El canterano puede estrenarse contra el Atleti, ante el que está inédito. Es su primer gran partido en el Madrid siendo una opción real para el entrenador.
Los principios no suelen ser fáciles, de hecho se nace llorando, y los de Mariano en el Madrid no fueron una excepción. Su escalada hacia la cima fue lenta, incluso algo tardía (debutó con el primer equipo a los 23), y la expedición acabó poco antes de hacer cumbre, encasillado como jugador residual hasta su salida al Lyon. Pero este Mariano, de vuelta de Francia y con muchas papeletas para bautizarse hoy en un derbi, es otro.
Al canterano ya le ha caducado el carné de futbolista terciario, obtenido tras sólo cinco minutos en Champions y 109 en LaLiga antes de su migración. Ni en la Copa, en la que tuvo 183 minutos, encontró pista suficiente para despegar durante su ascenso con los mayores, en la 2016-2017. Hasta la fecha, su cota más alta había sido una aparición de cuatro minutos en un Clásico, unas alturas a las que ni se había acercado antes ni lo hizo después de blanco. Ahora, mejorado, le abalan sus 21 goles y seis asistencias en el Lyon. Y el calor de la afición, que sigue valorando su gen revolucionario pero también le toma más en serio.
Mariano cayó de pie contra el Roma, confirmándose como rifle de alta precisión y grapando el 7 en su camiseta. Desde entonces ha ido entrando (media hora con el Espanyol y otra media con el Sevilla), evidenciándose que ha subido en la escala, que para Lopetegui cuenta más que para Zidane. Ese nuevo estatus y el enésimo apagón de Benzema, cuatro partidos sin marcar, asistir y chutar a puerta, le ponen a tiro su primer derbi, también su primera gran noche. De luchar por entrar en la convocatoria a acercarse al once, Mariano acaricia por fin el momento que tanto esperó.
