Messi se agarra a la Liga
Su gol, en el 86', sacó al Barça del atolladero. El Atlético dejó pasar su ocasión en la primera mitad y desapareció tras el empate de Godín. El Barça no se rinde.
El arranque fue frío, con una parte de la grada sin animar, seco, como el césped alto y sin regar del Calderón. O como si ninguno de los dos equipos hubieran salido a la altura de un partido de leyenda, el (seguramente) último Atleti-Barça en el viejo estadio rojiblanco. El de casa cansado, excesivamente. El de fuera, deprimido y condicionado por un dibujo extraño: línea de tres atrás, Piqué, Umtiti, Mathieu, con Busquets en un ir y venir entre los centrales. Un traje alejado de su esencia, el balón, en el que el Barça no terminaba de sentirse cómodo, de encontrarse. El Atleti lo hizo a los diez minutos.
El paso adelante fue la presión arriba para convertir cada robo de balón en una amenaza. Pero todos se quedaron en eso, el casi. Si de primeras Carrasco no tuvo reflejos para patear un balón de gol de Gabi, Griezmann después se topó con la mano de Ter Stegen en un remate a bocajarro. Era el minuto 18 y del Barça sólo una noticia: un disparo de Messi que se había ido alto. En ese traje sin fútbol, tan desconocido como previsible, la MSN eran como tres islas independientes rodeadas de mar: cada balón que les buscaba se ahogaba en la nada. Y, mientras, el Atleti, a lo suyo, a por Ter Stegen.
Fue después de un derechazo de Griezmann que el portero repelió con una mano milagrosa cuando el Barça despertó con un zarpazo: un disparo de Messi que Oblak atajó y cuyo rechace envió Suárez a la red. No valía. El árbitro lo había anulado por falta previa del uruguayo. El partido se equilibró.
El Atleti sumó otra ocasión, pero Ter Stegen leyó las intenciones que llevaban Gameiro, Griezmann y Koke y Oblak interpuso su manopla en una falta lanzada por Messi a la escuadra. La primera parte murió con el esloveno abrazado a un balón en la línea de gol tras cabecear un córner Piqué. El Atleti había dejado viva a su presa después de tenerla acorralarla. Lo pagó en la segunda parte.
Nada más comenzar, Messi, Suárez y Neymar dejaban de ser islas para conectar y dejar solo ante Oblak al uruguayo, que cruzó demasiado el balón. Replicó Griezmann en la jugada siguiente, tras aprovechar un pase al hueco de Saúl, pero Ter Stegen volvió a adivinar adonde se iría su disparo.
Y, si en ese área el portero culé se alzaba como un muro al que era imposible encontrarle una grieta, en la otra, la de Oblak, un barullo acababa en el gol. Se había plantado allí la MSN después de una pérdida del Atleti en el centro y metía Rafinha la punta de la bota después de mucho tumulto, dos rechaces y una sensación: la defensa del Atleti ya no defiende, ya no se impone como antes. En nueve minutos de la segunda parte, la presa ya era el cazador.
Le puso intriga al partido Godín poco después, al saltar a rematar una falta lanzada por Koke, cabecear con el alma y batir a Ter Stegen. Con el 1-1, el Atleti intentaría volver a acorralar como al inicio, pero Messi espantaba cualquier esperanza a cuatro minutos del final. Fue después de otro barullo en el área, después de otra jugada confusa que permitió al argentino dos disparos. El primero pegó en Savic. El segundo fue gol. Aunque parezca no estar, él siempre lo hace, él siempre está.
Pudo empatar Torres en el descuento, pero Piqué le rebañó el balón de la bota y el último Atleti-Barça de Liga en el Calderón moría en el 94:01, en un saque de banda que Neymar ni llegó a lanzar. Mateu pitaba y el estadio miraba como el Barça, al que tuvo muerto, se reenganchaba a todo mientras el túnel engullía a un Atleti cabizbajo. Adiós a LaLiga, adiós. A los del Cholo ya sólo les queda ser terceros, lucha en la que la Real Sociedad aprieta: siete de los partidos que les quedan se vivirán sobre ese césped del que ayer Messi se despedía con el puño en alto, tras ponerle su propio final a su historia con este estadio.