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El año era 1989. Brasil vivía la ilusión de sus primeras elecciones democráticas tras más de 20 años de dictadura militar. Años negros, donde la tortura, censura y represión cambiaron la imagen de un país que siempre fue sinónimo de alegría y optimismo. En medio de la disputa electoral entre Fernando Collor y Lula da Silva por la presidencia, una telenovela captó la atención de todo el país. Se llamaba “El Salvador de la Patria”. Contaba la historia de un campesino sencillo que sin pretensiones políticas desvelaba el lado corrupto de los gobernantes y al final se alzaba al poder en los brazos del pueblo. Un símbolo catártico de un nuevo comienzo. De esperanza.

Tite rescató el orgullo y el jogo bonito perdidos en la canarinha.
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Tite rescató el orgullo y el jogo bonito perdidos en la canarinha.

El rescate del orgullo y del jogo bonito

La llegada de Tite en la selección simboliza el equivalente en lo futbolístico para el brasileño. Un hombre conocido por su honestidad, transparencia y capacidad toma el mando de una selección que tocó fondo en manos de dirigentes corruptos y entrenadores ineptos. Tite llegó con el aval de prensa, afición y futbolistas. Y en pocos meses rescató el orgullo y el jogo bonito perdidos en los años oscurecidos por el pragmatismo y el FIFA Gate. Hoy la canarinha vuelve a ilusionar. Vuelve a ser más que un equipo de fútbol en el inconsciente popular del brasileño. Una camiseta que es el símbolo y el orgullo de una nación que respira fútbol. Y ahí no queda dudas. Culpa de Tite. El salvador de la patria con botas.

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