“El Espanyol necesitaba esa ilusión de Gallego por jugar”
Ramon Moya, Sabaté y Pepín Cabezas, entrenadores de David Gallego y partícipes de su fichaje por el Espanyol como jugador, dan en AS las claves de su personalidad.
Se suele afirmar que se juega como se entrena. Y, en cuanto a los preparadores que antes han sido futbolistas, se podría aseverar que se entrena como se jugó. Puede ser el caso de David Gallego (Suria, 26-01-1972), que hoy debutará en el banquillo de Cornellà. Interino tras la destitución de Quique Sánchez Flores, su debut como local (antes se estrenó, con victoria, en Montilivi), el también entrenador del filial hace casi tres décadas que se ligó al Espanyol.
“¿David? ¡Claro que sí! Yo participé en su fichaje por el Espanyol”. La frase es atribuible a los tres guías de esta historia para conocer mejor al Gallego futbolista, también a la persona. Jaume Sabaté, Ramon Moya y Pepín Cabezas lo dirigieron, por este orden cronológico. Y no fueron sus únicos técnicos relacionados con el Espanyol, ya que también pasó por las manos de Juande Ramos, Juan Verdugo, Josep Maria Nogués y Miquel Corominas. Todos ellos trabajaron en el club en algún momento de sus carreras.
Sabaté dirigía al Hospitalet, entonces filial perico, cuando le telefoneó el secretario técnico, nada menos que Dani Solsona. “Era un domingo a las dos, justo después de terminar el partido del Hospi. Acababa de llamar a mi mujer para avisarle de que llegaba en una hora y que tuviera la paella a punto... Pero aquel día al final me tuve que comer un bocadillo”, recuerda. “Dani me envió, en un día frío y con mucho viento, al Congost, donde el Manresa recibía al Balaguer, a que fuera a ver a un extremo rápido y a un centrocampista bajito”, rememora al detalle. Y culmina: “Hicimos bingo. Pagamos tres o cuatro millones (de pesetas) por ambos”.
De aquel partido a las 16:15 surgieron Gallego y Jordi Lardín, inseparables hasta su paso por L’Hospitalet. “David acusó un poco el salto de Tercera a Segunda B. Pero tenía mucho amor propio y carácter, se enfadaba mucho cuando no jugaba. Una enorme personalidad”.
A la temporada siguiente, su técnico fue Ramon Moya. Y Gallego se convirtió en indiscutible: “Era rápido, técnico, jugaba muy bien entre líneas, con buen pase interior y gol. Lo disfruté”, resume el ilerdense, quien vivió una situación similar a la actual, ya que también fue entrenador interino del Espanyol, en 2002. “Él coge al equipo en un buen momento, sin problemas de clasificación. Su filial sabe jugar desde atrás, tener el balón y buscar el pase en profundidad. Lo puede reproducir en un equipo que tiene muchísimos jugadores de ese corte... El Espanyol necesitaba esa ilusión de Gallego por volver a jugar al fútbol, algo que últimamente no se ha visto”, sentencia.
El círculo de raíces pericas lo cierra Pepín Cabezas, quien asegura que “Gallego golpeaba el balón como los ángeles. Si yo llego a tener su pegada, habría sido internacional 28 veces”, asevera. Y algo debía tener, cuando le duró apenas unos meses en el Sant Andreu. En enero de 1996 lo fue a buscar el Córdoba: “Era el mejor que teníamos. Lo traspasamos por cuatro millones (de pesetas). Vino su presidente y se lo llevó”. Era Rafael Gómez (el controvertido y célebre Sandokán). 22 años después, aborda otra aventura.
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