"Sólo tiene 10 años, pero por su técnica y su físico se parece mucho a Robinho”, relata el narrador de un vídeo de Kylian Mbappé (París, 1998) que circula por internet. Vestía entonces la camiseta del Bondy y ya maravillaba a quien le veía hacer verdaderas diabluras con el balón. No era Robinho su ídolo de la infancia, sin embargo. Ni tampoco se le ha terminado pareciendo en el juego. Su espejo desde siempre fue Ronaldo y su ídolo, el mismo que para una inmensa parte de los franceses: Zidane. Es más, haciendo un símil futbolístico se asemeja más a Henry que a ninguno, lo que habla de una mezcla genial de características propias y espejo en los que se miró.
En el modesto Bondy dio sus primeros pasos como jugador. Su padre, Wilfried, era el exigente entrenador del equipo, el que le ponderaba las cosas que hacía mal antes que las que hacía bien. La extinta escuela de Clairefontaine, la que reunía bajo el amparo de la Federación Francesa a los mejores jugadores del país, le reclutó a los 13 años. Allí estuvo entrenándose entre semana ante la atenta mirada de los seleccionadores nacionales, que enseguida fueron conscientes de su potencial.
Varios clubes se interesaron por él. Estuvo cerca de recalar en el Madrid y también en el Valencia. En Valdebebas incluso se fotografió con Cristiano en una imagen que ahora gana relevancia. Sin embargo fue el Mónaco el que le dio cobijo y con el que en sólo dos años ha pasado de promesa de la cantera a goleador del primer equipo. Igual que con Francia, a la que hizo campeona del Europeo Sub-19 el año pasado y con la que puede debutar el sábado en la absoluta. Un crack parece haber nacido. El nuevo Henry.