto surgió Saúl Berjón, jugador franquicia del Oviedo que, justo es decirlo, estaba completando un discreto partido, para poner una falta lateral en la escuadra de Rubén. El meta apenas pudo rozar el balón. Fue la acción de genio, el 2-1 en un choque de imprecisiones, de dos equipos encogidos y fallones. Y eso que el partido empezó con chispa. Tardó poco Osasuna en poner patas arriba un Tartiere, ya receloso del juego de los suyos en las últimas semanas. Torres avisó al minuto en un desafío de Brandon en el área carbayona. De esa acción salió un córner con premio oculto. La pelota sobrevoló la mala salida de Alfonso y tras un rebote en el área llegó a los dominios de Unai García, que empujó a la red. El balón parado, el enemigo más dañino de los azules.
Habían pasado dos minutos y el Oviedo ya sabía que le tocaba remar con el viento en contra. Algo habitual últimamente. El tanto reafirmó a Osasuna, que quería morder arriba y explorar los espacios con el bullicioso Brandon. De la batalla táctica salió un partido áspero, de pérdidas continuas y escaso de ritmo. Osasuna, parece evidente, estaba más cómodo. A los 17 minutos se vio el único acercamiento con cuerpo de los azules en el primer acto. Berjón encontró, por fin, a Mossa. Éste recortó con un gran control, pero la zaga bloqueó su centro en el área. La bronca al término de los primeros 45 minutos sirvió de advertencia: aún se esperaba al Oviedo en el partido. Intentó presentarse tras el intermedio. Javi Hernández recibió a varios metros de la frontal y probó suerte con un latigazo que se fue cerca del poste.
El destello no espabiló al equipo, pero al menos el Oviedo intentó que las cosas pasaran más cerca de área rival. La marcha de más se la dio la entrada de Ibrahima, para acompañar a Joselu, una isla hasta entonces. Pasaron los de Anquela a jugar con dos puntas, más barullo en el área, y fruto de esa presencia llegó el empate. Centró Tejera con mucho picante y Unai García, en el cuerpo a cuerpo con Ibra, cabeceó sobre su propia meta. A partir de ahí, sí se volcó el Oviedo. El segundo pudo llegar en otra acción brillante de Ibra. Carrera, recorte y balón a la frontal: Folch remató y Aridane despejó a escasos metros de la meta. El choque se inclinó por completo tras la expulsión de Lillo. Y el Oviedo, que siguió insistiendo con más fe que fútbol, encontró el tesoro. Berjón pidió el foco a los 90' y su suave toque desde el flanco acabó en la red tras besar la escuadra. El gol premia a un Oviedo insistente y castiga a un pobre Osasuna, sin argumentos a partir de su gol.