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OLYMPIACOS - BARCELONA

Atenas’94, el día que Cruyff no fue profeta en el Barcelona

La final de la Copa de Europa ante el Milán del 94 es la gran pesadilla del Barça. Cada vez que el vuela a Atenas, revive el mal recuerdo.

Actualizado a
Guillermo Amor jugó la funesta final de la Copa de Europa del 94.

El 16 de mayo de 1994, dos días antes de la final de la Copa de Europa ante el Milán en el Olímpico de Atenas, Johan Cruyff perdió su condición de profeta. “El Milán no es nada del otro mundo. La gran diferencia entre ellos y nosotros es que basan su juego en defensa y nosotros en ataque. Hemos marcado 60 goles en los últimos 20 partidos. Será un gusto ganar”, proclamó el holandés en su versión más arrogante. Cruyff era así. Sus jugadores le seguían. Koeman, el héroe de Wembley, también se comprometió ante la afición: “No vamos a fallar”. El Barça venía eufórico. Había sumado 28 de los últimos 30 puntos en la Liga. El Milán llevaba 15 días sin competir y seis jornadas sin ganar. Su último partido había sido una derrota ante la Reggina. Sin embargo, había ganado el Scudetto con dos jornadas de antelación. Capello sabía lo que hacía.

El Barça viajó a Atenas, donde le recibió una alta temperatura, con resaca y sin haber podido digerir todavía el subidón de la última jornada. Djukic había fallado el penalti que le hizo campeón, Romario marcó su gol 30 y la imagen de los jugadores con el chupa-chups que había universalizado Cruyff después de dejar el tabaco había dado la vuelta al mundo.

Cruyff decidió prescindir de Laudrup en la final. Sólo podían jugar tres extranjeros y los elegidos fueron Koeman, Stoichkov y Romario. Es cierto que la relación entre el danés, a punto de irse al Madrid, y Cruyff era inexistente. Pero también que a Cruyff le había funcionado esa terna y que con los tres de salida se había ganado 5-0 al Madrid y le había dado la vuelta a la Liga. Cruyff había modificado su sistema para jugar con el brasileño de delantero centro. Stoichkov jugaba como extremo derecho en un sistema algo asimétrico que dejaba el carril izquierdo entero para el profundo Sergi. Las previsiones del profeta saltaron por los aires. El Milán barrió al Barça. Massaro hizo dos goles y se llevó la camiseta del que reconoció su ídolo, Stoichkov. “Antes del partido, le pedí un autógrafo a Cruyff”, admitió muchos años después en una entrevista a AS. Savicevic y Desailly hicieron los otros dos goles. Cuando marcó el francés quedaba más de media hora. El Milán no quiso hacer daño. Fue una humillación en toda regla. Stoichkov y Romario se marcharon al vestuario sin ver cómo el Milán levantaba el trofeo.

Fue el principio del fin del Dream Team. A Zubizarreta se le comunicó en una jardinera del aeropuerto del Prat que no seguiría. Laudrup se marchó al Madrid (“no aguanto más a Cruyff), Goiko fue intercambiado por Eskurza… El Barça se deshilachaba. Cruyff no había sido profeta en Atenas.

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