Bouhaddouz: Cesarini por accidente que hace líder a Irán
El delantero marroquí, con un autogol de cabeza, da en el 95' la victoria a los persas, impecables en defensa, rompiendo todos los pronósticos.
A los pocos segundos de terminar el Marruecos-Irán Wikipedia había sentenciado ya al Aziz Bouhaddouz, al menos en su versión española: "Más conocido por meterse un gol en contra en un Mundial". El delantero, que apenas ha metido cuatro tantos este año en la Segunda alemana con el St. Pauli, había sustituido a El Kaabi para protagonizar un nuevo día triste del fútbol marroquí en los mundiales. Justo dos décadas después de aquel chasco en Francia 98, cuando Noruega derrotó a Brasil para dejarle fuera de octavos, el país norteafricano llora tras desperdiciar su mejor oportunidad de sumar para acercarse a la próxima fase. Y tras sucumbir de la manera más cruel posible: con un gol en propia puerta y casi en el último segundo.
Lo celebra Irán, país de bellezas ocultas que en "Las Mil y una Noches" asomaron al mundo envueltas de leyenda y romanticismo, pero que en fútbol es todo lo contrario: un impecable y pragmático modelo de eficacia. Fiel al libreto del portugués Carlos Queiroz, que ha llevado a los persas a su segundo Mundial consecutivo por primera vez en la historia, el equipo Melli se defendió sin fisuras y aprovechó uno de sus pocos zarpazos ofensivos, aunque el mérito final recaiga más bien en la impericia del enemigo.
Y eso que hubo valentía de inicio en Marruecos, que 20 años son nada y volvía al Mundial con un descaro que desafía a la lógica timidez de los recién llegados, o regresados. Hasta siete futbolistas por delante del balón, incluidos dos laterales bien conocidos en España: el madridista Achraf, que en su selección suele jugar por la izquierda, y Nordin Amrabat, extremo reconvertido a la defensa aunque sólo en la pizarra. Afincado en el área contraria, el futbolista del Leganés lideró por la banda derecha el ataque total con el que su equipo asedió a Irán en un inicio efervescente, como el descorchar de una botella de champán. En menos de 20 minutos chutaron a puerta Harit (el más activo), Belhanda (desaparecido), El Kaabi y varios de ellos tras un córner enredado que no acabó con el balón dentro de puro milagro.
Con esa gran ocasión, la mejor de los norteafricanos durante todo el primer acto, se le acabaron las burbujas a Marruecos, que se fue desordenando mientras Irán, más asentada, le tomaba la palabra y el peligro. Azmoun, que había avisado con un buen control y remate a la media vuelta desviado, tuvo la mejor justo antes del descanso en una contra que no fue perfecta porque Munir abortó el mano a mano y luego el rechace. Anduvo numantino el portero marroquí, como el equipo de la Liga 1,2,3 en el que milita.
Reanudó las hostilidades Amrabat con el comienzo del segundo tiempo pero el ímpetu le duro incluso menos. Harit remató sin precisión uno de sus centros y el partido entró en una larga fase de letargo del que lo sacó Ziyech con un chut ajustado al que Beiranvand opuso una estirada magnífica. El chispazo no descompuso a Irán ni animó a Marruecos, despistada como Nordin Amrabat por un feo golpe por el que tuvo que ser sustituido. Todo conducía hacia el cero a cero cuando Bouhaddouz metió la cabeza donde no le llamaban, en una falta lateral botada por Irán ya en el 95’. Como Cesarini, aquel delantero que sentenciaba casi siempre en los minutos finales. Pero esta vez, él no quería.
Renard: "Perder en el descuento es lo peor que podría haber pasado"
Queiroz: "Marruecos no esperaba un Irán tan duro"
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