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ATLÉTICO 3-0 CELTA

Otra vez Don Antoine

Partidazo del francés, que liquidó al Celta con un golazo y una asistencia de lujo a Vitolo, que hizo el 2-0. Correa sentenció. El Atleti no pierde la fe en la Liga.

Madrid
Otra vez Don Antoine
Rodrigo JimenézEFE

Para Griezmann, la felicidad es un estado que le sale de la bota con forma de gol, directo a una red. El de ayer fue una maravilla, otra. Moría la primera parte cuando el partido mejor estaba. Más abierto, con ocasiones para un Atleti trabado, con ocasiones para un Celta en ese momento con brío. Entonces, su bota. Le llovió el balón encima, en el área pequeña, después de que Giménez saltara a rematar un córner, quizá con falta sobre el Tucu Hernández. Esquinado, a dos palmos y medio de la portería y de Rubén, que tapó bien, Grizi controló, recortó a Jonny y tuvo tiempo hasta de pensar qué quería, adónde enviarlo. A la escuadra. Con la derecha. Lo escrito, un escándalo.

Iba la tarde de maravillas porque, no había comenzado apenas el partido, y su compañero de ataque, Costa, ya había dejado otra. De espaldas, encajonado por dos rivales, logró sacar el balón de tacón, sin darse la vuelta, con Lopetequi en el palco. Éste lo agarró Vrsaljko para convertirlo en otro de sus pases de gol, pero Grizi no llegó por un poco.

El Atleti había salido dominador pero, como ninguno de sus intentos terminaba en la red de Rubén, le fue dejando al Celta el balón. Un Celta que resistió a esos primeros minutos y que se iba presentando al Metropolitano. A su hierba, su acústica, su cielo medio techado. Pero era el suyo dominio estéril. Oblak, que estaba, podía no estarlo: en ninguna foto salía. Quizá era la hora, la lluvia que iba y venía, pero el juego tuvo un rato de siesta, horizontal, sin necesidad de porterías, hasta que volvió a aparecer Costa, para devolverle pulsaciones y encabezar otro arreón del Atleti. Corría, cuerpeaba con Sergi Gómez, pedía balón. Un animal suelto y con hambre. Sería el Celta, sin embargo, quién acarició primero el gol.

Fue a balón parado, jugada ensayada, 30’, su primera vez ante Oblak, que sí, que estaba. Pero perdonó. Primero falló Roncaglia, a quien Aspas había cedido de cabeza, en corto. Después Sergi Gómez, a quien le cayó el balón. Disparó a matar a tres metros de Oblak. Disparó fatal. Por si acaso, ahí apareció un pie para enviar al córner. Era de Godín. El mismo que en la jugada siguiente casi regala un gol al Celta. Se confió en la salida y le robó el balón Maxi Gómez, que cedió a Aspas, que envió fuera. Perdonó el Celta y cuatro minutos después se lo hizo pagar Griezmann, sacándose esa maravilla de la bota.

Vitolo, lesiones, otra vez Griezmann

Regresó el partido de la caseta con más batalla, golpes y un pisotón: el de Sergi Gómez a Costa, de los que hacen daño, de los que dejan cojo. También dejaba dos fotos de Oblak. Una, que tenía que usar la pierna de Giménez para sacar de puerta, él no podía, dolía. La otra, en una ocasión de Radoja, al palo. Volvía a perdonar el Celta. Mataría el Atleti en la jugada siguiente.

Griezmann mediante, claro, con un pase del que colgar muchos adjetivos. Brutal, espectacular, marca Griezmann: se inventó un hueco entre las piernas de Tucu Hernández y allí envió el balón. Buscaba a Vitolo, muy participativo, que se desmarcó y definió picando por encima del portero. Golazo, chut de confianza. La goleada la cerró Correa (gran pase de Koke) nada más entrar en el campo por Vitolo. Era tres minutos después de su gol. Sería seis antes de que todo el Metropolitano, se pusiera en pie. Despedía a uno de los suyos. A Griezmann, su francés de la bota feliz.

(Al partido le quedarían aún treinta minutos pero, salvo la recaída de Aspas de su lesión, una mano de Oblak a Maxi Gómez y el susto de ver a Costa irse sin bota, por aquel pisotón, el francés lo había finiquitado ya. Don Antoine, otra vez más).