El Athletic no pierde pero saca de quicio a San Mamés
Pitada en Bilbao por el baño del Eibar ante un equipo ramplón y sin fútbol que acabó defendiendo el empate de forma rácana. Laporte vio el partido desde un palco.
El derbi de San Mamés se traía tanto ruido periférico que pocos miraban al verde. Laporte en el palco, y Capa y Dani García, futuros leones, en el banquillo, absorbían los focos en una tarde típicamente norteña, con viento y agua a manta. El francés fue descartado y Mendilibar optó por una revolución: seis cambios con respecto a la jornada del lunes y el estreno en el once de Orellana y Diop, los fichajes invernales. Parecía un poco un ataque de entrenador, porque la cosa no andaba para tanta revolución, pero visto el resultado a ver quién le tose. No estaban sus laterales titulares y bien que se notó. En lo sustancial, su equipo fue una apisonadora, le dio un meneo de época al Athletic, que acabó miedoso, pertrechado en su área y abucheado a pleno pulmón. Bajo la máscara de diez jornadas sin perder sigue escondiéndose un juego ramplón, empates de pacotilla y pocas esperanzas de un mañana mejor. Casi siempre se pone por delante y luego deja huir la ambición. También es cierto que las herramientas cada vez son más escasas: entre lesiones, salidas de las mismas y una fuga inminente, esto da de sí lo que da.
El que más se dispersó con el extraño preámbulo fue el Athletic, que permaneció sin apuntes durante media hora. Fue un equipo mustio, con la pelota regalada en todas las segundas jugadas. Iturraspe estaba muy metido con los centrales y se perdía una pieza a la hora de mover el balón por abajo. Y Rico no la olió. La presión arriba y la intensidad eran armeras, con las líneas adelantadas, sin complejos y sistema limpiaparabrisas, es decir, balones de izquierda a derecha y viceversa. Orellana era la tecla más afinada entre líneas, mientras que los leones jugaban atropellados, dejando huecos... como un solar. Ocurrió que pese a tratar el cuero como un artefacto, el Athletic tuvo dos buenas ocasiones, una en lo más sintético y elemental del fútbol: saque largo de ese quaterback con guantes que es Herrerín y la prolongación de cabeza de Aduriz para la veloz carrera de Williams, que lo tuvo a huevo, pero la centella Dmitrovic (este hombre tenía estudiado a Iñaki) le rebañó el balón. Luego se dio una acción con los mismos dos protagonistas, con otro regalo armero, y volvió a reaccionar bien el meta.
Williams salió como un cohete en el segundo tiempo. Con un gesto muy de extremo porque eso es lo que es y no un nueve, recibió un pase rápido de Raúl García en el minuto 50, apuró con dos amagos hasta la línea de fondo y cuando parecía imposible, por tan forzado como iba, la levantó y remató solo en el área pequeña Aduriz. Todos esperaban un pase atrás. La conexión Iñaki-Aritz ya dio rédito a los leones en el partido de la primera vuelta.
El derbi discurrió sin tarjetas en todo su trazo y hasta con Aduriz pidiendo a la gente que no pitase por un penalti inexistente que le pilló por medio. En el minuto 12 (por erigirse en el jugador con ese número) el público pidió a Tebas que se fuera y algunos pensaron que era a Kepa. Más cosas raras. Al Eibar no le cambió la cara ese 1-0. Siguió tocando, sin prisa, con Aritz y Susaeta como dos prisioneros en campo propio y la gente pitando por el sopor. Como le pasó en Getafe, con Ángel, al Athletic le perdieron los revulsivos del rival. Su banquillo no mueve la coctelera pero el del enemigo revoluciona el cotarro. Y precisamente eso le llevó a éste al empate. Charles dio chispilla y un balón suyo al corazón del área, ahí perdido, lo cazó Kike García para aprovechar la pasividad de la defensa vizcaína. A Ziganda le dio por meter a Vesga en el 87' no se sabe muy bien para qué. Bueno sí, para defender rácanamente el empate en lugar de ejercer de equipo grande e ir a por el triunfo, vamos lo que estaba haciendo el Eibar. Seguro que Laporte desde su palco se cargó de razones: aquí os dejo, pequeños. Para ese tramo final, los armeros maldecían su suerte: habían planchado a su adversario y provocado la indignación de su sufrida parroquia.
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