—¿Cómo recuerda su llegada al Rayo? —M i padre me llevó con ocho años al Torneo Social. Subimos a las oficinas del estadio y allí me atendió Olmedo y Juan Pedro Navarro. Mi hermano Iván ya jugaba en el Rayo. Lo recuerdo con mucho cariño.
—En su caso, lo de la Franja era cosa de familia… — Iván y yo tenemos un hermano mayor que también jugó en el Rayo, él era portero, pero no tuvo tanta suerte. Y mi primo Yuma, mis sobrinos… mi familia está ligada al Rayo porque le debemos prácticamente todo.
—Ha vivido muchas cosas, entre otras, tres ascensos. — El de Segunda B fue muy bonito porque era una categoría muy complicada, aunque quizá me quedaría con el de Sandoval. Subimos a Primera con muchas circunstancias adversas, como impagos, pero formamos una familia en el vestuario. El día en que ascendimos fue el más alegre de toda mi carrera.
—También hubo malos momentos como Ipurua, los impagos… — Me quedo con todos. Era feliz. Lo mismo en Segunda B, que en Segunda o Primera. Era feliz sólo con vestir esta camiseta, la que defendí desde chiquitito.
—¿Qué le llena del Rayo? — El Real Madrid y el Barça tienen títulos, pero nosotros presumimos de algo único: representamos un barrio. Somos diferentes en todos los aspectos.
—Aún cuesta digerir el adiós… — Lo sé desde hace más de un mes. Me costó muchísimo asimilarlo. Es un palo duro, como cuando te deja la mujer. Lo pasé muy mal. Ahora cuando empiece a jugar y vista otra camiseta lo recordaré porque son muchos años llevando la Franja.
—Ya le tocó hacerlo en el pasado, como aquella vez en el Wigan. — Llegó una oferta por Diamé y por mí, nos envolvieron en papel de regalo y nos mandaron a Inglaterra. Mi experiencia allí no fue muy buena. Tenía contrato, pero quería volver al Rayo. Perdoné todo, económicamente perdí muchísimo, y luego cuando llegué a Vallecas me encontré con los impagos y ni siquiera cobré. Aun así, ese año no lo cambio por nada.
—¿Cómo viven la noticia de su no continuidad Cobeño, Míchel y usted? — Cuando Cobeño me lo dijo repetía: ‘Lo siento’. Es difícil que compañeros tuyos te digan que no entras en los planes del próximo curso. Los primeros días fueron difíciles, pero ya le he comentado a Cobeño que esté tranquilo, que no pasa nada, que va a seguir siendo mi amigo. Le aprecio y sé que es ley del fútbol. Esta será mi casa por encima de todo.
—¿Ha llorado mucho estos días? — Sí. Mira que es difícil que se me salten las lágrimas, pero tras la noticia cogí el coche y me fui a Sevilla yo solo. Sin mis niños y sin nadie. Era mi manera de desahogarme, conduciendo y escuchando música. Lo solté todo.
—¿Le gustaría volver al Rayo como entrenador? — Tengo los niveles 1 y 2 de entrenador, me los saqué en Sevilla. Me falta el 3, el nacional. Ya se lo he dicho al presidente… Dentro de dos o tres años cuando deje de jugar, me gustaría entrenar a los niños y enseñarles los valores de este club y transmitirles mi experiencia.
—¿Qué entrenador le ha marcado más? — Iriondo. Fue de los primeros que nos inculcaba eso de jugar al fútbol hace más de una década.
—¿Y qué compañeros? — Collantes, íbamos y veníamos juntos todos los días, y mi primo Yuma, que es mi familia. También Míchel. Te podría decir muchísimos. Les tendría que dar las gracias por hacer de estos años algo inolvidable