El bloqueo a Qatar no frena las obras del Mundial 2022
En 2018 se inaugurarán tres nuevos estadios para la fase final y la espectacular línea principal del Metro de Doha.
El bloqueo comercial por tierra, mar y aire de Arabia Saudita, Bahrein, Egipto, Emiratos Árabes, Libia, Maldivas y Yemen sobre Qatar no ha frenado las obras para el Mundial 2022, que avanzan conforme a los plazos previstos. "Este año esperamos inaugurar dos o puede que tres nuevos estadios", aseguran fuentes de la organización.
A los pies del rascacielos, se ubica la estación de Medina. El Metro es el proyecto estrella de las infraestructuras del emirato. "Es una obra de la que estamos especialmente orgullosos", explica Fatma Al-Tawadi, la ingeniera catarí formada en Estados Unidos que supervisa la obra. "El objetivo es que durante el Mundial 2022 nuestros visitantes puedan ver dos o incluso tres partidos al día desplazándose en el Metro". La línea roja se extiende desde el estadio de Lusoil hasta el de Al Wakrah, dos de los epicentros de la Copa del Mundo más lejanos entre si. Otra mujer, Lolua al-Khat, portavoz del Ministerio de Exteriores, asegura que "el bloqueo no dañó la economía, que crece por encima del dos por ciento. Cambiamos las rutas comerciales, utilizando ahora los puertos de Kuwait y Omán. De hecho, no se interrumpió ninguno de los proyectos de construcción, incluidos los estadios para la Copa del Mundo de 2022".
En la estación de Metro de Medina los catarís han construido una escuela. Qatar es un país en el que el coche lo sustituye a todo. No hay costumbre de usar el transporte público, reservado para la mano de obra extranjera que trabaja en el país. "Por la escuela del Metro pasan todos los niños catarís. Aquí aprenden sobre el transporte público, y sobre la conveniencia de usarlo por seguridad, economía y velocidad. Poco a poco queremos cambiar los hábitos de la gente", afirman los responsables de la infraestructura. Un vagón-piloto muestra cómo se distribuirá la gente: hay un espacio de primera clase, otro para las familias y un tercero de clase económica. "Nuestro Metro es el único del mundo en el que hay asientos especialmente reservado para los menores, con un tamaño menor de asiento y respaldo adaptado a la altura y el peso medio de los más pequeños", muestra Fatma con indisimulado orgullo.
Los efectos del bloqueo tampoco se notan en la vida cotidiana. Los supermercados están bien surtidos, como las tiendas y los mercados. "Los precios subieron mucho al comienzo del bloqueo, pero ya han vuelto a su ser", dicen los extranjeros que trabajan en el país. La única señal de qué algo pasa es las proliferación de imágenes gigantes del Emir colgadas de las fachadas de los edificios, en las ventanas de las casas o en los cristales de los coches. El bloqueo de sus vecinos ha elevado a máximos el espíritu nacional en Qatar.
"No sabemos el tiempo que durará el bloqueo, que consideramos además de ilegal, injusto. Pero defenderemos nuestra soberanía nacional", explican miembros de la organización. Los países vecinos exigen a Qatar la expulsión de los exiliados de los Hermanos Musulmanes, el cierre de la emisora Al Jazeera y poner fin a la supuesta financiación de grupos terroristas. "No financiamos a ningún grupo terrorista. Esa es una acusación tan grave como infundada.", afirma Al-Khat.
En Qatar creen que el problema se solucionará antes del Mundial. Kuwait hace de mediador entre los países en conflicto. La propia FIFA desarrolla tareas diplomáticas para diluir el problema. "Más que el calor, lo que de verdad sería un serio hándicap para la Copa del Mundo es que se llegara a 2022 sin una solución", dicen fuentes de la organización. Seguramente, como ha pasado otras veces, el fútbol será una herramienta útil para arreglar los problemas. Es la tesis que apunta Mattihas Krug, el germano-catarí que se ocupa de la comunicación internacional del Comité Organizador del Mundial.