El Atleti se complica la vida
Un gol de Soriano penaliza a los de Simeone, que desperdiciaron muchas ocasiones. Andrés Fernández lo paró todo. Si el Sevilla gana, empata en la tercera plaza.
El fútbol. Da igual cuántas veces llegues que, si perdonas, lo pagas. Ayer se lo recordó al Atleti ante el Villarreal, no podía ser otro ese rival al que siempre, tanto, le cuesta ganar a los rojiblancos. Nueve remates a puerta de uno, dos del otro. Ganó el segundo. Ver para creer. El Calderón aún sigue frotándose los ojos.
Porque la primera parte fue una ocasión infinita del Atleti. No cesaban los rojiblancos. El dale, dale, que alguna cae de Simeone hecho carne. La primera llegó a los diez minutos, tras una pérdida de balón de Trigueros en zona roja, donde no se deben perder balones, pero primero Correa y después Saúl se toparían con la que sería su constante toda la noche: Andrés. Después serían Griezmann, Gaitán o Correa y el mismo final. Andrés, Andrés, Andrés.
El Atleti ya lo había teñido todo rojiblanco. El partido, el césped y hasta el balón. Bien plantado, con transiciones rápidas, un Griezmann en todas partes y un Giménez, lateral derecho de nuevo, más valiente, al ataque. Su dominio era tan avasallador que ya sólo le faltaba un detalle: subirlo al marcador.
Atleeeti. De pronto el himno subió el volumen. Había un motivo: acompañaba una pancarta que en la grada acababa de brotar. “1966, inauguración. 1970, triplete de Luis al Cagliari. 1973: primera Liga en el Calderón”. Debajo su explicación: momentos del Calderón. Tres de los 50 años de este estadio que dentro de dos partidos de Liga se acabará. Serían doce en total. Piel de gallina.
Antes de los tres siguientes (“1975, campeones del mundo”, decía uno; el gol de Ayala, la Intercontinental) llegaría la siguiente ocasión doble del Atleti. Pase genial de Koke, mano a mano de Grizi y, cómo no, los guantes de Andrés. También se alzarían al segundo siguiente, para desviar un tiro de Gaitán. Al descanso, el portero se miró su traje: tenía mil golpes y ninguna cicatriz. Milagro.
Diez minutos de la segunda parte pasarían antes de que el Atleti volviera a presentarse en su portería como una gota malaya. Dale, dale, dale. Ahora es Griezmann, que roba un balón, deja solo a Gaitán mano a mano con Andrés y... paradón, paradón de nuevo. Otro más, para la afonía de Simeone. El técnico enseguida pasó del grito al movimiento. ¿Costaba el gol? Dentro gol: Carrasco y Gameiro.
Dio igual. Después de que Trigueros derribara a Grizi al borde del área, el Atleti tendría otra triple ocasión: lo intentó Carrasco y Andrés, Griezmann y nada, Koke y de nuevo Andrés. La grada intentaba empujar el balón a la red con más momentos, emoción. “1993: remontada al Barça. 1996: Doblete”. Fue entonces cuando llegaron los palos.
El primero fue Carrasco, que pidió el cambio. Se había hecho daño en el hombro en un choque con Rukavina, a los 15’ de salir. Después fue el fútbol, el Villarreal, que se había ido compactando, cegando espacios. Y con Bakambú y Soriano ya tenía veneno arriba. Su primer aviso (Soriano) lo sacó Savic bajo palos. El segundo, Oblak de su red: el gol había nacido de un error de Filipe, que se confió en un control ante Bakambú. Éste robó, corrió y centró. Soriano ahora no perdonó. El Calderón, que ya había llegado a Luis y a Torres en sus recuerdos, se pellizcaba, mudo.
El Villarreal, dos llegadas y un gol. El Atleti, todas y ninguno. En los últimos minutos, los rojiblancos lo buscarían a la desesperada pero seguirían igual, a cero, sin pegada. Simeone se fue a la caseta negando mientras el aire del Calderón ahora lo llenaba esa maldita frustración ya conocida: haberlo buscado tanto, mirarse las manos y verlas vacías.
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