Qué le da y qué le quita el nuevo 3-4-3 al Barça
Luis Enrique ha espoleado a los azulgrana con un cambio de sistema que, de momento, enseña más ventajas que inconvenientes pero tiene sus Barcelona-Atlético en directo
“Seguro que Luis Enrique está dándole vueltas 24 horas en su despacho intentando encontrar la solución”. La frase de Piqué en los días posteriores al 4-0 de París era la mejor prueba de que hace tiempo que el Barça había percibido que el 4-3-3 se estaba agotando y se había vuelto previsible. Es la “incesante búsqueda de soluciones” de la que habla Luis Enrique y que, en cierto modo, le ha agotado hasta anunciar su adiós para el próximo mes de junio.
Después de darle muchas vueltas, Luis Enrique parece haber dado con la tecla: un 3-4-3 en ataque que, sin ser el mismo que en la época de Cruyff, parece haber dado aire al Barça. Para empezar, el nuevo sistema ha dado aire en el centro del campo culé. Al incorporar un jugador más, los azulgrana han recuperado velocidad de circulación de balón. Con el 4-3-3, el equipo estaba pastoso y le costaba trasladar el balón con velocidad de banda a banda. El nuevo sistema permite que Busquets esté mucho más acompañado con dos interiores, Messi de media punta y dos extremos (Neymar y Rafinha en los últimos partidos) que son dos centrocampistas más. Uno, como Neymar, que arranca desde ahí para jugarse el uno contra uno. El otro, Rafinha, que es capaz de aguantar el balón y tener la posesión. El Barça ha creado superioridad en la zona de creación.
Más ventajas del 3-4-3 en ataque: ha liberado a Messi y le ha acercado, más aún, a Neymar y Suárez. Es curiosa la evolución de Messi con Luis Enrique. El argentino empezó la temporada 14-15 como falso delantero centro, la posición que había ocupado en los últimos años de Guardiola y con Tito Vilanova. Sin embargo, la llegada de Suárez provocó que, después del 3-1 en Liga ante el Madrid en el Bernabéu en octubre de 2014, el argentino volviera a la banda para que el uruguayo empezase a jugar en su posición natural de delantero centro. Messi fue centrando su posición con el paso del tiempo para, finalmente, acabar en esta posición de mediapunta.
El 3-4-3 también ha ayudado en los intangibles. El Barça parece haberse liberado mentalmente, como si hubiese recuperado las ideas y la confianza. Pero el nuevo sistema también tiene sus grietas. Para liberar a Messi, el Barça cambia del 3-4-3 en ataque al 4-4-2 en defensa. Esa transición para conformar el dibujo genera ciertos desequilibrios. Ante el Sporting, Busquets hizo de mediocentro en ataque y de central en defensa. Eso implicó que, en las transiciones de los asturianos (la jugada del 2-1 sin ir más lejos), al mediocentro le cogieron la espalda en el paso de un puesto a otro. Contra el Celta, por su parte, fue Sergi Roberto el que pasaba de lateral derecho en defensa a interior en ataque. Esa posición comodín implica un alto nivel de concentración y un tremendo esfuerzo. Corregir esas desaplicaciones es uno de los trabajos pendientes del nuevo 3-4-3 y uno de los peligros del nuevo sistema que Luis Enrique utilizará ante el PSG. “Vamos a arriesgar, y a arriesgar mucho”, es su consigna.
Sigue el partido de vuelta de octavos de final de Champions League entre Barcelona-PSG.