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ATLÉTICO 3-ELCHE 0 (4-1)

Torres y Vietto, la cara y la cruz

El Atlético ganó con soltura al Elche en el estreno de la Copa en su campo con goles de Giménez y Torres (dos). Vietto erró ocho ocasiones
Celebración del Atlético: fiesta en Neptuno

Madrid
Torres, celebrando un gol.
Torres, celebrando un gol. JuanJo MartinEFE

Quiso poner pronto el Atleti calor sobre el hierba, que para frío ya hacía en la grada. Dispersos aquí y allá se repartían 46.723 personas que, entre 13.000 asientos más que en el Calderón, parecían como espolvoreados. Quiso hacerlo Vietto, en el primer balón que tuvo. Recibió de Thomas y se escapó hacia el portero del Elche. Empujaban sus piernas, todos los trenes perdidos. Tantos que no le quedaba otra que correr y correr. Pero dio igual que Vallejo saliera: buscó el poste contrario y su disparo fue fuera. Sus goles parecen haberse perdido en otra dimensión, deben estar ahí, seguro, en otro planeta. Y, ni siquiera ante el Elche les dio por presentarse.

Ninguno sería suyo y eso que, desde el inicio, olía el Wanda Metropolitano a goleada. El Elche, si pisó dos veces el campo contrario, lo hizo igual, como pidiendo perdón. Su futbolista bajo el foco era Vallejo. Siempre estaba ahí, al final de todas las jugadas. Carrasco, con la lección del día anterior del Mono Burgos aún fresca en pies y cabeza (“dispara, dispara, dispara”) pues le pasaba cerca un balón y, claro, lo chutaba. Era la carta de aviso al portero: le esperaría un asedio. Y eso que Vietto siguió retrasándolo un rato, el pobre. Porque los trenes seguían pasando ante él. Pero o saltaba poco, o llegaba tarde, o lo enviaba a las nubes, o el balón se iba al portero. Un drama. No retrasaría mucho más lo inevitable, sin embargo.

Esta vez la notificación fue un gong, un balonazo al palo de Koke cuatro minutos antes de que Giménez tallara su nombre en este estadio. Como mejor le sale, de cabeza, tras un córner. Lo esperó en el segundo palo y saltó más que nadie para estamparlo en la red de un Vallejo que, ni con movimientos de balonmano, supo cómo pararlo. No se entiende que, de normal, el uruguayo sea suplente. Cada vez que juega da argumentos para lo contrario. Le quitó todo el frío de pronto a la noche. Dos minutos después marcaría Torres su gol, el primero de otra historia, la suya en el Metropolitano.

Carrasco, que seguía al “dispara, dispara, dispara”, chutó y rechazó Vallejo. Ese balón suelto sería el principio de la historia: porque ahí estaría Torres, para cazarlo y cruzarlo, para enviarlo a la red. Fue tocarla y un interruptor pulsarse en el estadio. De pronto parecía lleno. De pronto, sólo se oía Lolololo. El Metropolitano cantaba alto que quiere vivir mucho a su lado.

Cuando comenzó la segunda parte, Josico trataba de encenderle la pila a su equipo con dos cambios: uno arriba (Flores) y otro en medio (Benito), ambos invisibles hasta el momento. Le sirvió a Moyá, ya podría demostrar que había estado en el partido, ya había foto: dos llegadas del Elche y un disparo, como de niño, de Sory Kaba. Hasta aquí la pila ilicitana. Vallejo volvería a pedir foco, al salir a por uvas persiguiendo un balón, fuera de su área, y regresar intacto. Enfrente tenía a Vietto, que seguía en el mismo modo: viendo trenes pasar ante sus ojos. A la mala suerte había sumado a Golobart. Imposible colarle el cuerpo, un balón.

Sí se le colaría Vrsaljko. Que salió en el 65’ para recordar en una carrera como cortaban sus pies en la derecha cuando corría. Balón a Torres, que lo encaja en la escuadra. El Lolololololo otra vez, altísimo en el Metropolitano, abrazando a su Niño. Y a Vietto, a Vietto también. Cómo no, tras el enésimo fallo. Porque el partido ya está en el 83’ y el partido ya es él, sólo él. Que logre el gol de una vez, que detenga un tren, el que se sea, y se lleve su calvario, lo pequeño que se hace frente a una portería. Porque Vietto luchó, corrió y se movió, pero sigue siendo el único rojiblanco que no logra subirse a ese tren, el del gol. Ni siquiera ante el Elche, primer trago de esta Copa que el Wanda Metropolitano se bebió mirando a octavos, mientras de fondo sonaba alto esa música. Lololo.