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REAL MADRID - GREMIO

Con el once de la Duodécima en un partido para la historia

El Madrid puede conquistar cinco títulos en un año por primera vez. Sergio Ramos jugará infiltrado y Bale será el plan B. Michel hará el papel de Arthur.

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Con el once de la Duodécima en un partido para la historia
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Aunque el exotismo del escenario lo disimule, es noche para la historia del Madrid, que por primera vez puede conquistar cinco títulos en un año natural (todos los posibles menos la Copa del Rey). Así que vestirá de largo, con el once de la Duodécima. Y esta vez con Bale en la recámara y con el VAR como juez de segunda instancia (sigue el partido en directo en As.com).

La relación del galés con el gol es tan imponente como su historial clínico. En una temporada crítica marca un gol o da una asistencia cada 84 minutos, dato que revela que necesita salud pero no continuidad. Será el jugador número doce del Madrid y saldrá vaya la cosa como vaya. Los otros once son los que Zidane lleva recitando nueve meses, porque Ramos jugará infiltrado, a pesar de la cercanía del Clásico, y porque Carvajal y Kroos regresan.

Una alineación sin reservas para un partido de verdad, muy alejado de esa verbena estrambótica del Al Jazira, en la que el Madrid se puso casi cómicamente en peligro por rematar mal y defender peor. El Gremio tendrá una textura más resistente. Es, como la mayoría de equipos del sur de Brasil, quizá por la cercanía de Uruguay, más de trabajar que de samba, aunque Renato Gaúcho ha suavizado su inclinación metalúrgica.

Renato fue un futbolista de fantasía con la mochila de la indisciplina que tantas veces acompaña a los brasileños. Por eso se vio fuera del Mundial 86 y quizá por eso fracasó en el Roma, donde no fue capaz de marcar un solo gol. Asiduo de las playas de Río, resultaba frecuente verle practicar futvoley con Romario, Djalminha y Edmundo, otros versos libres.

El carisma de Renato

Pero la hinchada de Gremio le adora. Ganó con ellos la Libertadores y la Intercontinental de 1983 metiéndole dos goles al Hamburgo y se ha convertido en el primer brasileño que conquista el título sudamericano como futbolista y como entrenador. Pero tampoco esperen demasiada lírica. El Gremio es un grupo duro, con 16 jugadores con más de treinta años, dato que revela la morfología de su plantilla (los que se están formando en el club y los que están de vuelta de otras ligas) y más prevenciones de lo habitual en el fútbol brasileño.

Diez de sus futbolistas tienen experiencia en Europa y saben lo que se lleva aquí. Renato lo ha fiado casi todo a un once muy repetido y una defensa de hierro. Fue el tercer equipo menos goleado del último Brasileirao, en el que encajó menos de un tanto por partido. El corazón del equipo es el triángulo formado por los dos volantes y Luan, mediapunta de lujo y máximo goleador y asistente del equipo este curso. Ahí falta Arthur, pretendido por el Barça y lesionado en la final de la Libertadores ante Lanús, una pieza crucial. Sin él, sufre en la salida de la pelota, aunque Michel, su relevo, ha sabido sostener al grupo.

Hasta ahora ha sido un equipo poco atrevido, que no presiona arriba pero que tampoco permite contras. A balón parado se defiende con marcas individuales. Y arriba echa de menos a Pedro Rocha, vendido en verano al Spartak de Moscú por 12 millones. Grohe, portero decisivo en los últimos meses, Geromel y Luan sujetan el esqueleto y Lucas Barrios, que ha jugado en ocho países, es el finalizador. En la Libertadores sólo perdió dos partidos de catorce. Si gana hoy, Renato merecerá la estatua que pide. Si es al revés, quizá sea el Madrid, que se proclamaría campeón mundial por sexta vez, quien deba empezar a preguntar el precio de una talla para Zidane.