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Trevor Francis: historia del gol que costó un millón de libras

Pasó a la historia del fútbol por un certero remate de cabeza que coronaba al Nottingham Forest, pero la vida de Trevor Francis está llena de altibajos.
Delfín vs Liga de Quito

Trevor Francis, con la selección inglesa en 1982.
DIARIO AS

Harto ya de las preguntas de la Prensa, se giró antes de introducirse en su coche y miró a su alrededor: “Debutaré en Múnich… y seremos campeones”. Terminada la frase, cerró con un por tazo y salió rumbo a la Trattoria Casa Antonio, un modesto restaurante italiano situado en las cercanías del City Ground, el estadio-hogar-sede de los jugadores del Forest, y habitual punto de reunión de comidas y cenas de los jugadores del equipo del condado de Nottingham. El verano de 1978 había sido intenso para Trevor Francis. Muy intenso, coronado con ser el fichaje del año en el fútbol inglés. En unas horas había superado todos los récords: era el jugador más caro de la historia del fútbol inglés. Su traspaso le costó al Nottingham Forest nada más y nada menos que un millón de libras (unos 150 millones de pesetas de la época) pagadas al Birmingham City. Y lo que es peor. No había podido demostrar nada de su juego en toda la edición de la Copa de Europa debido a una lesión en el tendón de Aquiles. Lógico era el carácter receptivo, casi dudoso, incluso sospechoso, que le brindaban aficionados y algún que otro compañero. Sólo su familia y su entrenador, el inefable Brian Clough, confiaban ciegamente en él: “Es muy caro, pero nos devolverá lo que pagamos. Será una gran inversión para el club”, solía decir su socarrónico técnico.

Empezó su carrera en las filas del Birmingham City, con el que debutó con apenas 16 años de edad, marcando 15 goles en 16 encuentros.
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Empezó su carrera en las filas del Birmingham City, con el que debutó con apenas 16 años de edad, marcando 15 goles en 16 encuentros.

Nacido el 19 de abril de 1954 en Plymouth, al oeste de Inglaterra, Trevor Francis empezó a jugar y a destacar en su escuela. Su envergadura, físicamente fuerte, con tendencia al juego interior-extremo zurdo, es menos espectacular y más práctico. Dotado de un buen dribbling, técnicamente bueno, de un aceptable disparo y con un más que notable juego de cabeza, rápidamente llamó la atención. También destacaba por su comportamiento fuera de los terrenos de juego, donde se mostraba parco en palabras, tímido y hasta reservón. Algo que chocaba notablemente con su juventud. Ingresó en las categorías inferiores del Birmingham, con el que debutó con apenas 16 años, que por aquel entonces militaba en la Segunda División del fútbol inglés. Marcó 15 goles en sus primeros 16 encuentros ganándose todo el cariño de la afición blue. Comenzaba la década de los 70, que para el joven Trevor sería una veloz carrera llena de altibajos: fue el jugador mas joven del Birmingham City en conseguir un hat trick ante el Bolton Wanderers con apenas 16 años y 317 días el 20 de febrero de 1971. Al año siguiente alcanzó la División nacional y se convirtió en profesional. Comprobó en sus carnes las dos lados de una moneda. La cara: es tan adorado por la afición del Birmingham que un seguidor suyo saltó al césped y agredió al defensa del Cardiff Mel Sutton por haberle realizado una dura entrada. La cruz: es tan odiado por los seguidores rivales, que en una ocasión, y jugando contra el Orient, la afición del Leyton le arrojaron cuchillos para que no se acercara a su meta… Él no se arredra.

En 1972, el Everton se interesó por sus servicios, pero la directiva del Birmingham no accedió a cedérselo. Al año siguiente sería el Nottingham Forest quien se interesaría vivamente por contratarle, pero se encontró con una nueva negativa de su club a escuchar cualquier tipo de oferta por uno de sus jugadores estrella. Ese años, 1973, debuta con los Sub-23 frente a Polonia. Pero no todo era brillante. En 1976 fue sancionado por realizar unas declaraciones a la prensa que en la directiva del Birmingham consideró desfavorables para sus intereses. Pero a la vez que era castigado, era capaz de conseguir goles tremendamente explosivos y magníficos. Uno de esos goles lo consiguió ante el Queens Park Rangers, cuando desde la línea de fondo fue retrocediendo terreno mientras iba regateando jugadores rivales, antes de soltar un poderoso disparo desde unos 25 metros que entró en la portería contraria como una exhalación. Todo marchaba tan espectacularmente bien que el 9 de febrero de 1977 se enfundó la camiseta de Los Tres Leones por primera vez. Fue ante Holanda, en un amistoso en el que los pross cayeron derrotados (2-0), pero como él mismo rememora: “Vestir la camiseta de tu país es defender a tu país. Es intentar llevarla lo más orgulloso y lo más arriba posible. Jamás podré olvidar ese día. Nunca”. Apenas un mes después conseguiría marcar su primer gol como internacional inglés. Fue ante la modesta selección de Luxemburgo, en un encuentro clasificatorio para el Mundial de Argentina. En total, disputaría 52 partidos con la camiseta inglesa, marcando 12 goles en nueve años y 72 días.

Al año siguiente, 1978, y para salvar las finanzas del club, se marchó cedido a la Liga americana, la NASL, donde debutó en las filas del Detroit Express de EE UU: marcó 22 tantos en 19 encuentros, dejando una gran sabor de boca. Al año siguiente se produciría su gran traspaso al Nottingham Forest, pero Francis dejó una cláusula en su contrato: durante los tres meses de verano podía irse a jugar a otro equipo. Eso sí, si se lesionaba, él correría con todos los gastos. También dejaba nuevos ingresos para su equipo, lo que era una nueva manera de obtener más dinero. En el verano de 1979 lo volvió a cumplir. Se marchó de nuevo a los Detroit Express, que había organizado una gira por todo Estados Unidos con él como gran figura: 14 encuentros. Marcó 14 goles, a uno por encuentro. Por ese motivo se perdió varios encuentros de Liga e incluso la primera eliminatoria europea de la temporada 1979- 80, cuya final se disputaría en el estadio Santiago Bernabéu por un doble motivo: la UEFA quería rendir pleitesía al Real Madrid primero para honrar la figura de Santiago Bernabéu, fallecido en junio de 1978, y en segundo lugar, por celebrarse los primeros 25 años de la competición y ser el club madrileño el que más títulos ostentaba (seis) en aquel momento. Sin embargo, él no llegaría a disputar esa final: el talón de Aquiles de su pie derecho no dejaba de ser una molesta losa. Se perdió el tramo final de la temporada y con ello, dos grandes oportunidades: la primera fue la Eurocopa de 1980, a la que no pudo acudir como jugador, siendo ya un miembro notable de la Selección inglesa.

La segunda, su oportunidad de recalar en el fútbol español, en el Barcelona concretamente. Pero vayamos por partes. El no acudir a la cita europea no le impidió ser comentarista de la BBC para los partidos que disputó Inglaterra. Esa fue su primera incursión en los medios de comunicación, algo que posteriormente le ha servido tras retirarse del mundo futbolístico. La segunda fue su traspaso fallido al FC Barcelona: Francis estuvo en la Ciudad Condal en junio de 1980 para ser sometido a diversas revisiones en diversas clínicas barcelonesas. José Luis Núñez necesitaba un revulsivo, y Francis era uno de los posibles estrellas-candidatas a engrosar las filas azulgranas. Se hablaba, incluso, de una operación que rondaba los 160 millones de pesetas, pero… la operación se fue al traste. Según la rumorología de la época había dos versiones: una, que Kubala, entonces técnico azulgrana, no estaba de acuerdo en su fichaje y se escudaba en que el jugador no iba a estar disponible para el comienzo del campeonato. La otra hacía referencia a que Núñez había utilizado su nombre y su presencia en Barcelona con un doble motivo: uno, abaratar el posible fichaje y dos, intentar abaratar el fichaje de otro jugador español, Quini, más del gusto del exseleccionador nacional. Fuesen cual fuesen las intenciones de la entidad blaugrana, Francis vio cómo su fichaje se frustraba, y lo que era peor, él quedaba a ojos de la afición del Forest como un traidor a sus colores. Aguantó una temporada más antes de irse.

Trevor Francis recibiendo una copa.
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Trevor Francis recibiendo una copa.Archivo Diario As

Además, el fisco británico le seguía los pasos. Viendo su poderoso tren de vida, se puso a investigar y en agosto de ese mismo año fue multado por no haber pagado la contribución urbana de su nueva finca, valorada en unos diecisiete millones de pesetas. No contentos, su empresa fue denunciada por adeudar al fisco 120.000 pesetas en concepto de contribución por una granja, llamada Rookey. Ante las adversidades, Trevor no se rindió y sacándose una espina, se proclamó campeón de la Supercopa al derrotar al Barcelona en la final. Ese año es reconocido como el mejor extremo derecho del momento. En 1981, y no aguantando más a Brian Clough y a su sempiterno ayudante, Peter Taylor, se marchó al Manchester City por 1,2 millones de libras. Allí hizo gala de su juego hasta que el 20 de marzo de 1982, y ante el Everton, fue expulsado por cometer una durísima entrada sobre el portero. Acto seguido, y viéndose rodeado por defensas rivales, y mientras estos no dejaban de insultarle se levantó y agredió a Billy Wright, un defensa rival, con un fuerte cabezazo. Fue un punto de inflexión en su carrera, tanto para él como para los aficionados. Brian Glanville, uno de los tótem mediáticos del fútbol inglés, comparó su acción de manera irónica y casi cruel: “La sorpresa por ese gesto violento es tan sorprendente… Es como si se descubriera al arzobispo de Canterbur y a altas horas de la madrugada bailando en una discoteca”. Viendo las feroces críticas que estaba recibiendo, empezó a manejar la idea de marcharse fuera de las Islas. A eso hay que sumar que al equipo citizen se le acababa el dinero y Francis era uno de los mejores pagados del club. Acudió al Mundial de España, donde marcó un par de goles (ante Checoslovaquia y ante Kuwait) antes de marcharse a Italia, a la Sampdoria, donde empezaba a despuntar una joven pareja atacante: Vialli y Mancini, i gemmelli del gol (Los gemelos del gol), junto al escocés Graeme Souness. Fue recibido en loor de multitudes: más de 3.000 tifosi lo escoltaron desde el aeropuerto (invadieron la pista nada más aterrizar el avión que lo transportaba) hasta la sede del club. En la Samp permanecería desde 1982 hasta 1985 marcando 17 goles. Pero allí, en Génova, además de conquistar una Coppa ante el Milán, la primera en la historia del cuadro genovés, se llevó los mejores elogios de Fabio Capello, que le consideró el mejor jugador inglés que ha jugado en la historia del Calcio, amén de una canción compuesta e interpretada por Carlo Celi, en el que se valoraban sus grandes cualidades tanto como jugador de fútbol como personales. De Génova pasó al Atalanta, donde apenas marcaría un único tanto en el Scudetto. “Pensé que mi etapa en el fútbol italiano había terminado. En Génova me sentía muy cómodo. Muy a gusto. Me encantaba ver el mar todos los días, y en cierto modo me recordaba a mi infancia en Plymouth (su lugar de nacimiento). Pasar a Bérgamo, donde hacía más frío, una ciudad del interior, sin tanto sol… fue un duro cambio. Un cambio de contrastes que nos afectó a mí y a mi familia”, reconocería tiempo después.

Pero peor fue su siguiente elección: tras abandonar el Calcio se marchó a Escocia, a jugar en el Glasgow Rangers, que abonó unas 700.000 libras de la época por su ficha. Ya contaba con 33 años, pero aceptaba esa oferta porque el club escocés contaba con seis jugadores ingleses en sus filas. “Quizá fuese eso lo que más nos llamó la atención. Era como estar en casa, pero sin estar realmente”. Apenas disputaría 18 encuentros antes de cerrar su periplo por las Highlands.

En diciembre de 1988 el Queen’s Park Rangers le hace una suculenta proposición: convertirse en jugador-entrenador del club londinense sustituyendo a Jim Smith. Francis no lo dudó y aceptó inmediatamente. Ya no le hacía gracia estar sentado en el banquillo mientras observaba a otros jóvenes con la fuerza como única baza dejarle un partido sí y otro también en el banquillo. Empezó con muchas ganas y mucho esfuerzo. La plantilla no le correspondió igual. Al término de 11 meses, fue sustituido. Pero cuando una puerta se cierra, otra se abre. En enero de 1990, el Sheffield Wednesday le ofreció la misma oportunidad, y no lo volvió a rechazar. Fue entrenador-jugador, pero será recordado por un terrible error: no saber vislumbrar las cualidades de un joven delantero francés. Su nombre era Eric Cantona. El hombre que cambió el fútbol inglés a principios de la década de los 90 estuvo a prueba en el propio Sheffield. Tras verle en un par de vídeos, Francis le tuvo a prueba en un campo de césped artificial. Había nevado y quería comprobar sus cualidades técnicas. Cuando Cantona acabó los ejercicios que le había solicitado, Francis le espetó: “Ahora hijo, quiero verte hacer lo mismo en un campo de hierba natural. Mañana volverás y harás lo mismo en ese campo de ahí”. Cantona, incrédulo, le dijo que no. Que no iba a repetir nada al día siguiente y se marchó. Una semana después, el Leeds United anunciaba la contratación del galo.

En octubre de 1994, anunció que abandonaba la práctica del fútbol. Tenía 40 años y militaba en el Sheffield Wednesday donde a su condición de jugador unía la de directivo. “No creo que pueda seguir jugando. La temporada pasada podía aguantar sin problemas una hora de juego, pero en la actual apenas me he entrenado. Y no puedo más”. Se cerraba así una carrera que había transcurrido a lo largo de casi tres décadas: 23 años de futbolista, pero continuaba la suya como entrenador. En 1996 regresó a su club de la infancia, el Birmingham City. Fue recibido con galones de héroe, pero volvió a fracasar de nuevo. Su primera frase el día de su presentación fue premonitoria: “Mis allegados, mis amigos, mis familiares… me preguntan si estoy loco por aceptar esta oferta. Yo les digo que sí. Que vuelvo al manicomio voluntariamente. Al fin y al cabo, esto es lo que ha sido este club durante mucho tiempo”, ante el estupor de directivos, aficionados y periodistas allí presentes. En su antiguo club, pronto empezaron a oírse criticas contra él, en concreto por arremeter contra un jugador que había fichado precisamente Francis, Peter Ndlovu, un delantero africano del que llegó a decir: “Durante la semana, en los entrenamientos me demuestra que es capaz de lo mejor. Remata de cabeza, con ambas piernas, marca muchos goles… pero luego llega el fin de semana y me demuestra lo equivocado que estoy con él”. Pero peor fue en otra ocasión: jugaban los dos primeros clasificados de la Segunda inglesa, el Huddersfield contra el Birmingham, cuando Ndlovu cayó en el área rival. El colegiado, creyendo que el africano se había dejado caer, le mostró su segunda tarjeta amarilla y consecuentemente le expulsó. Francis explotó en la sala de prensa: “Es el peor fingimiento que he visto en 30 años de carrera. Hasta los jugadores rivales se reían de él por su torpeza. Es el peor jugador y el peor acto que he visto nunca. No le quiero más en mi equipo”. Ndlovu tuvo que ser retirado en camilla del campo. Posteriormente, imágenes televisivas y pruebas médicas demostraron que un defensa rival le había golpeado duramente: estuvo tres meses de baja.

Trevor Francis, durante su etapa como entrenador del Crystal Palace, en 2003.
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Trevor Francis, durante su etapa como entrenador del Crystal Palace, en 2003.IAN HODGSONREUTERS

Pero ese no ha sido el único trato vejatorio hacia un jugador suyo: en 2002, siendo entrenador del Crystal Palace, fue acusado por la FA de haber tenido un “comportamiento violento o amenazante” con uno de sus jugadores en un incidente que se había producido durante el mes de agosto. Presuntamente había golpeado a su guardameta suplente Alex Kolinko durante un partido que enfrentaba al Palace con el Bradford. Al parecer, el portero se había reído estando en el banquillo mientras el Palace iba perdiendo. Francis se enojó y presuntamente le agredió. Sin embargo, ni la Policía encontró pruebas para detenerlo ni la directiva del club le sancionó interna ni deportivamente.

Actualmente es comentarista futbolístico en televisión. Comentó el Mundial 2010 para la cadena Al Jazeera y actualmente colabora con Sky Sports, tras superar una enfermedad a comienzos de 2012. Sufrió un ataque al corazón. Seguramente, por un doble motivo, y además, doloroso: primeramente la detención de su hijo y posteriormente, que éste fuese considerado culpable de allanamiento de morada en una mansión y de robo… de unos zapatos de mujer. Francis fue incapaz de aguantar las feroces críticas que se vertieron sobre él, su familia y demás allegados. Pero pasado aquel episodio triste, hoy en día lleva una vida tranquila, ordenada y serena que se rompe cada dos semanas. Con cada partido de Champions League. De la moderna Copa de Europa. Esa de la que él fue una vez el gran protagonista una noche de mayo de 1979. Aunque siempre que se le pregunta, suele responder: “Jugué en grandes equipos de Inglaterra, Italia y Escocia. Participé en Mundiales. Serví a mi país durante 9 largos años… pero sólo se acuerdan de mí por un gol. ¿Y saben que les digo? Que estoy muy orgulloso de haberlo marcado, aunque también fue una pequeña losa el ser siempre presentado como el futbolista que costó un millón de libras”.