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Así es el libreto de Hierro: usa varios sistemas, es dialogante...

Al frente del Oviedo, en su única experiencia como primer entrenador, usó el 4-4-2, el 4-2-3-1 y el 5-3-2. Técnico de mano izquierda, delegaba mucho en Calero, su ayudante.

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Fernando Hierro, en su presentación con el Oviedo.
ELOY ALONSODIARIO AS

Con ninguna experiencia en los banquillos, la llegada de Fernando Hierro al Oviedo venía avalada por su amplia trayectoria futbolística. Vicente del Bosque, Fabio Capello, Carlo Ancelotti y Javier Clemente fueron algunos de sus dispares maestros. Sin embargo, a la hora de dirigir, el técnico se quedó con un consejo de otro de sus referentes, Radomir Antic: intentó crear un Oviedo que no se aferrara a un solo sistema, un equipo que se adaptara a las circunstancias.

El Oviedo de la 2016/17 empleó diversos sistemas tácticos (4-4-2, 4-2-3-1, 5-3-2) y mutó frecuentemente su propuesta futbolística. Era capaz de apostar por la pelota una semana y, a la jornada siguiente, replegar y buscar la velocidad a la contra. Los críticos lo vieron como una falta de identidad. Hierro se defendía aduciendo que su equipo era capaz de interpretar varias partituras.

En el día a día, el entrenador se mostró como un entrenador dialogante, con mano izquierda. Alejado del cartel de técnico autoritario que se le presuponía. Supo llegar al vestuario y gestionar el grupo. Los futbolistas estaban de su lado.

Una de las figuras más importantes en aquel Oviedo fue Julián Calero, su segundo, que también le acompañará en la aventura del Mundial. Calero (que paradójicamente había llegado tras formar parte del cuerpo técnico de Lopetegui en el Oporto) llevaba la voz cantante en los entrenamientos, con Hierro siempre en un segundo plano. Un modelo parecido al del clásico manager inglés. Incluso de puertas hacia adentro el malagueño delegaba en Calero algunas charlas, especialmente las cuestiones tácticas. Hierro siempre confió en su equipo de trabajo.

El Oviedo de la 16/17 fue fuerte en el Tartiere. Intratable por momentos. En el estadio ovetense cayeron casi todos los favoritos. El equipo mostraba su cara más competitiva ante su gente: defendía con orden, trataba de elaborar la jugada y aprovechaba sus recursos arriba, con extremos incisivos y un delantero, Toché, con la caña preparada. El Oviedo casero olía a ascenso. Pero fuera de casa el asunto cambiaba por completo. El equipo se diluía hasta encajar goleadas inexplicables. Sumaba poco y coleccionaba sonoros fracasos. En un par de ocasiones, Hierro levantó la voz: adujo falta de “alma” en los suyos. El problema, defendía, no era futbolístico, sino de carácter.

La suma de las dos versiones no le dio al Oviedo para estar en el playoff, el territorio prometido y la etapa de Hierro en el club azul se truncó un año después de su llegada, con la sensación de que el malagueño había llevado con acierto el grupo, pero que le habían faltado soluciones futbolísticas.

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