Daniel Entrialgo: “El siglo XX se puede contar a través de Puskas”
Daniel Entrialgo (Vitoria, 1971) ha articulado una novela en torno a la vida de Puskas, salpicada de importantes acontecimientos históricos.
¿Qué significado tiene para usted Puskas?
Al escribir el libro encontré que se puede contar el siglo XX a través de él. Vivió la Segunda Gran Guerra, el ascenso de los nazis en Hungría así como el de los comunistas… En el 56 entraron los tanques en Budapest. Él vivió los años 60 de España. Como entrenador trabajó en los cinco continentes... Y es complicado encontrar a alguien que hable mal de él. Tenía un carisma tremendo.
¿Cómo fue su infancia?
Nace en el 27 en una barriada de Budapest, Kispest, una zona muy obrera. Vivía a 30 metros del campo del Kispest, que luego se convertirá en el Honved. Su padre tuvo muchos trabajos, pero fue también futbolista amateur y entrenó a ese equipo de barrio. Puskas fue uno de los jugadores más jóvenes que debutó en la primera húngara. Lo hizo con 16 años en medio de la Segunda Guerra Mundial, porque la nación no había comenzado aún a participar activamente. Pero ya con 17 años está viviendo los bombardeos de los aliados a la Hungría nazi. Su juventud atraviesa esa segunda Gran Guerra, y luego, según va creciendo, el gobierno comunista de Hungría se convierte en una dictadura y todo le afecta de lleno…
¿Lo tuvo fácil Puskas para triunfar?
Tenía un talento innato, pero era un obseso del entrenamiento. Llevaba siempre una pelotita, desde los siete años, para dar toques con ella. Con todo, con 14 años era pequeñito y delgado y como debutó tan joven, los defensas que le cubrían eran tíos de 22 o 25 años y lo notó. Nosotros, en Madrid, conocimos a otro jugador, a uno que estaba pasado de peso y que se tuvo que reinventar.
¿Cómo lo hizo?
Él estaba acostumbrado a ser el capitán del barco, a que todo el mundo le mirase a él cuando había problemas. Pero llega al Madrid de Di Stéfano, a un equipo que estaba ya hecho y que ha ganado tres Copas de Europa. Y de una manera muy inteligente en vez de imponerse ocupa una especie de segundo plano y se entiende con Di Stéfano. Puskas siempre salía primero al campo cuando jugaba en Hungría. Con el Madrid cambia y sale el último, porque comprende, después de pasarlo muy mal tras dos años sin jugar, que era la segunda y última oportunidad de su vida. Y se reinventa. No puede correr mucho, pero se inventa una suerte de disparo en el que la esconde un poquito y la chuta y mete cientos de goles así.
¿Cómo afectó a su carrera la Segunda Guerra Mundial?
Él debuta en diciembre del 43 con el Kispest y Europa está en llamas, pero Hungría aún no está en guerra. Es a los dos o tres meses cuando se suspende la liga porque empiezan los bombardeos. Es una época muy dura en Budapest porque en tres o cuatro meses asesinan allí a los judíos que no habían asesinado en cuatro años. Y el asedio a Budapest está considerado como uno de los más bestias de la guerra.
¿Y cuando acaba el conflicto?
Los rusos ocupan militarmente Hungría. El jefe del gobierno era un general ruso que había puesto Stalin. Y hay unas elecciones cada dos años, pero el país se convierte poco a poco en una dictadura. Y deja de haber propiedad privada, todo el mundo trabaja para el estado y los futbolistas también. Y el estado convierte a Puskas en una especie de símbolo.
¿Un héroe?
Hay una persona fundamental, Gusztav Sebes, que trabaja en la federación. Es un comunista convencido y ve la posibilidad de exportar el socialismo con el deporte. Es lo que luego hemos visto en los 50, 60 y 70 con la RDA y la URSS. Eso lo inventa Hungría, la utilización del deporte, especialmente del fútbol, como ventana del comunismo al mundo.
¿Cómo lo organiza?
Como los clubes habían pasado a manos de los sindicatos, Sebes coge a todos los jugadores que él quiere y los lleva al Kispest, que pasa a llamarse Honved, que viene a significar padres de la patria. Lo normal es que hubiera sido el Ferencvaros, que era como el Madrid de la época, pero éste había sido el equipo del régimen anterior y estaba muy vinculado con la burguesía, con el nacionalismo húngaro. Y la selección se creó también como en un laboratorio, haciendo que todos los equipos jugaran igual y cogiendo a los mejores. Es el famoso equipo de oro de Hungría que arrasa en los Juegos del 52 y que debería haber ganado el Mundial del 54, y que no perdió durante cuatro años...
Y el equipo que dió la campanada en Wembley en el 53.
Fueron los propios ingleses los que les pidieron jugar allí. Se consideraban los mejores, llevaban 30 años jugando de la misma manera. Y Hungría estaba en plena innovación, introduciendo cambios en la táctica y a nivel logístico también para esa cita. Entrenan en un campo con las mismas medidas de Wembley, juegan a la misma hora, se acostumbran a los botes del balón… Ya en el partido era como ver el fútbol antiguo y el fútbol moderno. Ese encuentro se puede ver en internet, y ya se advierte que incluso a los húngaros les queda mejor la camiseta, más bonita, más ajustada… Fue un baño. Era como un equipo de baloncesto de los años 80 jugando contra uno de la NBA.
¿Cuál es el punto de inflexión en la carrera de Puskas?
Para mí el Mundial del 54. Hungría debía ganarlo sí o sí, porque eran los mejores. Y se encuentra con Alemania y en un partido muy desgraciado en Basilea pierden 3-2.
¿Qué pasó después?
Fue una depresión para la gente y se inoculó un virus de descontento social, y empezó incluso a haber revueltas en las calles. A Puskas le acusan de mil cosas, incluso de aceptar sobornos… Y en ese clima de tensión hay que entender la revolución del 56.
¿Por?
Durante una semana Budapest amanece con gente ahorcada en las farolas… Cuando estalla ellos están con la selección en un campo de entrenamiento que se llama Tata, a 60 kilómetros de Budapest, preparando un partido. Les dicen que se queden ahí, y a los cuatro días hay un vacío de poder. Ellos vuelven por separado. Algunos alquilan coches. Puskas llega a Budapest y hay coches reventados en las cunetas, gente muerta, su barrio está destrozado, hay gente robando pan…
¿Y qué hace?
El Honved se va a Austria. El conflicto evoluciona y Rusia manda a una tropa más grande, con tanques, y Hungría es sometida. En ese momento ellos estaban preparando el partido ante el Athletic en Viena. Y aparte de jugar ese partido, que lo pierden (la vuelta se disputa en Bruselas), como necesitan dinero organizan una serie de amistosos. Incluso hacen una gira por España… Todo eso durante la Revolución Rusa. Les invitan a una gira por Brasil y ellos se van un mes.
¿Y su familia?
Con el dinero que están ganando con los partidos de exhibición paga a unos contrabandistas y pasan a su familia por la frontera, de noche. Y al volver de Brasil ya se ha tranquilizado todo en Hungría y la plantilla vota, una parte decide quedarse y otra volver. Y se quedan muy poquitos: Szibor y Kocsis van al Barça y Puskas, por quedarse, es denunciado por la Federación Húngara y le sancionan con dos años sin poder jugar ni entrenarse. Y ahí es cuando empieza a beber y engorda, en la ribera italiana, deprimido.
¿Sólo le quiso el Madrid?
Lo intentó el United, el Inter… Y aparece la figura de Osterreich, que era el hombre para todo del Honved y al que Bernabéu había fichado como ojeador. Y es él quien se cita en Bolonia con Puskas y le traslada la oferta. Le pagan 100.000 dólares de prima de fichaje y la historia de Puskas empieza de nuevo. Una segunda vida que supo aprovechar con creces en el Madrid. Y esa la conocemos todos mucho más de cerca.