Incapaz de ganar el Betis en las últimas cinco jornadas y con resultados sonrojantes como el 5-0 de Eibar o el 3-5 del Cádiz de Copa del Rey, Quique Setién se juega el puesto en los próximos 8 días. Puede quedar pendiendo de un hilo si hoy pierde contra el Atlético y encima lo hace por un marcador que no sea digno. En caso de derrota no demasiado sonrojante se la jugará en La Rosaleda el lunes 18 de diciembre, en el penúltimo encuentro antes del parón liguero. Caer en los dos próximos encuentros metería al Betis en el fondo de la clasificación con casi total seguridad y además significaría una de las peores rachas verdiblancas de los últimos años.
Quién lo diría después del comienzo liguero de los verdiblancos, culminado con la victoria en el Santiago Bernabéu, en el último instante, que parecía haber enterrado los fantasmas de mediocridad deportiva que asolaban al Betis en los últimos años, salvo la clasificación europea con Pepe Mel en su banquillo durante la campaña 12-13.
Setién, por cierto, se enfrenta hoy a un club con el que mantiene una especie de relación de amor-odio, precisamente por cosas de entrenadores. Militó en el Vicente Calderón desde 1985 hasta 1988. Disfrutó con el ‘Sabio’ Luis Aragonés, que le dirigió algunos meses y le ayudó a entrar en la lista para el Mundial-86. Luego, tras criticar la destitución de Armando Ufarte, fue despedido improcedentemente por el entonces presidente (entró en 1987) Jesús Gil junto a los Arteche, Landáburu y Quique Ramos. Magistratura les dio la razón a todos pero el santanderino decidió fichar por el Logroñés poco después.
