La polivalencia ha sido siempre una de las principales virtudes de Adrián González. Pero después de dos temporadas asentado como segundo delantero en el Eibar, en Málaga se ha topado con un desafío que le ha vuelto a poner a prueba como futbolista. Míchel tiene fe ciega en Adrián y su apuesta por él no ha sufrido merma ni cuando La Rosaleda le señaló como uno de los grandes culpables de la crisis. Sin alzar la voz, a base de recorrer kilómetros (casi 12 de media por partido, más que nadie en el Málaga), ha ido encontrando el sitio. Esta vez en una zona que no es la suya, el doble pivote, Míchel ha tirado de la experiencia de Adrián y le ha entregado, junto a Recio, el timón del equipo.
El zurdo confesó recientemente a AS que donde se siente cómodo es justo detrás del delantero centro. Pero, al menos hasta enero, le toca ejercer como pivote de emergencia, en una posición muy similar a la del futbolista al que más admira y con el que se verá las caras esta tarde: Modric. “Tiene dinamismo, una forma de entender el juego y un golpeo de balón increíble. Me extraña que no esté entre los cinco primeros de una elección a los mejores jugadores del mundo porque lo es”, afirma sobre el croata. Hoy le tocará sufrirle.