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Un empate fuera duele: la ambición iba en serio

El cambio de chip del Espanyol es notable tanto en el equipo como en la afición. Nadie se refugió en el penalti, el cansancio, el VAR o la baja de David López. El descenso está olvidado y se lamenta no haber alcanzado el coliderato.

Un empate fuera duele: la ambición iba en serio
CHEMA DIAZDIARIO AS

Nada más terminar el partido ante el Rayo Vallecano, y con las pulsaciones aún por las nubes después de 90 minutos de una altísima intensidad, pronunciaba Borja Iglesias estas palabras: “Ha sido una pena porque tuvimos momentos de buen juego, de situaciones para dar el último pase. Pero nos vamos fastidiados”. Ni euforia por haber anotado su segundo gol en Primera (“preferiría no haber marcado y haber ganado el partido”, llegó a afirmar) ni mucho menos satisfacción por haber sumado un punto a domicilio. Sin dramas, porque empatar no lo es, pero con sensación de enfado. Las frases de Borja Iglesias son el mástil de una bandera que se tejió en la pretemporada pero que ahora se ondea sin complejos: la ambición.

El movimiento bautizado en el verano como ‘Darderismo’, no renunciar a nada sin escapar del realismo, iba en serio. Y por ello al Espanyol le dolió no ganar contra el Rayo Vallecano. Es más, le sentó mal no haber podido alcanzar algo que solo unas semanas atrás se habría catalagado de poco menos que un imposible: irse a dormir en el coliderato de LaLiga. Hasta la temporada pasada, se hubiera dado por bueno, más allá de lo sucedido durante el juego, cualquier empate a domicilio como este 2-2 de Vallecas. “Puntuar fuera de casa siempre es positivo”, se argumentaría. Pero ahora, aun pudiendo considerar justo el resultado, tiene sabor agridulce... Y más tirando a agrio que a dulce. “No nos podemos marchar contentos con algo que no sea ganar. Es la filosofía del equipo y, además, en esta Liga de los tres puntos todo lo que no sea ganar te penaliza”, expresaba Esteban Granero, el otro goleador perico en la noche vallecana, en lo que podría ser un buen resumen de la mentalidad asumida por la plantilla, prácticamente la misma de la temporada pasada, desde que tomó las riendas Joan Francesc Ferrer ‘Rubi’.

Ni siquiera se escudaron los pericos en factores externos, como el penalti riguroso señalado a Dídac Vilà y que desembocó en el definitivo empate, el VAR, el cansancio acumulado en una semana de tres partidos o la baja en todo este periodo de David López, acaso el jugador más insustituible. Tampoco se apeló a un hecho irrefutable, como que este 2-2 unido a la victoria del martes contra el Eibar (1-0) dan al Espanyol una aceptable media inglesa para ir progresando en la tabla. No hay excusas, solo ambición.

Y el grado de autoexigencia es tal que ya ha contagiado el equipo a la afición. Lejos de aplaudir otro buen partido de sus jugadores (aunque más llano que los anteriores), o de celebrar los 11 puntos tras siete jornadas, la hinchada quiere y pide más. Y lo hace, incluso a través de las redes sociales, de un modo constructivo.

Ya nadie mira siquiera a cuántos puntos queda el descenso, y eso que LaLiga no ha hecho más que comenzar, sino que se centra en cómo batir al próximo rival. El listón está muy alto, de un día para otro, y el reto es mantenerlo sin que decaiga.

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