Si alguien pensaba polémica alrededor del derbi y Griezmann, nada más lejos de la realidad. No la hubo sino todo lo contrario. Con Ramos, abrazo. Con Modric, detallazo, de esos que engrandecen a un jugador.
Porque antes de que comenzara el derbi, los jugadores del Real Madridofrecieron a su afición los títulos ganados de manera individual. Estaban ya los dos equipos desperdigados en su campo, calentando, el Profe Ortega y su segundo, Carlos Menéndez, diciendo ejercicios, para que las piernas no enfriaran. Recogió Courtois su The Best a mejor portero y levantó hacia el Bernabéu. Después fue justo el turno de Modric. Y del detalle de Griezmann.
Porque, mientras, lo escrito, estaban los rojiblancos perdidos en su parte del campo, con ejercicios, con el Profe, con Carlos, Koke hablando con Rodrigo y solo un jugador pendiente de ese momento en que los blancos ofrecían a su afición sus trofeos. Cuando llegó el turno de Modric, anunciado por los altavoces, Antoine comenzó a aplaudir. Aplaudir de verdad, de admiración, desde el círculo central, desde el mismo punto blanco del círculo central. Después de abrazaria con Ramos y jugaría su propio partido, ese frente a frente con Modric por el Balón de Oro, derbi mediante, pero ahora era ahora y ese momento, Modric con su The Best, ese premio que olvidó a Griezmann, que no lo consideró finalista, mientras Griezmann le aplaudía. El único rojiblanco. Le engrandece. Le cuenta: es un genial jugador pero también un chico estupendo.