"El Barça tira la Liga”, tituló este periódico el 12 de abril de 2014 cuando el Granada, al que Lucas Alcaraz había llegado meses antes para salvarlo (lo consiguió en un emotivo final en Valladolid), le ganó 1-0. Cuarenta y dos años después, era otra vez matagigantes. La anterior victoria databa de 1972 con dos goles del mítico Porta. El Barça de Xavi, Cesc, Iniesta, Messi y Neymar (que se enganchó con Iturra en el vestuario...) cayó en Los Cármenes. Alcaraz recuerda con especial cariño aquel partido, porque combinó dos condiciones indispensables en el triunfo de un entrenador: la rigurosidad con la intuición. El gol de Brahimi, después de un desmarque de ruptura a la espalda de Busquets (ese día central) y Montoya, había sido una jugada mil veces repetida en los entrenamientos de la semana. Alcaraz ensayó dos tipos de presión defensiva: uno agresivo, de uno contra uno en todo el campo, y otro de repliegue. En ese segundo caso, y para ensayar las ayudas, atacan 13 y defienden 11. Bajo esos parámetros llegó el gol del argelino. No sólo eso le salió bien. Su segundo, Jesús Cañadas, le insistió en hacer el tercer cambio para perder tiempo pero intuyó que algo iba a pasar. El colombiano Murillo se lesionó y salió Mainz, que salvó el 1-1 sobre la hora.
La otra vez que pudo derrotar al Barça fue en Santander, un zarandeo del Racing al equipo de Rijkaard (3-0) que no fue destituido aquella noche de milagro. La estrella fue Mario Regueiro, que firmó un milagro. La calefacción del hotel de concentración del Racing se rompió la noche previa. Regueiro amaneció con 40ºC: débil y con fiebre. Jugó y corrió 14 kilómetros. Dio una asistencia e hizo un gol. Pocos días después, Alcaraz renovaba con el Racing...
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